A pocos días de las elecciones

¿Ha dejado de ser Capriles el bobalías que siempre ha sido?

Ser líder de un proyecto político trascendente, no es para monos peludos. Sí, porque ser líder no es un señorío, sino más bien una obligación: la de realizar el cometido del proyecto. Y eso interroga sobre varios atributos: ¿Tienes un proyecto del que puedas hablar con franqueza, con naturalidad? ¿Escuchas con atención y con inteligencia al pueblo? ¿Te recuerdas a ti mismo y a los demás, de forma permanente, las metas y misiones del proyecto? ¿Tienes alto sentido de organización a fin de motivar a los demás a organizarse? ¿Estás disponible siempre para el intercambio de ideas, aun cuando tu responsabilidad sea enorme y demandadora de tiempo? ¿Eres incluyente? ¿Evitas hacer solo el trabajo? ¿Tomas decisiones aunque otros no estuviesen de acuerdo? Y, muy importante, ¿tienes seguridad en ti mismo y en el éxito del proyecto?

Nicolás Maduro, como hijo político evidente de Chávez, responde cabalmente tales interrogantes. Primero como hombre de izquierda de siempre, y luego como gobernante. Y era presumible que, dádole a Chávez la merecida libertad de escoger su sucesor en las fatales circunstancias que conocemos, se inclinara por él por todos los signos que esa posibilidad iba ganando, día a día, aunque al mismo tiempo formaba otros eventuales sucesores también igualmente buenos. Pero vio en Nicolás Maduro lo que su pulcra intuición siempre veía… Y nuevamente, tampoco se equivocó.

En fin, ser líder es devoción por un proyecto ético. Nicolás Maduro la tiene. Otra cosa es ser capo, como pretende Capriles.

Porque es que hay un vano concepto sobrevolando la extraña esperanza de los contrarrevolucionarios. Y es hacer ver –y no creer, por supuesto– que el Capriles de hoy es otro muy distinto –para presunta fortuna de esa vacía esperanza– de aquel que fuera derrotado de manera tan deslustrosa por Chávez, el 7-0. Ellos no encuentran la manera de hacer de él, algo que no es, y que nunca será: convertirlo en líder del proyecto derechista y anti popular en Venezuela. Caldera fue un hombre talentoso y trabado ideológicamente, por ejemplo. Capriles no. Porque es que la idea de líder no encaja para nada, ni encajará, en la mentecatez luctuosa de este galancete de la política. Y sobre todo hoy, cuando se vive el esplendor de la era Chávez.

Capriles no es más que el guiñol de un indecente e infausto proyecto político y económico transnacional y negador, a todo evento, del bienestar del pueblo venezolano. Y es tan abyecto, el proyecto, que ni siquiera lo han autorizado sus jefes transnacionales y nacionales para que hable abiertamente de él a sus electores, porque sería el acabose. En su lugar le permiten ofrecer, y ridículamente, solo “un sol, y un cielo entero”…

Él dice por ejemplo que es un “pelao”, voz colombiana que debe haberle quedado de sus múltiples y estrechos contactos personales con Álvaro Uribe, tal vez, su instructor más honorable... Eso da una medida de su índole cierta.

No es Capriles candidato contra una “cultura del abuso, contra unas mafias enquistadas en el poder”, como alguien ha dicho por ahí, de manera redicha. Capriles es justamente el candidato de los abusadores contra el pueblo, el de la verdadera mafia pretendiendo ser gobierno.

No es Capriles con quien alguien sensato pudiera verse tentado a identificar por sus propuestas, porque no las tiene. Son otros –sus operadores– los que las tienen y no le permiten decirlas por obvias razones de tenebrosidad… Es por eso que por Capriles votaría –lastimosamente– el antichavista indeliberado, el antichavista mecánico…

No es Capriles hoy más locuaz, sino más vocinglero. Es como el que habla varias lenguas. ¿De qué le vale, si termina siempre pronunciando el mismito bobático discursito?

No es Capriles más –por tanto– que otro triste fraude de la historia triste de los fraudes políticos venezolanos que antes pretendió derrotar a Chávez con su falsa versión de beato, y que ahora pretende hacerlo con Maduro mediante su verdadera versión: con su “versión malandra” de carajero y manoteador de cámaras.

Capriles, paradigma del cliché antes sostenía como todo buen político tradicional, que la política es el arte de lo posible. Y lo posible encarna hasta donde comienzan a perjudicarse los intereses de la burguesía, en beneficio del pueblo. Y en su obstinada intención de continuar engañando, sostiene ahora que la política es la posibilidad de realizar los sueños… Para él no los sueños, sino el sueño de ponerle la mano a PDVSA, que es lo único que sueña en sus borrascosas y alucinatorias noches.

Vamos a darle más duro, entonces, el próximo 14 de abril.

¡Viva Chávez! ¡Viva Maduro! ¡Viva la Revolución!

canano141@yahoo.com.ar


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Raúl Betancourt López


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