Mientras la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) se presenta como la propietaria del 75% de las reservas de crudo que hay sobre el planeta, Venezuela saluda con reservas petroleras certificadas en 297.570 millones de barriles (las más grandes del mundo), y de gas, 196 billones de pies cúbicos; sólo esto suministraría la energía que requiere Mercosur para continuar con su desarrollo industrial y tecnológico. Pero he allí el dilema: ¿cómo aprovechar el target competitivo, seguir vendiendo petróleo tal y como se ha encumbrado desde las pasadas décadas o convertir los nuevos negocios en intercambio de tecnologías, adquisición de modernas maquinarias y capacitación profesional.
En las principales Bolsas de Valores del mundo, los incontables millones de reservas de crudo y de los trillones de metros cúbicos de gas, son incuantificables en cualquiera de las monedas, incluso hasta en los más poderosas como el Dólar y el Euro. Y dos sectores de negocios monopolizan la economía mundial. Por una parte, la venta de armas, y por la otra, el sector farmacéutico.
Así, la militarización expuesta en los países del Cartel, conformado por los Estados Unidos de Norteamérica y los 28 países pertenecientes a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), es la más colosal alianza, donde ni Venezuela se escapa. Ellos decidirán militarmente los destinos de la supuesta única estrella pensante.
A dicha manipulación unipolar se enfrenta la estoica propuesta de Hugo Chávez junto a la timidez de algunos organismos regionales, más una cantidad importante de países quienes saben que estando solos también serán victimas del control definitivo de sus energías y por lo tanto, del futuro de sus habitantes.
Los acuerdos regionales en América hacia el Sur y El Caribe unidos al tema petrolero deberían impulsar sólidas alianzas a partir del comercio, concesiones y suministros para el desarrollo del país, en las que Venezuela debería inspirarse para de una vez por todas conformar la figura de un Consejo Nacional Energético.
Petroamérica, Petrosur, Petroandina, Petrocaribe, Gran Gasoducto del Sur y Gasoducto Antonio Ricaurte deberían ser los habilitadores para fortalecer alianzas regionales. Es necesario un equilibrio que ojalá se entienda en el alto gobierno y se convoque una especie de equipo integrado por ministerios, expertos, personalidades invitadas por regiones, que logren darle cuerpo a estrategias pues la inmensa cantidad de dinero que está entrando por petróleo son las respuestas reclamadas al posicionamiento en las que las futuras generaciones vivirán.
Está claro que Venezuela es el país que más alianzas ha establecido para ofrecer petróleo y es quien menos necesita carburante de otros para desarrollarse. Entonces debe establecer esta especie de Consejo Energético pera analizar las nuevas posturas, realidades y acuerdos interregionales de integración.
Jamás nos pareceremos a China, cuyo Producto Interno Bruto (PIB) es superior a los 5,92 billones de dólares acompañado de un modelo de crecimiento económico anual del 10%, quienes acaban de convocar a 45.000.000 de nuevos puestos de trabajo e invierte en su economía cinco billones de yuanes (264 millones de euros), sólo para relanzar su modelo económico fundado en la industrialización, comercialización y distribución.
No obstante, tampoco podemos seguir siendo el mismo país del modelo rentista de la Venezuela saudita donde gobierno y oposición mantienen el mismo discurso de seguir aumentando la producción de crudo y los primeros con desconocimiento de como llegaremos a afrontar la desequilibrada suma que esto significaría en inversiones, y los segundos, por seguir desconociendo un modelo equitativo y seguir soñando con el despilfarro del pasado reciente.
La nueva geopolítica geoestratégica de los hidrocarburos debe hacer referencia al reclamo de una nueva oportunidad para algunos estados del país que necesitan una mejor mirada, como por ejemplo, los que conforman el cinturón del delta del Orinoco, cuyo aspecto fundamental en el campo organizacional refiere al rompimiento de la inercia absolutamente institucionalizada en nuestros días donde una totalidad no puede ser segmentada, porque en toda realidad se encuentran conexiones y esta realidad se percibirá como los movimientos de indignados quienes reivindicaran en diversos grupos sus derechos y afectarán no solamente las definiciones existenciales de las organizaciones, sino también sus patrones conductuales, colocando en jaque mate a la organización burocrática y cortoplacista, mediante la incorporación de las visiones individuales y los talentos en la búsqueda de una flexibilización de los procesos de toma de decisiones y en el establecimiento de un acuerdo para que al menos los mayores esfuerzos se inspiren hacia una nueva dirección.
venezuela01@gmail.com
Politólogo
Magister Scientiae en Ciencias Políticas
Candidato a Doctor en Ciencias gerenciales
Profesor invitado maestría ciencias políticas ULA-Mérida en las materias: La actual política petrolera y Conflictos petroleros globales
Experto petrolero