Este lunes 7 de enero, se realizó un hermoso acto que congregó a intelectuales y artistas del mundo, de manera simultánea, en las ciudades de Caracas y La Habana.
En nuestro patio, es decir, en la sede del Celarg, que está ubicado en Altamira, Caracas, la Sala 1 (la más grande en esa institución) se llenó completamente para rendir homenaje al Comandante Hugo Chávez, el líder de la Revolución Bolivariana que se ha convertido en referencia mundial para los pueblos que luchan por su liberación, para desatarse de los yugos imperiales y, en el caso venezolano, también para la construcción de la Patria socialista.
Acostumbrados por imposición cultural de la sociedad capitalista que domina a los pueblos del mundo, la figura del intelectual es observada con cierto desdén por quienes comienzan a problematizar conceptos o rebelarse contra figuras diosificadas en el pasado por razones estrictamente mercantiles. Los intelectuales, para la burguesía, son una especie de élite “pensante” (como si esa no fuese una condición de todo ser humano) que escribe, diserta, expone, investiga, cuestiona y eruditamente reproduce ideas acartonadas, a veces hasta “de izquierda”. Pero ese intelectual burgués es anodino, inofensivo, falsamente irreverente y exclusivo productor de ideas, como si acaso el ser humano pudiese dividirse en las categorías de trabajadores que modifican las materias primas de manera manual o industrial para producir eso que se denomina “bienes materiales de consumo” y la de trabajadores que piensan o se ocupan del intelecto para producir bienes espirituales (poemas, cuentos y novelas, entre otra gran variedad que no siempre tiene que ver con la palabra) o para complacer los sentidos.
Esa imagen chocante del “intelectual” apartado de la producción real de bienes tangibles, desde el mismo ámbito de las relaciones de producción capitalista, genera el rechazo de quienes parecen privados de acceder a esa categoría por cuanto se tiene reservada para “gente inteligente y pensante” y no para los “brutos” encargados mayoritariamente de hacer cosas.
Fue el intelectual revolucionario, de origen italiano, Antonio Gramsci quien problematizó, de manera suficientemente clara y marxista, el uso discriminatorio de esa categoría, impuesta para la dominación y la reproducción de la misma. Gramsci dignifica y propone al ser humano un reencuentro con su condición de tal, como un todo, como una unidad. Y no como individuos de la categoría “intelectuales” por oposición a la de individuos de la categoría “trabajadores manuales”, como si se tratase de raras especies encontradas entre sí.
Gramsci nos invita a reconocernos todas y todos como intelectuales (al igual que como trabajadores manuales) pero adscribiendo la categoría intelectual, a la posición de clase que se tiene dentro de las relaciones de producción capitalista. De allí que las y los obreros, las trabajadoras y los trabajadores ocupados en la transformación de la materia prima, no son solamente máquinas de hacer cosas sino también seres pensante, intelectuales. Intelectuales, claro, mientras predominan las divisiones y la lucha de clases, de carácter “orgánico”, en el caso del proletariado, intelectuales orgánicos de clase proletaria.
Este último tipo de intelectuales, identificados con las luchas revolucionarias del proceso Bolivariano, son los que se reunieron en los actos realizados hoy en Cuba y en Venezuela, para respaldar al líder de este proceso, el Comandante Hugo Chávez.
Comienzan a romperse los paradigmas, a derrumbarse las pompas y a trabajarse firmemente por el reencuentro del ser humano con su unidad múltiple. Son tiempos de revolución y, por tanto, de no dejarnos arrebatar el lenguaje por los dominadores de siempre.
¡Salud, Comandante! Y pronto regreso que La Patria lo espera.
ivanpadillabravo@gmail.com