El relleno de la arepa

La oposición venezolana trató de ganar las elecciones regionales de este domingo argumentando que no existe el chavismo sin Chávez. A juzgar por los resultados, el argumento fracasó. La izquierda venció en 20 estados y la derecha en tres. Anteriormente, la proporción era de 15 a ocho.


Los dirigentes opositores intentaron vender la ausencia de Chávez, aún sin saber los resultados de la nueva operación contra el cáncer, como el fin de una época. Afirmaban que era imposible que el proyecto bolivariano continuara sin su máximo líder. Ha sido tan imponente su figura, explicaban, que el oficialismo se desmoronaría ante su falta. La Revolución Bolivariana empieza y termina con su hiperliderazgo. El chavismo sin Chávez sería, según metáfora opositora, como una arepa (torta de maíz) sin relleno.


El día de las elecciones se despejó la incógnita. El Chavismo, ahora ya con mayúscula, hacía su presentación en sociedad, demostrando su capacidad para lograr victorias apabullantes sin que el presidente estuviera en los mítines levantando la mano de los candidatos.


El Chavismo se ha ido conformando en estos 14 años como una identidad política colectiva construida en torno a Hugo Chávez pero que, llegado un momento dado, trasciende a éste. No sólo es la opción mayoritaria entre el pueblo venezolano, como se viene demostrando elección tras elección, sino que es la única corriente política que vertebra todo el territorio. El Chavismo tiene una implantación sólida y amplia en los 23 estados del país. Incluso en los tres en los que perdió, su porcentaje de votos superó el 40%. Por el contrario, la oposición apenas alcanzó el 20% de apoyo en muchas regiones. Incluso en algunas, como Portuguesa, ni siquiera fue la segunda fuerza más votada.


Además, el Chavismo es un frente unido tanto en lo ideológico como en la acción, mientras que la oposición es una amalgama de intereses personales unidos tan sólo por el deseo de conquistar el poder.


El Chavismo es el movimiento político más importante –tal vez el único- que ha surgido en estos comienzos del siglo XXI. Es tarea ineludible para politólogos, sociólogos e historiadores empezar a codificar su teoría y praxis, así como sus fuertes señas de identidad y su iconografía.


Las izquierdas europeas deberían perder el miedo a los liderazgos. Las ideas políticas se encarnan en la acción de personas concretas y su desaparición no entraña el derrumbe de lo construido. Por otra parte, el marco comunicativo hegemónico exige rostros visibles con los que la sociedad pueda identificarse, sin que esto suponga necesariamente un déficit democrático. Antes bien, son un recurso imprescindible para ganar unas elecciones. En este momento histórico, las urnas son la única forma plausible de tomar el poder y utilizarlo para lograr una sociedad mejor. Venezuela y toda la nueva Latinoamérica nos muestran el camino.




Alejandro Fierro es periodista español residente en Caracas y colaborador de la Fundación CEPS


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Alejandro Fierro


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