El presidente Hugo Chávez está en Venezuela, en el mundo. Su verbo y su obra recorren los pasillos de la ONU. El “huele a azufre” y el “huele a esperanza” son frases históricas. Son permanentes las muestras de solidaridad. Los dicterios y la maledicencia son barridos por los relámpagos y los truenos con luz de pueblos y sonidos secretos que expanden la vibración de su voz firme asumiendo su responsabilidad ante los pueblos como aquel 4 de febrero, con un “por ahora” siempre presente. Él es esperanza por siempre, no por ahora.
¿Llegó el por ahora de la despedida? Venimos a este mundo por ahora, y nos despedimos de él por ahora. En una corta visita, como decía el Dr. Hernán Méndez Castellano, que decía Einstein. Creo que el tiempo del presidente Chávez es de vida. Los seres humanos no debemos hacer especulaciones sobre la muerte de alguien. Mucho menos sentenciarla. A Dios lo que es de Dios. Uno de nuestros deberes es dejar de hablar de su muerte. Esa vibración no. Necesitamos rodearlo con una vibración de vida, de amor, de fe. Si la cirugía es el 11, todo 11 tiene su 13 y el Presidente renace con el Cristo en la mano como aquel abril de 2002.
Por Nueva York anda la Sinfónica Juvenil Simón Bolívar. No fue creada por el presidente Chávez, pero hay un aspecto que es obra de él. En un concierto uno de sus jóvenes dijo: nacimos hace 34 años con 11 miembros. Ahora somos más de medio millón y aspiramos a ser millones. Esta masificación con calidad es obra del Gobierno Bolivariano.
Nuestros grandes compositores del siglo XX fueron conocidos en el extranjero. Pero no fue común que las grandes orquestas interpretaran música de “sudacas”. Ahora la Cantata criolla y otras grandes obras son aplaudidas en el mundo y nuestros músicos y de otros países del Sur vienen siendo reivindicados por estos maravillosos jóvenes y el maestro José Antonio Abreu.
La Cantata criolla resonando por el mundo es como la nueva Misión Florentino para, con vibraciones sonoras desde el llano amado de nuestro Presidente, evitar que sea revocado por la muerte. Nicolás, ¡contamos contigo! ¡No pasarán!
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