Impulsadas por ese grandioso sentimiento de amor por la patria y por su líder, las corrientes revolucionarias fluyen tranquilas y firmes hacia el inmenso mar azul de la fe. Precisamente, allí es donde nacen las grandes olas de agua cristalina que bañan el rostro y los poros de la piel de los pueblos de América Latina, despertando las fibras de la conciencia de millones de hombres y mujeres que ya aprendieron a nadar sin miedo y a brazo alzado apuestan por la consolidación del socialismo.
Así hemos venido avanzando en Venezuela en estos catorce años, abriéndonos paso entre los terrenos intrincados, entre las trampas, entre las guarimbas montadas por la oposición. No obstante, no han podido y no podrán detenernos, porque los hemos vencido y lo seguiremos venciendo en todos los terrenos, en todos los frentes, en todas las batallas. A nosotros los chavistas y revolucionarios nos abrigan los sentimientos profundos de la victoria, de no parar hasta ver los pilares definitivos de la democracia revolucionaria; en tanto a ellos los opositores, guarimberos, acaparadores, estafadores y sepultureros de oficio los invade el odio, la traición y esos deseos intensos de que muera la vida.
Esos son sus dilemas y sus trilemas, porque mientras más se aferran a esos sentimientos perversos, cada día se hunden en los abismos de los desaciertos políticos. De allí que tras cada proceso electoral muerden el polvo de la derrota, situación que los disloca, les ciega el juicio y les envenena el alma. Esos son los dilemas de la oposición, que hoy en día andan por caminos confundidos. Le dieron una puñalada a la Carta Magna y luego dijeron que andaban comprando kerosén; instalaron un dictador y luego dijeron que era jugando; asesinaron a la democracia en medio de cantos de libertad, libertad, libertad; sus francotiradores mataron a varios venezolanos, mientras ellos los empujaban hacia el matadero entonando la consigna ¡ni un paso atrás!
La verdad es que no han dado ni uno, ni dos, ni tres, sino cientos de pasos atrás, mirando siempre con el ojo de Capriles que los guía por el camino de las golosinas y las chupetas. Briqueteando y con poses de manos raras, han ido arrastrando a sus seguidores hasta las fronteras de la eterna derrota. Pensaban que avanzaban pero sin darse cuenta iban reculando y los sifrinitos de Primero Justicia decían: “sigue que hay un camino”. Esos dilemas de cromosomas les impiden ver y saber que cada día van de pa´trás.
En tanto y en cuanto ellos se hunden en esos torrentes sanguíneos de cromosomas indefinidos e infestados por la peste verde, la revolución sigue su marcha de victoria y de fe profunda por la vida y por el pronto mejoramiento de nuestro presidente. Estemos pues, dispuestos a no desmayar ni un instante y seguir por esa senda que