Hugo, el disposicionero

A mi amigo Adán Chávez, qué vaina

Vente derechito a la casa, Huguito, cuando termines de vender los dulces te vienes derechito, no te pongas a inventar. Salías a vender arañas y te distraías por los caminos, imitando copleros, correteando lagartijas y liberando mariposas. Sabaneta de Barinas era entonces tres calles de polvo y sol, casas de palma de moriche, bahareque y piso de tierra. Más allá, el llano, el morichal y el horizonte, del tamaño de los sueños. Tu infancia era como la del poeta Aquiles Nazoa: “pobre pero nunca triste”.

Lanzar chapitas para ser como el Látigo Chávez no era una opción, había que jugar pelota, aunque fuera sabanera. Y agarrabas sabana cuando te mandaban a vender las arañas. Por eso la abuela Rosa Inés bien que te llamaba disposicionero: muchacho que dispone cosas por su cuenta, adolescente que sale del liceo y se queda declamando poemas de amor, hombre que se hace militar y la agarra por hacer revoluciones. Eso es un disposicionero.

Hubo otro disposicionero, allá por el siglo XIX. A este le dio por libertar naciones. Salió de Caracas y casi llega a La Patagonia. El Pichincha y el Potosí lo vieron pasar. Quito le regaló mil flores y un gran amor. Te fuiste tras sus huellas, como él siguió las de Humboldt para terminar delirando sobre el Chimborazo, ¿ves lo que les pasa a ustedes?

Los disposicioneros son caminantes impenitentes, como el Miguel Vicente Pata Caliente de Orlando Araujo, tu paisano del piedemonte. O como el guerrillero heroico que a cada rato sentía bajo sus talones el costillar de Rocinante y volvía al camino con su adarga al brazo. ¿Dije Rocinante? El extraviado jinete de este jamelgo también fue un disposicionero.

Ustedes los disposicioneros, valga el descubrimiento, disponen. Son hombres dispuestos para lo que se les presente. Y les va la vida en lo que disponen. Dijiste Asamblea Nacional Constituyente y los que no te creyeron, hoy se ven regidos por una nueva Constitución Nacional y habitan en la República Bolivariana de Venezuela. Dijiste que el potro del escudo corría para donde no era y hoy galopa brioso hacia la izquierda. Dijiste que el Decreto del Libertador Simón Bolívar debía cumplirse y hoy ocho estrellas flamean en la bandera nacional.

Disposicionero, apostaste a la integración latinoamericana y caribeña. El ALCA propuesta por el imperio fue barrida por el ALBA, como la aurora barre la noche. Resucitaste la OPEP de sus cenizas. Insuflaste vida a la Unasur, la Celac y a otras expresiones de la Patria Grande. El sueño grancolombiano de la América Nuestra fue descartado como un delirio del Libertador Simón Bolívar. Disposicionero, hiciste realidad los delirios del héroe.

La abuela Rosa Inés no está por allí para que vea cuántas cosas has dispuesto. Los venezolanos de todos los confines gritan al unísono: “tenemos Patria”. Tu obra mayor. Pusiste satélites en nuestro espacio ultraterrestre y canaimitas en las escuelas más apartadas. Ahora que estás con tu Mamá Rosa, cuéntale todo lo que hizo en estos 14 años su nieto Hugo. Dile que su disposicionero salió por ahí, liberó pueblos y regresó convertido en el cuarto majadero de la Historia.

earlejh@hotmail.com


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Earle Herrera

Profesor de Comunicación Social en la UCV y diputado a la Asamblea Nacional por el PSUV. Destacado como cuentista y poeta. Galardonado en cuatro ocasiones con el Premio Nacional de Periodismo, así como el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal (mención Poesía) y el Premio Conac de Narrativa. Conductor del programa de TV "El Kisoco Veráz".

 earlejh@hotmail.com

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