Vi pocas películas de Tarzán cuando me tocaba, pero sé de fijo de una llamada Tarzán contra el mundo.
Alegoría consumada de la imaginería de la ultraderecha de los Estados Unidos: el mundo debe ser como ellos. No toleran diferencias, salen de viaje y buscan un McDonald’s para comer, de tal modo que uno no sabe para qué viajan si van a buscar lo mismo de su tierra. No sé por qué el nazifascismo nació en Italia y en Alemania y no en los Estados Unidos. Y hay el chiste de la encuesta sobre el resto del mundo que fracasó en los Estados Unidos porque nadie supo qué era el resto del mundo.
No toleran que alguien practique una religión distinta a la que ellos dicen practicar. Que dancen a otros sones. Que vistan con turbantes porque los llaman «cabezas de trapo». Son terroristas, los matan en el metro. No toleran que en otro país mande quien obtenga mayoría de votos.
Los romanos permitían que sus conquistados conservaran sus dioses con tal de que rindieran culto también a su Emperador. Negociaban la lealtad de sus colonias. Los españoles no tuvieron asco a otras pieles y por eso tenemos este mestizaje tan sabroso. Casi siempre los conquistadores sostienen algún intercambio con sus conquistados. No así estos, que no consintieron que sus esclavos tocaran tambores y por eso tenían que usar su cuerpo para percusión y ejecutar jazz con instrumentos europeos, porque cuando un africano toca un instrumento europeo lo convierte en un instrumento africano, dijo un jazzista. Exterminaron a los indios y encerraron en reservaciones a los que quedaron. Llegas a cualquier ciudad de los Estados Unidos y ves un barrio chino por aquí, uno italiano por allá, otro negro, otro hispano y el predominio anglosajón.
No todos son así; también hubo Mark Twain. Hay mucha gente decente, como aquel que dijo: «Hay gente blanca, hay gente negra y hay gente inteligente».
Pero esa es la tendencia predominante, a pesar de las contorsiones y crispamientos que hace demasiada gente en el mundo por copiar el American way of life. A los japoneses, por ejemplo, les dio tiempo ha por operarse los ojos y terminaban como Peter Lorre. O nuestros pitiyanquis, que son esperpénticos, pues un yanqui es yanqui, no pitiyanqui.
Por eso tienen declarada la guerra al mundo.