El volumen de circulante nacional lleva años aumentando cada día mediante crecimientos sostenidos en el empleo de mano de obra y recursos complementarios; lo ha hecho con la redirección de la Renta petrolera. Tal es el caso del cuantioso volumen de beneficiarios con pensiones del seguro social y afines, y con la construcción masiva de desarrollos urbanísticos, hospitalarios, universidades, escuelas, liceos, con la remodelación y construcción de edificios aislados dentro de Caracas, todo lo cual se traduce en grandes volúmenes de circulante. Hasta ha crecido la masa de vendedores mal llamados informales (sic).
Ese incremento dinerario deriva un aumento de la demanda a la cual el Estado ha ido respondiendo con incrementos en la oferta de mercancías procedentes del agro y la agroindustria, razón por la cual el Estado se halla limitado a la producción nacional sólo en mercancías de la cesta estrictamente básica, y al ensamblaje de medios de producción correspondientes, todo debido a fallas y pobreza tecnológicas nacionales, así como al retardo en las negociaciones con el capital extranjero obviamente no proclive a invertir por temor a medidas revolucionarias.
Durante la 4ta. República venezolana, la mayor parte del circulante derivado de la Renta Petrolera fue a bolsillos de falsos empresarios que redujeron a cero sus aportes tecnológicos productivos, limitados como estuvieron al reciclaje de mercancías ensambladas nacionalmente, y a importaciones de bienes altamente procesados y no necesarios que en muy poco o nada contribuyó a la verdadera industrialización del país.
Desde hace años, el país ha presenciado todo tipo de especulaciones con el llamado dólar libre, puesto que el excedente monetario, más allá de las mercancías de primera necesidad, siguen en manos de comerciantes quienes, regulados como se hallan con el Control de cambio, han venido comerciando con un dólar que cuya cantidad entregada por CADIVI (Comisión administrativa de divisas) siempre resultará corta porque mientras más dólares conceda al comercio de importadores, más incentivará el consumo suntuario no solo de la familias ya aburguesadas, sino de aquellas que son objeto de constantes bombardeos publicitarios por innovaciones tecnológicas manifiestas en unas mercancías no producidas en nuestro país. La ofertademanda tiene esa particularidad: cuando mejora el poder adquisitivo, la oferta se encarece.
Sin embrago, el Estado venezolano puede pechar con mayor énfasis la ganancia comercial de importaciones que ahora crecerá muy probablemente con una mayor cantidad de divisas en el mercado otorgada por CADIVI, y podría prohibir la importación de gran cantidad de mercancías suntuarias y hasta parte de las de mediana necesidad, a pesar de que acaba de optar por una nueva revaluación de la divisa (50%, aprox.), revalorización que de ninguna manera resolverá el problema, salvo en la medida de que, indudablemente, ahora reducirá el circulante susceptible de desviarse hacia ese mercado capitalista importador y especulador, pero seguirá la presión sobre las mismas mercancías que cubra el Estado con divisas reguladas. Aparecerán nuevos compradores que ahora verán incrementada su cuota de divisas ofrecidas por el Estado.
Una prohibición severa de bienes suntuarios se traduciría en una reducación el público para no seguir entrampado con esa publicidad que sólo contribuye a las alzas especulativas del dólar, alzas que ahora quedarían parcialmente convalidadas, habida cuenta de que estamos hablando de bienes perfectamente prescindibles.
Es el caso de los juguetes electrónicos importados, de los accesorios de computación, y, particularmente, el Estado podría suspender temporalmente durante intervalos prudenciales la importación de “aparaticos” de punta.
Como sabemos, la mercancía informática suele evolucionar con rapidez acelerada. El caso es que no se ha lanzado al mercado un tipo de software o de hardware marca A, cuando ya aparece otra marca B, y asimismo las actualizaciones electrónicas se han puesto de moda hasta para mercancías con una vida perfectamente útil durante varios años.
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