En el mundo, corre como pólvora, la idea de que fue el imperialismo quien inoculó el cáncer que en poco tiempo le arrebató la vida al camarada Chávez. Del imperialismo se puede esperar lo peor, lo más perverso, lo más atroz, lo más promiscuo, lo más inhumano pero jamás lo bueno. El imperialismo ya llegó a ese punto en que todo cuanto haga por delante es en perjuicio de la mayoría y en favor de una, cada vez más, minoría reducida a la mínima expresión. No hay que perder tiempo en buscarle una quinta pata al gato. Con las cuatro que tiene es suficiente.
El método del terrorismo individual, para asesinar líderes políticos revolucionarios, ya le resulta costoso al imperialismo. Demasiado se desacredita, demasiado embarazoso le cuesta dar explicaciones negativas. El terrorismo individual es demasiado visible mientras que los virus atacan de forma sigilosa sin que se sientan, en lo inmediato, los primeros síntomas del dolor. Vale la pena traer a colación aquel virus –no recuerdo con qué nombre lo identificaron- creado en laboratorios de Estados Unidos por notables científicos de múltiples ciencias para lanzarlo en Cuba y arrasar con todos los sembradíos de cítricos creyendo que de esa manera el pueblo cubano se alzaría y derrocaría el Gobierno encabezado por el camarada Fidel Castro. Lo que no previeron los imperialistas era que en Cuba crearían el antivirus y sus organismos de seguridad desbaratarían toda la red de mercenarios que estaba implicada en la isla para que el imperialismo hiciera realidad su sueño. Vale, igualmente, la pena traer a colación aquella macabra política criminal aplicada por el imperialismo estadounidense en Puerto Rico de hacer prácticas médicas con mujeres para que no dieran luz más nunca y así evitar el crecimiento del pueblo puertorriqueño hasta el punto en que fuese, un día, la población prácticamente estadounidense y se acabaría para siempre el dilema de Estado Asociado. Todo Puerto Rico sería estadounidense. Lo dicho nos da la medida de todo lo que es capaz de hacer el imperialismo con tal que se mantenga intacto su régimen de riqueza y privilegio para la oligárquica monopólica. Eso es nazismo, es fascismo, es falangismo y punto. En la Casa Blanca predomina la mezcla más perversa de las sangres y los pensamientos de Hitler, Mussolini y Franco. No importa color de la piel.
Ha salido a flote o a conocimiento de la opinión pública, como denuncia, los laboratorios existentes en Estados Unidos donde se preparan virus de cáncer. De eso nadie tenga duda. Pero, permítanme y nadie se ofusque por ello, no creo que el principal responsable de inocular virus de cáncer en líderes políticos revolucionarios sea el imperialismo. Este es culpable, sin duda alguna, pero no el principal. Bueno, voy a denunciar al principal culpable, al que permite se haga realidad una inoculación de cáncer en líderes revolucionarios.
Ese culpable, queridos camaradas, no es otro que el proletariado de los países imperialistas. El pragmatismo es un inmenso laboratorio donde el cáncer ideológico parte del estómago y se incrusta en el cerebro para desde allí sentar el fundamento de la resignación ante el verdugo, es decir, ante el imperialismo. No me digan que no es así. El imperialismo se sostiene, no hay cómo negarlo, porque su pilar esencial en este tiempo no es el capital sino el proletariado que lo acepta, que es su esclavo consciente, que le lava los negocios sucios, que le presta su espalda para que tome impulse y vuele lejos, que le facilita su fuerza de trabajo para que los pocos que mal gobiernan el mundo cada día sean más ricos, más poderosos, más influentes, más belicosos, más impostores. Esa es la verdad. Claro, es justo decir que no son todos los obreros pero estamos hablando de clase social y no de proletario en particular.
Ese mismo proletariado, lo sabe a ciencia cierta, que todas las condiciones objetivas están dadas para atreverse a despojar o arrebatarle el poder político a la oligarquía financiera, a los imperialistas, pero no, no hace nada por cumplir su papel histórico de redentor de todos los explotados y oprimidos en la Tierra. Ese mismo proletariado, lo sabe a ciencia cierta, que una buena parte del proletariado de las naciones subdesarrolladas lucha con ahínco, con coraje, con fe, con doctrina en la cabeza, con nobles sentimientos en el corazón, por la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad pero no, nada hace por hacerse eco de sus luchas, de sus sueños y más bien es completamente indiferente, da la espalda a las acciones gloriosas de vanguardias revolucionarias y clasistas que ansían por la derrota del capitalismo y la construcción del socialismo. Mientras ese proletariado de los países imperialistas se levante y consuma, antes de ir a trabajarle a la burguesía para producirle riqueza y más plusvalía, como desayuno el empirismo y almuerce con racionalismo, seguirá acostándose con la cabeza embolatada de filosofía pragmática y eso, y eso, no lo dejará pensar jamás en que su verdadera misión en arrancarle de las manos a la burguesía el poder político para hacer posible la redención de los seres humanos y forjar el nuevo mundo donde reinará la libertad sobre la necesidad. ¿Saben por qué?: porque el proletariado de los países imperialistas no quiere aceptar que las contradicciones sociales son una fuerza motora del desarrollo social, por lo cual en su pensamiento teórico rechazan la dialéctica como lógica de las contradicciones. Reconozco: plagié al camarada Trotsky.
Por esas cosas, es que creo que el principal responsable de inocular virus de cáncer en el organismo de líderes revolucionarios es el proletariado de las naciones imperialistas y no el imperialismo propiamente dicho. Lasalle lo dijo: cuando los trabajadores y las ciencias se abracen, aplastarán en su abrazo fuerte todos los obstáculos sociales que se interpongan en su camino. Y eso sólo es posible, principalmente, en este mundo cuando el proletariado de las naciones imperialistas se rebele y se decida hacer lo que nadie puede hacer por él: la Revolución Proletaria. Entonces, no habrá nadie que se ocupe de crear un virus para quitarle la vida a otra persona.