El alcalde Juan Barreto ha planteado un debate sobre el nombre y la fecha de fundación de Caracas y ha despertado polémica y reacciones de rechazo típicas de un conservadurismo, que considera ciertos valores como intangibles o sagrados.
Pero estamos en tiempos de cambio. Cayó la Unión Soviética, cayó el socialismo de Europa oriental, cayeron las torres gemelas y cayó el transbordador espacial. Cayó la dictadura puntofijista... ¿Por qué no puede cambiar el nombre de la capital?
Entonces, discutamos un poco esa cuestión odiosa de las fundaciones y los nombres. Tengo al respecto unas referencias interesantes. Bartolomé de Las Casas, autor de la Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias, dice de sus coterráneos recién llegados a América que "por aquí pasaron, a destruir otras provincias, que ellos llaman descubrir". Así, el tal descubrimiento resultó ser un destruimiento. Como vemos, Barreto, lo de los nombres tiene sus aristas.
Otra referencia, cuya fuente no recuerdo dice que los españoles andaban por ciertos parajes "buscando pueblos para fundar ". Ojo, no buscaban territorios sino pueblos. Es decir, que no llegaban a lugares despoblados e inhóspitos a fundar y "civilizar". No eran tontos, llegaban adonde ya los nativos estaban asentados y tenían viviendas y cultivos.
No es pues como lo plantea la historia servil, que supone que lo hecho en materia de población y desarrollo constructivo y productivo se debe a la superioridad de los conquistadores y colonizadores. No señor, los civilizadores llegaban a ponerle nombres católicos a lo que habían hecho nuestros aborígenes. Generalmente después de sangrientas y criminales acciones de guerra y aniquilación, contra poblaciones "mansas", que desconocían las armas, pues "agarraban las espadas por el filo y se cortaban con ignorancia", como explica Colón en su Diario.
Indudablemente, necesitamos otra visión de nuestra historia y es buena la iniciativa del alcalde Barreto. Comencemos a cambiarle los nombres a todos nuestros pueblos y ciudades.