(ADELANTO DE LA SEGUNDA ENTREGA DEL LIBRO PRAXIS DE EL CAPITAL)
Sin historia no habría memoria de nada, no sabríamos de dónde venimos ni de qué estamos constituidos; eso sería así en la mejor de las hipótesis porque no sólo se borraría el pasado, sino el mismo futuro. Todas estas inferencias son de dominio público, pero, no todas las personas saben que además de memorizarse el todo, se archivan todas sus partes con inclusión de hasta las más íntimas y recónditas, habida cuenta de que toda prospección sobre cualquier fenómeno representa en sí misma el primer capítulo histórico de los futuros hallazgos que vayan asombrándonos.
A los contrapuestos conceptos de origen y fin se les ha manejado muchísimo. Efectivamente, en nuestra escala humana podemos contemplar ambos límites vitales como el de verles a algunos fenómenos su nacer ante nuestros ojos y morir también ante los mismos; vemos el amanecer del “día”, y su atardecer.
Según la Historia Natural, la sociedad humana también tendría ambos valores extremos dentro de su correspondiente e indeterminado rango de movilidad transformativa.
Sin embargo, dado que las mal llamadas sociedades[1] han sufrido cambios de una forma de vida a otra, por ejemplo, a la clase que ocurriría con la propiamente dicha y futurista sociedad socialista y comunista procedente de las formas pre y parasociales cumplidas a la fecha y conocidas como sociedades clasistas (sic): la primitiva y dispersa, la esclavista, la feudal y la capitalista.
Bueno, sobre esas bases, la fase final del modo capitalista sólo la veríamos quienes obviamente sigamos bajo su atmósfera, aunque interinamente podemos hacer algunas proyecciones. El propio Marx previó el alivio de los “dolores del parto” [2] de la “sociedad” saliente, eso sí, con estricto respeto de las fases de su desarrollo natural. Así, a la ley de naturaleza capitalista referida a una tasa de ganancia irrefragable y tendenciosamente decreciente podría ora “contrarrestársele” su cumplimiento, ora acelerársele.
Desde luego, la contrarrestación de los efectos negativos de ese decrecimiento sufrido por el capitalista es ínsito a todo proceso de acumulación de riqueza burguesa porque cada vez, y sin proponérselo, el trabajador resulta más productivo cuando se va elevando la composición orgánica del capital constante-composición vista como c/v-, lo cual se traduce en una mayor explotación laboral con asalariados menos amorosos[3] del sistema que los obliga a vender su riqueza productiva-dentro y fuera de las fábricas-para que otros disfruten de ella y “sin tirar un palo” [4].
Paradójicamente, en esa lucha por conservar una tasa media compartible equitativamente por todos los capitalistas involucrados, estos terminan contrarrestando dichas medidas frenadoras del decrecimiento que nos ocupa. Tal es el caso del freno que los capitalistas suelen meterle a las innovaciones tecnológicas; ellos son conservaduristas en el sentido más amplio de la palabra porque saben muy bien que desgraciadamente en este desarrollo acumulativo de las fuerzas productivas, para el sistema será su entierro.
La ya centenaria acumulación de capital constante con depresión de la contrata de mano obra viva hace subir la tasa de plusvalía y consecuencialmente puede contrarrestar por un lado la caída de la tasa media y mundial de ganancia, pero, además de la autoaceleración impresa y estimulada por la competencia intraclasista capitalista a fin de destruirse unos con otros puede concomitar la aceleración inducida por el Estado mediante necesarias subas de salarios en respuesta a los menguados reconocidos por el capitalista. Igual rige para las medidas devaluacionistas monetarias que deprimen el poder adquisitivo e inducen concomitantemente a nuevas subas salariales, ante lo cual el capitalista deberá inyectar más capital a cambio de una productividad constante.
Estas dos últimas estrategias estatales sólo son factibles en los gobiernos obreristas y prosocialistas de transición. En la verdadera sociedad, la comunista, ya la palabra salario será una voz obsoleta. Habría llegado el fin de las sociedades clasistas y se habrá instaurado la auténtica sociedad, la gran Comuna Universal con todo tipo de particularidades, pero hermanadas con un rasgo común: la ausencia de clases sociales. Se consumaría así el fin de la sociedad clasista y la indetenible continuidad de la Historia.
ramcam@cantv.net
02/05/2013 22:15
[1] Decimos mal llamadas porque toda división social implícita en cada una de esas “sociedades” niega el concepto mismo de sociedad ya que este supone necesariamente unicidad de asociación. Démonos cuenta de que esa falsa denominación ha buscado la implantación falaz de que no estamos divididos-por ejemplo- entre proletarios y burgueses.
[2] Véase Carlos Marx, El Capital, Tomo 1, Prefacio, Primera Edición Alemana
[3] El amor al trabajo o ”vivir para trabajar” es el ideal de todo trabajador, de toda sociedad desclasificada porque “trabajar para vivir” es lo más reñido con el necesario y espontáneo mejoramiento cuali y cuantitativo durante el desempeño productivo del trabajador.
[4] Proverbio de origen rural que data desde los tiempos mismos del arado con bastón.