Siempre habrá tendencia a subas de precios mientras ellos estén sujetos al vaivén de la ofertademanda. El primer acaparador es el propio fabricante quien, en lugar de vender a directamente a los consumidores, abre empresas comerciales con su propio capital o negocia con terceros, todo lo cual supone encarecimiento del producto por sobrecostes de mercadeo o de un mayor capital que exige igual o mayor tasa de ganancia.
Por su parte, el comerciante también está animado por la obtención de máxima ganancia con capital mínimo y para tal efecto improvisa la escasez de los productos con mayor y más continua demanda. Resulta fácil decir “no hay”, aunque las bodegas estén repletas, y para ello cuenta con unos trabajadores que carecen de toda solidaridad con el resto de los trabajadores, habida cuenta de que los consumidores a quienes se les encarece los precios especulativamente, a quienes se les niega los productos de la cesta básica-de niños, inclusive-son trabajadores y hasta vecinos suyos. A ese extremo llega la ideologización burguesa que convirtiendo a los dependientes en cómplices de un robo comercial que practica su patrono bajo el chantaje: “o calla o está despedido”.
Pero hay más, el propio consumidor se asimila y convierte en acaparador y refuerza la escasez artificial de fabricantes y comerciantes cuando almacena para sí más allá de sus necesidades inmediatas.
De allí que una de las funciones más importantes del Estado es la regulación de precios. Cuando un comerciante recibe autorización para vender asume la obligación inquebrantable de no acaparar y la de vender a precios justos, y estos, como sabemos están regulados-supuestamente-por la ley de la oferta y la demanda, una regulación de la cual el comerciante se aprovecha mediante el mencionado artilugio de la escasez ficticia. Por algo, una de las banderas del capitalismo es la libre empresa y la del libre mercado.
Las multas de poco sirven para poner freno a este flagelo que está inscrito firmemente en la conducta de fabricantes y comerciantes, personalidades, estas, que se muevan según su interés personalísimo. Como esas multas merman su capital, el multado tratará de resarcir semejante pérdida con nuevas alzas de precios. Como es el Estado quien los autoriza, el acaparamiento que él pretende luego penar lo hace suyo indirectamente por cuanto no aplica las sanciones pertinentes. Esta debe ser la suspensión inmediata de la licencia comercial. Ya el intervalo de suspensión dependerá de los grados de reincidencia en semejantes delitos.
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