Todo revolucionario ha de saber dominar y controlar sus emociones. Un revolucionario no se deja guiar por matrices enemigas ni por temores infundados. El revolucionario escoge el momento y las condiciones en las cuales ha de dar batalla. Somos un mar de sentimientos hirviendo en la fuente de la vida. Los revolucionarios debemos saber aprender y asimilar las lecciones de los líderes honestos. Es difícil que las ideas prendan en las consciencias de los seres humanos de buenas a primeras. Pero cuando esas ideas son respaldadas por hechos y por actos honestos, se multiplican. Se multiplican en cada hombre mujer y niño que cree en la bondad y el amor al prójimo.
No me voy a extender en las bondades del camarada presidente. Eso ya es harto conocido. Pero si debo hacer énfasis en la asimilación de sus lecciones y en la responsabilidad que tenemos de aplicar en nuestra conducta diaria las lecciones de dignidad, sabiduría y respeto que en cada oportunidad nos indujo. Chávez no es ni será un santo. Es un hombre común, que logró reunir lo más hermoso e inmenso de las virtudes que puede alcanzar un ser humano. El camarita nos enseñó que es posible vivir sin la gula egoísta y en hambrienta apetencia personal. Él no buscó el poder por ambición, lo hizo como una obligación y una necesidad ante la destrucción que se venia dando en nuestra Venezuela.
El 8 de diciembre del 2012, Chávez se despidió, pero nos dejó unas instrucciones unos pasos a seguir. Asumamos su decisión y hagamos lo que nos pidió. No podemos ni debemos negar que sentimos dolor ¿Acaso no somos revolucionarios? Si la principal virtud de un revolucionario es la del amor, sensibilidad y solidaridad con el dolor ajeno ¿Que no con el propio? Se fue el hombre, pero la idea se acrecienta, se fortalece y se expande. Esa es la razón por la cual el mismo decía y repetía, que Chávez es una idea, un proyecto, Chávez es el pueblo.
Exijo en este momento de pesar mucha cordura, ideas y pensamiento frio y actos calculados. Todo lo que hagamos desde ahora y en adelante debe ser para fortalecer este proceso, para dar fiel cumplimiento a las instrucciones póstumas, que nos dejó el camarita. Ahora nuestro compromiso con Chávez se traduce en un compromiso con la revolución Bolivariana. Hemos de profundizarla y fortalecerla. Si debemos manifestar nuestro dolor. Pero también debemos decir al enemigo: este dolor no es debilidad ni abandono al proceso. Ahora es que profundizaremos esta vaina.
¡VIVA CHAVEZ!
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