Ni bien se tomaba la medida de devaluación, los empresarios venezolanos comenzaron a viva voz a exigir aumento de precios. Como si la resolución los hubiera tomado por sorpresa, la burguesía sindicalizada, lanzó una nueva ofensiva feroz contra la Nación y el bolsillo de los trabajadores. El desabastecimiento y el salvaje aumento de los precios de los alimentos llevada a cabo entre los meses de diciembre y enero parecen insuficientes para la voracidad de los capitalistas vernáculos.
Esa nueva ofensiva oligárquica –golpe de estado económico–, se inscribe en un plan desestabilizador dirigido contra el gobierno revolucionario, con el único fin de socavar sus bases de apoyo generando descontento en la población, fundamentalmente en los sectores con menores ingresos. La apuesta de la derecha es sencilla: “Chávez, por su complicado estado de salud, no volverá a gobernar, y quienes lo sustituyen carecen de toda capacidad para dirigir correctamente al país”. El perverso plan se podría titular de esta manera: “Todos contra el autobusero”.
Según la hipótesis de la derecha venezolana, a la larga o a la corta, los destinos del país se dirimirán en elecciones presidenciales, y quien estará como candidato de las fuerzas chavistas será Nicolás Maduro. Es por lo tanto que la batalla ya ha comenzado y –para ellos–, es necesario deteriorar la imagen del vicepresidente en todo lo que se pueda. Como se desprende claramente, la mejor manera de ir preparándose para la confrontación electoral que se avecina, es demostrar que durante el período que le tocó estar al frente del ejecutivo a Nicolás Maduro, su gestión fue desastrosa. El embate económico apunta en esa dirección: tocar el bolsillo de los venezolanos deteriorando el poder adquisitivo de la gente. Y hacerlo de tal forma que se sienta palpablemente, no de manera disimulada, sino alevosamente, impunemente; a fin de demostrar la impotencia del gobierno y su carencia de poder real.
Ante el aumento descomunal de los precios de los alimentos se viene la avalancha de aumento en los medicamentos, electrodomésticos, transportes, etcétera. Y todo sobre la argumentación de la “estructura de composición de costos”, vale decir traspasando el aumento del dólar al consumidor final, formidable desfachatez cuando ya sabemos que el dólar en la actualidad lo transfieren a los precios no por su cotización oficial sino por el precio en el mercado paralelo. El carácter delincuencial de un importante sector del empresariado venezolano aflora una vez más.
Ahora, esta envestida oligárquica, instrumentaliza a través de lo económico, es de profunda consistencia política. Y de esa manera es que tenemos que abordarla, ya que se trata de dirimir el tema del poder, la correlación de fuerzas en la lucha de clases desatada.
La puja entonces, en primer término, tenemos que ubicarla no solamente como una confrontación entre la derecha empresarial y el gobierno; sino en la contradicción antagónica entre pueblo y oligarquía, donde el primero tendrá que implementar tácticas y estrategias acordes a la agresión sufrida. Me refiero al pueblo en su conjunto, que incluye, como elemento insoslayable en estos momentos, al gobierno revolucionario y a todas las instancias del poder popular: partidos revolucionarios, consejos comunales, organizaciones obreras, campesinas, barriales, etcétera.
No será con discursos y amenazas la forma de frenar la ofensiva oligárquica, y mucho menos con argumentos justificadores de lo injustificable; sino a través de medidas ejemplificadoras y revolucionarias es que se pondrá coto al plan político de la derecha, que impone, necesariamente, el despliegue de una inmensa movilización popular cívico-militar.
Se trata nada más ni nada menos que de ejercer el poder que el pueblo venezolano ha acumulado en catorce años de revolución, poniendo fin de una vez por todas a las pretensiones altaneras de la oligarquía pitiyanqui. La nacionalización del comercio exterior es una necesidad urgente e insoslayable. Mientras la burguesía importadora y financiera siga “vivita y coleando”, la “espada de Damocles” seguirá amenazando a la revolución bolivariana. No será “negociando” con esa clase parasitaria y especuladora la forma de alcanzar la Patria Socialista que el pueblo anhela; porque ese sector social no tiene cabida en el proyecto revolucionario. Y eso, la oligarquía lo tiene bien claro, de ahí que actúe en consecuencia. Ellos saben que su futuro depende de frenar la revolución, ya sea derrocándola o a partir de la sumisión. El tema es de vida o muerte.
Pero el tiempo, para nosotros, es un factor esencial. No podemos darnos el lujo de titubeos o vacilaciones. “En la demora esta el peligro”, afirmaba el gran ecuatoriano Eloy Alfaro, citado tantas veces por nuestro comandante Chávez. Es hora de tomar el “toro por los cachos” y asestar un golpe mortal a los enemigos del pueblo y de la Patria. Y a la nacionalización del comercio exterior se le tendrá que sumar inmediatamente la nacionalización de la banca, a fin de que las finanzas y el comercio internacional estén en manos del pueblo y de la nación, requisito indispensable para hacer efectivo el Programa de la Patria y la independencia definitiva.
fernando.bossi.rojas@gmail.com