El problema no es evaluar la lealtad a Chávez. Definitivamente la historia se encargará de juzgar a cada uno de aquellos que dicen serlo y no lo han sido, y de aquellos que sin decir que lo han sido, han dejado la vida en ello, de hecho, el problema no es hacer una lista de quienes realmente han sido leales o no, medidos por lealmómetros, chavómetros o revolucionómetros. Dejemos esas pendejadas de lado.
Hoy dejo mi investidura de politólogo, analista, intelectual, o como usted desee mejor señalarme, acusarme o descalificarme, deseo hablar desde el corazón, desde las entrañas, desde el palpitar del torrente sanguíneo rojo, denso, desde aquella esencia construida al fragor de las dificultades. Hoy mi problema es la lealtad de Chávez, porque con mis diferencias de estilo, con mi irreverencia de aún sentirme joven, con los deseos de dar más de lo que puedo dar, debo reconocer que quién me ha enseñado ha saber lo que quiero ser es Chávez.
Si halgo ha sido Chávez, si algo ha demostrado permanentemente con sus acciones, con su discurso, con sus coherencias y contradicciones, con su amor, con sus excesos, con su humildad y su soberbia, con su palabra cariñosa y encendida, con sus ofensas y alabanzas, con su aparente dureza y alguna que otra permisividad, con sus cuentos de llanero, con su canto desentonado, su sonrisa sincera, su mirada noble y acusadora, con sus errores y virtudes, es que Chávez ha sido leal a su país, a sus principios, a sus valores, él ha sido leal al pueblo venezolano, incluso de aquella parte del pueblo que lo acusa de autoritario, dictador o ególatra, o simplemente lo envidia miserablemente.
Me interesa hoy muy poco lo que piensan aquello que no quieren a Chávez, hoy me interesa más que nunca lo que piensan aquellos que quieren a Chávez, porque de ellos hoy se construíra el futuro de la revolución bolivariana y chavista, en especial de aquellos que conocen la lealtad fuera del "jalabolismo" y que saben que el que adula no respeta y el que respeta no adula.
En el momento que estaban repartiendo la adulación, me quedé de último en la cola, pero eso no me hace menos sensible a comprender y aceptar cuando uno esta al lado de la grandeza de quien ha sintetizado la venezolanidad en su máxima expresión, y que siendo el ícono de referencia histórica del proyecto que comparto críticamente, no puede haber otro deseo y otro deber que agradecer la lealtad de Chávez a su pueblo, al punto que de la manera más inédita, le da una lección a los seudodemócratas de nuestro país, informando él mismo el posible escenario que se avecinaba, y convocando al uso irreversible de la Constitución en apega irrestricto al Estado de derecho, sin engaños, sin giros, sin vueltas acrobáticas.
Pero aún más, a sabiendas del tremendo riesgo que implicaba para su habilitación política, se armó como Don Quijote de su lanza, y fue a enfrentar a los molinos que amenazaban y que aún amenazan su existencia y permanencia con nosotros, pero no decidió hacerlo sin antes blindarnos de valor y coraje, sin aleccionarnos y decirnos que ya habíamos crecido, que podíamos caminar sólos si él no estaba, y que creía en el surgir de un proceso que va más allá de él y sus circuntancias.
No me interesa cual es el nombre de a quién le toque relevarlo, en este momento es poco importante ante el reto que es acompañar con el amor del pueblo, la posibilidad de que Hugo siga con nosotros, pero sea quién sea, debe saber que no será él quien continúe la gesta de Chávez, porque ahora estas tú, estoy yo, estamos nosotros, todos siendo Chávez, todos siendo revolución, ahora el imperio y la oposición deben tener más temor, porque Hugo se convirtió definitivamente en millones, aquí en Venezuela y en el mundo, para empuñar la lanza de la verdad, de la lucha de las mayorías, de la lucha del negro, del indio, del explotado, del obrero, del trabajador, del zambo, del mulato, de la mujer, del joven, del desamparado, del mutilado, en fin, de aquellos que somos mayoría.
La única manera de serle leal a alguien es que éste te sea leal a ti, pero una relación de lealtad en los humanos no se mide por la sumisión, se mide por el grado de compromiso en la solidaridad y en la crítica comprometida a aportar para resolver juntos los problemas que se presenten, y hoy ante la adversidad de Hugo, mi crítica comprometida se convierte en un modesto aporte, a través de una oración y una plegaria para que su recuperación nos permita tener un padre que aún tiene mucho que dar para dejar la casa en orden, y después sembrarse en la historia como aquel que un día dijo "me resteo con las bases".
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