Es mucho lo que se ha especulado, después de las palabras del Presidente Chávez el 8 de diciembre al momento de proponer su relevo político si se daba una situación "sobrevenidas" vinculada a su salud. Aún en el marco de la esperanza de que su salud mejore y pueda continuar con nosotros, el dilema ya no es que regrese, sino que se sane, que mejore y que se tome el tiempo que sea necesario para ello. Pero el país igual sigue andando, y es evidente que no se detiene, ya que siguen quedando asuntos relevantes que resolver mientras la salud del Presidente toma su rumbo.
En este marco, ha sido evidente que la jugada anticipada del Presidente Chávez, al mencionar su voluntad de que Nicolás Maduro sea su relevo, no ha negado el indudable liderazgo del actual Primer Vicepresidente del PSUV y Presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, y esto ha sido utilizado, fundamentalmente por parte de los sectores de liderazgo de la opoposición venezolana para intentar minar con dudas, incertidumbres, especulaciones y calumnias una condición que ellos mismos (Maduro y Cabello) han definido como hermandad de la vida, ya que ellos son "los hijos de Chávez". Sobre esto se ha llamado a dudar sobre la unidad y la lealtad. Pero podríamos preguntarnos: ¿La unidad de qué?, ¿La unidad de quienes?, ¿Por qué? Intentaré responder.
Dentro del proceso revolucionario existen tendencias, corrientes, movimientos, frentes, partidos, que giran en torno a formas de interpretar la revolución y el socialismo o que giran en torno a liderazgos políticos internos, que basado en la lealtad han hecho sus propios espacios de poder. Esto, además de ser sano dentro de cualquier organización política, es normal si se agrega al análisis las características de una organización política que posee dimensiones extraordinarias en el mundo, tanto en la cuantificación de sus militantes como en la connotación ideológica antiimperialista que representa.
Maduro y Cabello, dentro del proceso revolucionario son la expresión de mayor cercanía al Presidente Chávez, pero cada uno es una expresión particular del origen del chavismo, un dirigente sindical de izquierda convertido en Canciller de una revolución bolivariana y socialista, y un ex militar e ingeniero hecho Presidente de la Asamblea Nacional, los dos hombre de mayor confianza del líder de una revolución, de orígenes distinto pero encontrados bajo un mismo seno, y obligados a convertirse en los actores que permitan mantener la conciliación entre los diversos factores que forman parte del chavismo, lo que implica tener la conciencia de que más allá de ellos mismos, está el compromiso con un proyecto político que ellos han contribuido a construir y que ahora, por el bien del líder y del país, tendrán que asumir en el marco de la unidad dentro de la diversidad, para poder pasar a una nueva etapa del proceso revolucionario.
Chávez ha representado hasta ahora y por durante 14 años la garantía de mando y unión del proceso revolucionario, lo que ha permitido sembrar la conciencia de saber que sólo así podrá preservarse el proyecto enarbolado por Hugo Chávez, y que se ha convertido en el proyecto de la mayoría del pueblo venezolano. De hecho, ya el proyecto socialista y bolivariano es un proyecto nacional, que va más allá de Hugo Chávez, y aún él estando vivo y con la fuerza para conducir los destinos de ese proyecto y el país; una nueva fase es demandada, lo que implica asumir una dirección política compartida, en este momento histórico, entre Chávez, Maduro y Cabello, que permita avanzar rápida pero eficazmente en una dirección colectiva, coherente con lo que se ha construido y con lo que se ha ofrecido permanenteme al pueblo venezolano.
Maduro y Cabello tienen el reto, en este momento de tristeza por la situación de salud del Presidente Chávez, de demostrar que este pueblo ya está maduro, y que no es descabellado pensar en una dirección colectiva para la continuidad de una revolución en permanente cambio, transformación y avance, a través de un proceso socioconstruccionista.
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