Mi vecina, es de esas escuálidas prototipo, sin remedio, desahuciada social, que se transforma con mucha frecuencia en un peligro para todo lo que le huela o se le parezca a chavista, colombiana de origen, uribista hasta los tuétanos, una de las tantas razones por las que destila tanto odio contra el estado de cosas que nos hemos dado los venezolanos, desde hace14 años, es por supuesto quien maneja la administración del condominio porque el único voto en contra es el mío, pero también es quien lideriza el antichavismo en al urbanización, es de las que sale a marchar hasta con el gato de la casa, bandera de 7 estrellas al hombro y gorra tricolor, su odio, por más que me devano mis sesos, no he podido entenderlo, pues no debe nada de su casa, ya que fue una de las beneficiadas con la eliminación de los créditos indexados, un buen día fue a cancelar su cuota mensual al fenecido PROVIVENDA y se encontró con la noticia de que de 10 mil bolívares fuertes, debía cero y solo le quedaba el acudir al Registro a firmar para recibir la propiedad absoluta de su casa, después ufanándose me mostró sus dientes nuevos, donados en la Misión Sonrisa, incluso me enseñó un carnet en el cual se destacaba una pequeña foto de Chávez, el cual debería presentar para el chequeo progresivo y el avance del trabajo dental en su boca, luego se apareció con lentes nuevos, donados en la Misión Milagro; su hija que vive alquilada, con el soporte de haberse registrado en la Gran Misión Vivienda, su otra hija con síndrome de Dawn ya recibe el aporte de la Misión José Gregorio Hernández, su marido la pensión de vejez, y sé que ella también logró obtenerla por Caracas, pagando una suma ,seguramente a uno de los escuálidos infiltrados en el IVSS.
Es la típica vividora, que acompaña a muchos extranjeros que en su tierra pasaba las de Caín y llegaron aquí para aprovecharse, incluso en desmedro de muchos nacionales, quienes lamentablemente no tienen acceso a tantos beneficios, aun requiriéndolos a veces con urgencia. Es de las que va a Mercal, a Pedeval y al Bicentenario y que aun aprovechándose de sus precios, no deja de criticar hasta donde puede en las colas.
Pues bien ese espécimen es el que yo tengo que calarme, en épocas como la reciente, en al que ese loco de atar que tienen como líder ¿?, los mandó a la calle a “drenar su arrechera”, sin decirles en qué forma hacerlo, es decir dejándolos en libertad de acción, lo que llevó a muchos a matar e incendiar, y a mi vecina a convocar a toda la urbanización para frente a mi casa no sólo tocar sus cacerolas, sino incluso causar daño a mi propiedad, pues con los golpes en una reja separadora me destruyeron unos adornos de arcilla que allí tenía,
La primera noche me tuve que calar el escándalo que se prolongó por más de una hora, pero para la segunda noche me armé de un CD de hora y media de duración, con canciones de Chávez y de la campaña de Maduro y aprovechando que tengo un equipazo les solté, apenas comenzaron su serenata el disco a máximo volumen, tanto que sus cacerolas no se oían y mi música llegaba a cuadras a la redonda, así lo hice hasta que pasados los días dejaron de tocar sus peroles, resultado que ahora ni siquiera me saludan, las viejas me voltean su humanidad para no verme, la señora de este cuento, no le permite a su nieto que juegue con mi hija, es decir el colmo de la disociación, el colmo del odio y del fascismo y lo que han logrado los medios de la derecha, de los cuales son asiduos y esclavos quienes votan por personajes como quien se atrevió, sin medir las terribles consecuencias, a llamar prácticamente a la guerra entre los venezolanos, con participación de gente como la señora de este cuento, a quien no le duele la Patria nueva, que estamos empeñados en construir, en base al legado de nuestros libertadores de antaño y del último de los grandes, nuestro eterno Comandante Supremo.
Me imagino que esta historia es común a muchos bolivarianos, que como quedó demostrado, no reaccionamos con violencia, pues de haberlo hecho, quién sabe cuál sería a estas alturas el balance de sangre y fuego. Es la diferencia entre una cara de la moneda y la otra.
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