Estaba viendo y escuchando un programa de información o noticias en un canal por cable. El caso está relacionado con Maracaibo. Promesa de casas incumplidas, fue la materia. Una señora, partidaria del Gobierno, explicó que hace cuatro años el camarada Chávez fue a inaugurar algo en Maracaibo y una población sin casas se acercó y habló con él planteándole la problemática que vivían. El camarada Chávez dictó la orden, creo que a una señora y allí dieron el nombre que no recuerdo, hiciera una urbanización en un terreno ya dispuesto y apropiado para viviendas, para que cada familia de las que recibió tuviese su casa. Habló otra señora, igualmente partidaria del Gobierno Bolivariano, y dejó escuchar su protesta porque no se han construido las casas desobedeciendo la orden del camarada Chávez. Hizo uso de la palabra una tercera señora, la cual habló del tema y expresó que no le han hecho su casa y que vive en un ranchito de una sola pieza con nueve (9) hijos. Y al final la señora, con mucha sinceridad, dijo lo siguiente: “Voy a decir la verdad. No soy chavista, soy escuálida, pero los beneficios –algo así- tienen que ser para todos los necesitados”. En el Zulia el Gobierno regional está presidido por un miembro de la Oposición, Pablo Pérez. Este, según la señora, no se ha preocupado en construirle su casa. Por cierto, que la señora no chavista está en el grupo de familias que habló con el camarada Chávez y nadie de las chavistas le ha sacado en cara que no sea chavista. El interés común por la vivienda les une en los sentimientos aunque tengan diferencias políticas e ideológicas, muchas veces y es la verdad, sin que tengan la plena conciencia –por lo menos la mayoría- de las mismas.
Estoy seguro que cuando el camarada Chávez prometió o dio la orden que se construyeran las viviendas no preguntó cuántas chavistas había en el grupo de solicitantes para que les hicieran las casas y cuántas familias eran escuálidas para que no les construyeran sus casas. Eso no lo haría jamás el camarada Chávez, pero no pocas veces hay gerentes o directores de instituciones que sí preguntan esas cosas haciéndole un daño terrible al proceso revolucionario.
El resultado del proceso electoral del 7 de octubre, donde obtuvo el triunfo el camarada Chávez con un poco más de 8 millones de votantes, nos ha demostrado que en el país existen 6 millones 500 mil personas que, por una u otra razón o motivo, son enemigos (la mayoría inconscientes) del Proceso Bolivariano o de la Revolución. No son, de ninguna manera, 6 millones 500 mil venezolanos y venezolanas pertenecientes a la oligarquía económica. Basta con saber de la existencia de la señora que no tiene casa, que tiene nueve hijos, que vive en un rancho y que la Revolución tiene el deber de buscarle una sana solución a su problema habitacional (y, además, velar por la formación de esos nueve hijos), para comprender que ninguna oligarquía se sostiene en una sociedad si detrás de ella, obedeciéndole, no tiene masas de pueblo. Hay que arrancarle esas masas a la oligarquía, pero no existe fórmula teórica posible para ganarse a una masa de pueblo que se opone al socialismo sino aquella que se levanta sobre la realización de políticas que vayan satisfaciéndole sus necesidades materiales. Por eso la cultura necesita alimentarse con savia de la economía, es decir, con excedentes de bienes materiales para hacerla crecer, para afinarla y hacer posible que la aplastante mayoría de la sociedad se sienta satisfecha con ella. De esa manera se gana para la Revolución y seguro la defenderá a capa y espada contra cualquier impostor que pretenda producirle rupturas desgarrantes en el régimen de su cultura y de sus beneficios.
No tengo una bolita mágica para determinar quién será el nuevo Gobernador del estado Zulia. Sólo aspiro que sea el comandante Arias Cárdenas. Pero si no fuese así, incluso sin que el camarada Chávez tenga que ordenarlo u ocuparse de ello, es imprescindible no sólo la construcción de viviendas, tal como lo ha prometido el Gobierno Nacional, sino incluir en los beneficios a todas esas familias que (sin ser chavistas y siendo, como ellas mismas se denominan, escuálidas) necesitan viviendas para tener techo seguro y digno de su existencia como seres humanos.
De vez en cuando me pregunto: ¿cuánto de responsabilidad tenemos los que hablamos y escribimos sobre Revolución o Socialismo en que muchas personas de nuestro pueblo, siendo humildes y hasta viviendo en penuria, anden detrás de los líderes de la derecha aspirando que éstos ejerzan gobierno para que les solucionen sus graves situaciones socioeconómicas de existencia social? Lo digo con conocimiento de causa. Actualmente, por ejemplo, vivo en un rancho en un barrio que no tiene cloacas, que no tiene calles asfaltadas y por acá no viene ningún alto funcionario a conversar con la gente, a preguntarle cuáles son sus apremiantes necesidades y cómo hacer para contribuir en buscarle soluciones. Claro, está la otra parte que si una comunidad no se organiza y no se acerca a los factores de poder para exponer sus necesidades, siempre las logrará con retardo. Pongo el ejemplo de una familia que vive en un ranchito todo de zinc y es fervorosa devota de Capriles y de Henry Falcón. Cuando le hablo a algunos camaradas de esa tragedia material y esa contradicción de conciencia que a mi juicio padece esa familia, lo que me responden es: “Se lo merece por jalabolas de la oligarquía”. Si con esa respuesta se cambiara para siempre el destino del pensamiento de una familia, el socialismo sería una papaya construirlo. Precisamente, entre las cosas grandiosas y hermosas del socialismo está la de saber ponerle punto final a todas las contradicciones antagónicas de la sociedad y, además, hacer de todo ser humano una persona culta.
La meta es que en la próxima elección presidencial crezca vertiginosamente el porcentaje de votos por el candidato del Proceso Bolivariano y disminuya a la mínima expresión el número de los votantes por la Oposición. Esa es la gran tarea que se logrará llevando los beneficios de la Revolución a la aplastante mayoría del pueblo venezolano acompañado con una política de creación de conciencia revolucionaria en todos los niveles populares.