Observar los resultados de las últimas elecciones dicen claramente que los mismos no encajan dentro de lo que ha sido la dinámica de los partidarios por el socialismo en el país.
Guardando las distancias de lo que puede ser una compleja interpretación estadística, únicamente con el propósito de hacer una simplificación de la interpretación de dichos resultados mismos, los podrían dar a entender lo siguiente:
- Si en una cola de Mercal hay 10 personas, 5 votaron por Maduro, 4 por Capriles y 1 persona se abstuvo de votar o votó por los otros.
- En la gran cantidad de edificios y casas que se han entregado con la Misión Vivienda, un poco más de la población de dichas viviendas que está en capacidad de votar (50,66%) lo hizo por Maduro y un porcentaje casi igual (49,07%) votó por Capriles.
- En un aula de clases de la UNEFA o de la Misión Sucre ,de diez estudiantes 5,6 votaron por Maduro y 4,9 votaron por Capriles. Como no es posible fraccionar a las personas entonces podemos decir, como en el ejemplo anterior, 5 votaron por Maduro y 4 por Capriles y una persona no votó o votó por los otros.
Esta lista podría continuarse de manera interminable con todas y cada una de las Misiones, logros, ayudas sociales, beneficios económicos y demás ayudas sociales que ha emprendido el gobierno. No obstante, la conclusión fija que arrojaría, más allá de todos las matices que pueda dársele, es que ha habido muchos beneficiarios del chavismo, que también dicen ser chavistas, que votaron por Capriles. Aunque parece una perogrullada o algo demasiado obvio, es clave precisar eso para tratar de responder ¿Por qué sucedió eso?
Aquí es donde entra la trampa del discurso de la reconciliación. Probablemente, una cifra importante de esas personas que en algún momento votaron por Chávez pero que ahora votaron por Capriles, lo hicieron creyendo que como “hace falta reconciliarnos” hay que darle oportunidad a los otros. Es probable que muchos de ellos hayan actuado honestamente, con un optimismo ingenuo en el que consideran que es posible la construcción de un modelo de país en el que el socialismo pueda coexistir con la derecha. Tal vez haya sido también mucha la ignorancia acerca de lo que son capaces de hacer los de la derecha cuando estén en el poder, la que los impulsa a otorgar su voto a quienes desde siempre han sido sus opresores, pensando que “a lo mejor han cambiado” y hay que permitirles que demuestren las buenas intenciones que asoman.
Lo peor de esto es que son los mismos representantes del gobierno quienes a cada rato se la pasan haciendo llamados para la reconciliación o la conciliación. Cuando se busca en el diccionario el significado de estas palabras, se encuentra que las mismas están asociadas a perdón, asumir culpas, evitar pleitos y lograr acuerdos. En otras palabras entonces: ¿Tenemos que pedir perdón por desear un sistema socialista nada más por evitar pleitos? ¿Tenemos que sentirnos culpables porque no nos guste el capitalismo y su neoliberalismo que tiene arruinado a más de la mitad de la población en Europa? ¿En nombre de la paz deben mantenerse acuerdos con aquellos actores del sistema económico que no conviene tocar porque promueven la desestabilización?
Conocemos de muchos casos de familiares, amigos, compañeros de trabajo, que aunque no comparten la misma visión política del país siguen saliendo juntos, paseando, bromeando, reuniéndose en familia para celebrar un cumpleaños o lo que sea y, a pesar de estar convencidos de una u otra posición política, ninguno de ellos considera que haga falta reconciliarse porque los lazos amistosos, familiares y afectivos que los unen son muchísimo mayores que cualquier tendencia política. Claro está, también conocemos el caso contrario, en el que los extremos se radicalizan y se afectan las familias y las amistades, pero estamos seguros que eso no es la mayoría del país. Es desde ese punto de vista, que consideramos que es una auténtica tontería estar llamando a la reconciliación o la conciliación entre los venezolanos cuando la realidad es que seguimos viviendo juntos y haciendo muchas de las cosas que siempre hacíamos juntos con las particularidades propias de cada quien.
Lo otro, es que se llame a reconciliación o conciliación de dos modelos políticos y económicos que son totalmente excluyentes. Eso es una gran torpeza. Capitalismo y Socialismo no pueden coexistir porque políticamente, conceptualmente o desde el punto de vista que se analice, son dos modelos totalmente opuestos. Pensar que puede haber una integración, una “luna de miel” de ambos es un craso error que a la larga lo que puede ocasionar es que los logros y avances que se han hecho a partir de la implementación de políticas socialistas se pierdan ante la falta de definición y, probablemente también de determinación de los líderes políticos en lo que se quiere asumir como modelo de ejecución de las políticas del Estado. En otras palabras, este discurso de la reconciliación podría no ser otra cosa que una trampa en la que se oculta la falta de definición y de determinación de aquellos actores políticos que no están totalmente convencidos de las ventajas que puede tener seguir el modelo socialista y creen que se puede ser socialista pero manteniendo los viejos hábitos y vicios que nos ha legado el capitalismo.
Lejos estamos de finalizar esa fase de nuestra historia actual en la que “lo que está muriendo no termina de morir y lo que está naciendo no termina de nacer”, pero mientras se siga pensando que es posible lograr una conciliación que permita la coexistencia de ambos modelos políticos – capitalismo y socialismo –, seguirán muchos partidarios del chavismo bajando la guardia y los resultados electorales cada vez más apuntarán a que la derecha nuevamente tome las riendas del poder. Que nadie se sorprenda entonces.
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