En el año 1999, se inicia un profundo proceso de transformación de la formación social capitalista dependiente venezolana. El diagnóstico de la Venezuela puntofijista, clientelar, partidocrática, elitista, excluyente, subdesarrollada, que empobreció al pueblo venezolano, nos decía que ésta tenía que ser objeto de una transformación radical. Que no había cabida para las reformas. Por lo que, dicho proceso, debía conducir a la formulación de un nuevo modelo de desarrollo. A un nuevo proyecto de nación. Que tuviera al venezolano como el centro de su estructuración, sin excluidos. Verdaderamente democrático, por tanto de democracia participativa y protagónica. Solidario y exigente. Serio y responsable, en la distribución de la riqueza nacional.
Se inició, de tal manera, una revolución pacífica y democrática. En menos de un año, se transformó el marco constitucional del país, con lo cual se cumplió el compromiso de dotar a Venezuela de una nueva Carta Magna.
T.S. Kuhn, en su obra: La estructura de las revoluciones científicas, nos dice que “las crisis son una condición previa y necesaria para el nacimiento de nuevas teorías”, y que “la decisión de rechazar un paradigma es siempre, simultáneamente, la decisión de aceptar otro, y el juicio que conduce a esa decisión involucra la comparación de ambos paradigmas con la naturaleza y la comparación entre ellos”, ya que “la transición de un paradigma en crisis a otro nuevo del que pueda surgir una nueva tradición de ciencia normal, está lejos de ser un proceso de acumulación, al que se llegue por medio de una articulación o una ampliación del antiguo paradigma”.
De allí que sea –precisamente- esa transición, hacia el establecimiento de un nuevo paradigma, a lo que Kuhn llamó Revolución Científica.
Pues bien, avanzar en la edificación de una nueva formación social venezolana exige al liderazgo, que le corresponda conducir dicho proceso, entender que el Socialismo del Siglo XXI no es igual a los modelos socialistas existentes o que existieron en otras latitudes. Que éste fragua su estructuración en la realidad venezolana. Es venezolano. Lo cual no significa que algunas de sus políticas, puedan ser coincidentes con las de otras experiencias societales.
Tiene que ser un liderazgo imaginativo y creador. Tiene que entender que su gran misión, es la de diseñar un modelo de desarrollo social nuevo; cuya edificación debe trascender el rentismo tradicional; que debe transformar el “Estado Capitalista” actual en un “Estado Socialista”, que ese es el cambio de paradigma requerido.
Tarea que no es fácil, ni se logra por decreto. El liderazgo para la transformación socialista tendrá que dotarse de una formación política sólida. Debe hacerse de un real conocimiento -y una real interpretación- de nuestro proceso socio-histórico. Debe saber que Venezuela fue incorporada al sistema económico mundial en calidad de país productor de materia prima y consumidor de productos industriales. Sistema Económico que las grandes potencias organizaron de acuerdo con sus intereses y dispusieron de su inigualable poder para imponerlo. “Sistema Mundo” que hay que transformar. Debe entender, por tanto, que el tiempo presente es otro.
Un líder socialista no debe parecerlo; sino que, debe serlo. Por lo que en su accionar debe dar demostración de ser un auténtico demócrata; que su prédica sobre el pueblo, es sincera; que lo guían nobles y profundos sentimientos humanos, por lo que la justicia social, la equidad, la igualdad, trascienden la condición de valores morales que se le atribuye en la sociedad capitalista, para convertirse en principios caracterizadores y determinantes de una conducta verdaderamente socialista.
El liderazgo de la Venezuela Socialista debe desechar toda conducta clientelar, todo “familismo amoral”. Debe entender que, a diferencia de lo postulado por Weber, el carisma es una cualidad que se atribuye a aquellas personas que atraen y son atraídas por el pueblo. Cuyo liderazgo es construido a partir de la trasmisión de ideas y creencias, estructuradas a partir de una lógica del poder.
El líder socialista tiene que ser consciente que él no es un “ser aparte”, dotado de poderes sobrenaturales. Que como bien lo dice Lipovetsky: “El ideal moderno de subordinación de lo individual a las reglas racionales colectivas ha sido pulverizado, el proceso de personalización ha promovido y encarnado masivamente un valor fundamental, el de la realización personal, el respeto a la singularidad subjetiva, a la personalidad incomparable…”.
Pero sobre todo, el liderazgo para la edificación de la Venezuela socialista, deberá estar convencido de que ello es posible; y, más que posible, que es una necesidad.
Sólo así haremos realidad la utopía.
El autor es: Profesor ULA
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