Un mito en la contienda

“Es seguro que todo lo trágico es de algún modo triste…Pero no es menos cierto que no todo lo triste ni lo que provoca tristeza posee un carácter trágico. Toda muerte es ella misma triste y a veces entristece a los deudos; pero ciertamente no toda muerte es trágica.” Max Scheler, Gramática de los sentimientos.

La próxima contienda electoral del 14 A, por la Presidencia de la República, se realizará bajo el impacto y fundamentalmente el significado de la muerte del Presidente Hugo Chávez. Su deceso ocurre en un contexto político de alta afectividad y emotividad, además bajo el signo de la intolerancia, la confrontación y la polarización exacerbada por el rotundo triunfo de octubre, su salud, larga ausencia del país y el manejo comunicacional de su enfermedad. A ello se añade su “testamento político” comunicado al país antes de partir a Cuba para su cuarta intervención. Su muerte, ocurrida tres meses después, ha recibido bajo el imperio de la polarización lecturas políticas opuestas. Para unos es un camino despejado y la oportunidad de hacerse del poder político en las próximas elecciones. Para otros es pérdida, tristeza, dolor y aprensión.

Sin lugar a dudas la figura de Chávez se ha agigantado después de su muerte y, como han señalado algunos analistas, va “en camino de convertirse en un mito”. Según Eliade Mircea (Mito y realidad) el mito “cuenta una historia sagrada”, ejemplar y significativa, que refiere las hazañas de seres sobrenaturales o extraordinarios y relata “un acontecimiento que ha tenido lugar en el tiempo fabuloso de los “comienzos”. Y, como en este caso, cuando el mito aborda la muerte y el sufrimiento cumple también la función de otorgar consuelo y dotar de valor.


La muerte física de Chávez es seguida por su renacimiento al ámbito de lo sagrado, una realidad que trasciende a este mundo pero que se manifiesta en él. Chávez, una vez desaparecido físicamente es “mito vivo”, está presente en la sociedad venezolana y proporciona a un sector de la misma modelos de conducta y, por tal razón, confiere significación a la vida misma.


El mito no es una explicación racional, sino más bien de orden cultural y de importancia decisiva en los movimientos políticos. De manera tal que una actividad tan terrenal como la campaña y el acto electoral en sí mismo, se verán dramáticamente permeados por lo mítico, lo sagrado, lo extraordinario y lo sobrenatural, aun cuando podrán ser racionalmente utilizados y manipulados para fines político-electorales.

maryclens@yahoo.com


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Maryclen Stelling


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