Al camarada Omar Duque

El camarada Omar Duque fue un extraordinario dirigente estudiantil de la izquierda cuando cursó la secundaria; luego fue un excelente estudiante de Derecho en la Universidad Central de Venezuela; después se hizo un brillante profesional de la jurisprudencia: y un poco más tarde se convirtió en un maravilloso historiador que ha investigado a fondo y con mucha objetividad la vida, la obra y el pensamiento de ese casi invicto general de generales, injustamente fusilado  el 16 de octubre de 1817, Manuel Carlos Piar. Baste saber que luego de fusilado el general Piar, autorizado por el Libertador Simón Bolívar, éste jamás aceptó en su presencia que alguien viniese a denigrar y borrar de un solo plumazo o con palabras necias los méritos del extraordinario guerrero internacionalista.  Baste también saber que tres meses antes de que el Libertador Simón Bolívar avalara con su firma el fusilamiento del general en jefe Manuel Piar, dijo en carta a Leandro Palacios: “La victoria que ha obtenido el general Piar en San Félix, es el más brillante suceso que hayan alcanzado nuestras armas en Venezuela”. Igualmente baste con saber que tres años después del fusilamiento el mismo Libertador le dijo a Santander  “Es necesario ser justos, sin el valor de Piar la República no contara tantas victorias”.

 

No sé en cuántas escuelas, liceos y universidades circula el libro del camarada Omar Duque sobre Piar, pero sí sé que quien lo lea encontrará un inmenso y rico contenido objetivo sobre el mismo. Pero en verdad, no es del general Piar que trata este artículo sino de las adversas vicisitudes, de las desgracias o tragedias que también injustamente ha tenido que vivir el camarada Omar Duque en su prolífera vida especialmente como profesional, como cabeza de familia y hasta como historiador, porque todo ello tiene su interrelación dialéctica.  Omar es también un conferencista de excepción.

 

La familia Duque, por lo menos, fue muy conocida unas décadas atrás en la antigua Villa del Yocoima desde un tiempo para acá denominada simplemente como Upata, capital del Distrito Piar en el estado Bolívar. No recuerdo muy bien pero creo que fueron cinco hermanos  (Toto, Min, Cheo, Saúl y Omar) y una hermana (Carmencita). Toto Duque, para mí, fue un genio que no pudo encausar su sabiduría por un sendero determinado hasta alcanzar la cumbre de sus sueños.  Su temprana muerte no le permitió a la humanidad que conociera lo brillante de sus conocimientos y ese especialísimo humor que le imprimía a sus intervenciones o conversaciones con sus camaradas o compañeros. De esa manera la filosofía, la sociología, la sicología, la política y la poesía perdieron un genio que se los arrebató el alcohol para que tempranamente entrara en la Pradera donde las palabras cobran el valor universal de sus contenidos. Cheo Duque  igualmente murió muy joven luego de haberse graduado de Técnico. Saúl Duque es un prestigioso galeno. Carmencita Duque realmente no sé de qué se ocupa. Min Duque es ingeniero, experto en geología y petróleo, y tiene un libro publicado sobre sus vastos conocimientos en esas materias.  A Min es de los Duque a quien más he tratado, fuimos compañeros de estudio en primero y segundo año en una escuela técnica en Ciudad Bolívar a final de la década de los cincuenta; y al cual he podido ver cada cierto tiempo cuando he visitado a mi familia en Upata.

 

         A Omar Duque, en los últimos 45 años logré verlo una vez. Fue en un final de diciembre cuando en Upata los adultos hablan más de casabe y hallaca, de queso de mano, cachapa y cochino frito que de política mientras que los niños se desviven por los juegos artificiales. Omar –y especialmente su compañera sentimental y que no conozco- conocen demasiado el dolor, porque lo han vivido con esa intensidad que hace imposible repararlo totalmente porque se convierte en tragedia para los sobrevivientes del ser querido que se marcha de este mundo. En poco tiempo han perdido dos hijas (Mayra Elena y Marianela) y ningún progenitor, por muy avanzada que sea su formación intelectual y su comprensión de la vida, desea que sus crías se vayan primero de este mundo que ellos.

 

         El 3 de enero, estando visitando a mi compadre Francisco Gómez en Maturín, me llamó mi hermano Noel para notificarme que se le acababa de morir  una hija (Marianela) al camarada Omar, la que con dedicación se había graduado de abogado y quería seguir el ejemplo de su padre como buen jurista y, tal vez, como conferencista. Al camarada Omar Duque, lamentablemente, lo han acompañado tragedias porque la pérdida de hijos es tragedia donde y cuando se produzca para sus progenitores. En este momento de profundo dolor del camarada Omar y su familia, nada puedo ni hacer ni decir para aliviarle esa pesada carga en sus sentimientos y en sus corazones. Sé que al camarada Omar Duque con su alto nivel de conocimientos, su clara y precisa concepción de mundo, su capacidad para entender las adversidades lo fortalecerán para seguir andando haciendo su camino, superando obstáculos y enriqueciendo su pensamiento y sus experiencias. El dolor va a estar allí en cada instante de recordar a sus hijas lo que será inevitable en el transcurso de la vida del camarada Omar. Saber que la muerte, por vejez avanzada, es un triunfo de la vida contradice a esas adversidades que les quitan la vida a personas jóvenes cuando aún pueden desarrollar prodigiosas actividades sociales en bien de los pueblos, del conocimiento  y de las familias. Sólo puedo, en este momento, expresarle al camarada Omar Duque mi profundo pesar por la muerte de su hija Marianela y tenderle la mano solidaria con las palabras de afecto y de amistad que siempre he profesado por la familia Duque. Para Mayra y Marianela –que nunca conocí- que se junten con Toto y de las manos de éste las lleve a la Pradera del Cielo a disfrutar de los coloquios vivos de poetas muertos donde las olas se agitan en el aire moviendo las palmeras disgregadas en las orilla de los ríos y toda poesía son palabras de vida y no de muerte.

 


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Freddy Yépez


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