El siguiente es un correo que recibí de un amigo que me hace el honor de leer mis humildes opiniones y reflexiones; porque me pareció muy sentido y adecuado con el doloroso momento que vive la Patria por la situación de salud de ese gigante que Dios nos envió para completar nuestra liberación, con la anuencia del remitente, lo publico, con la anuencia del autor, pues sé que quienes lo lean opinarán conmigo que muestra sentimientos que todos compartimos.
El autor: Samuel Escalante, enamorado de las letras, chavista convencido y tachirense auténtico.
He aquí su contenido:
“Camarada y amigo: desconcertado, abrumado y dolido, con el alma en pedazos lo he leído, en ese panegírico de esperanza y de amor hacia Hugo Chávez, el comandante de las mil batallas y de los mil avatares como el de hace 10 años, el paro petrolero, más el de abril de estos mismos hace 10 años.
No alcanzó a comprender tantas cosas que tiene la vida, como seres que no le hacen bien a la humanidad y sin embargo no pasan por estos momentos tan llenos de dolor.
Pero dejemos a Dios y a la naturaleza que se encargue de estos buitres y buitras que ya mataron al comandante sin saber que le depara mañana, porque mañana será otro día.
Le envío un breve comentario
DE NUEVO EL DOLOR EN CHÁVEZ.
Desde que tenemos noticias de la presencia del hombre en el universo, el dolor se hizo presente en su vida, si nació fuerte y robusto, sin embargo esto no fue obstáculo para el último dolor: la muerte. Casi ninguno de nosotros nos sentimos ajenos al dolor y ninguno se sentirá ajeno al dolor de la muerte.
Las culturas de la antigüedad rodearon a la muerte de grandes manifestaciones de recuerdos, permanencias y sentido de eternidad. Para los héroes los pueblos construyeron los más bellos y grandes mausoleos y para quienes fueron sus artífices estos levantaron grandes monumentos para perennizar su memoria y elevarlos a la gloria.
Frente al caso de que de nuevo aparece el cáncer en el cuerpo dolorido de nuestro querido presidente, es solo la misma circunstancia de ser humano, de ser débil y frágil, lo que no quiere decir que no es el hombre que estuvo, está y estará siempre a la altura de la misma grandeza del pueblo que él ha conducido durante estos largos catorce años de revolución bolivariana, dejándonos sabias enseñanzas y acciones que por mucho que esa canalla quiera negar la historia lo ha de representar con la misma grandeza de los grandes constructores y hacedores de pueblos.
Cuando una vez más sentimos que el corazón se nos hace pequeño, debemos entonces buscar en las mismas debilidades humanas la grandeza de quien como un día alguien se lo dijo se ha inmolado por este pueblo para darnos alegría, felicidad y paz, para darnos la grandeza que solo saben dar los espíritus grandes y no los mezquinos que ahora lo matan como si sobre ellos no se viniera la misma sentencia bíblica de la muerte.
Tener a Chávez enfermo es tener un enfermo nuestro, es de los nuestros y nunca será suficiente todo el amor que como pueblo le tengamos para reconocer la grandeza de su entrega y generosidad a la causa del pueblo.
Hablar de Chávez desde la enfermedad debe ser para cada venezolano y venezolana que lo ama, no un grito de dolor aislado, sino compartido, desde nuestra pequeñez, junto a él que siendo grande-el primero de los venezolanos por su condición de presidente- sin embargo basta recordar cada gesto de amor y de ternura con los niños, con los ancianos, con las mujeres, con los pobres y los humildes que somos la mayoría.
Por eso aunque la suerte de su vida sea que la muerte nos lo quite, en cada corazón habrá una presencia de Chávez y cuando pasen los años igual que la profecía de Pucará, guardando la debida distancia, su gloria crecerá en el mundo igual como crece la noche que trae sombras.
Tal vez nuestro corazón se desborde de dolor, pero como los nobles guerreros que cuando veían que sus compañeros caían en el campo de batalla, apenas tenían una lágrima para su memoria y seguían luchando, a nosotros nos toca ser así para completar la obra que él tal vez no pueda alcanzar terminar, de esta manera honraremos su memoria que bien se lo tiene merecida y cuando tal vez sobre él Dios mediante la naturaleza tal vez tenga otros designios podremos entonces ver que sólo hombres de su talla y estatura no mueren apenas se quedan dormidos junto al amor de sus pueblos.
Tal vez sea poco lo que podamos decir de Chávez, y con esa alegría propia de quien espera el triunfo aunque este se vea muy lejos podamos entonces decir: !Qué viva Chávez¡”