"El cochinito a medias"

La usura en especie no dineraria (1)

La usura es más vieja que lo sabemos de ella sólo a través de  la literatura económica burguesa, y hasta de la ni tan burguesa. Durante un largo tiempo hubo usureros que se valían de algunos animales domésticos para que un tercero se los criara hasta la   edad del óptimo engorde, los aseara, oliera sus gases propios del muladar correspondiente; animales tomados en préstamo para que también dañara buena parte de su conuco[2], y cumplido el plazo, el usurero en especie se aparecía con su linda cara en tiempos muy navideños a buscar “su” mitad del peso y cuerpo del animal ofrecido, dado y tomado en oneroso préstamo. Esta figura financiera se conoce como “el cochinito a medias”, y en la ciencia de la Economía científica se le maneja y conceptúa como explotación del hombre por el hombre.

Es que la usura va mucho más allá del trajinado  y antibíblico préstamo con intereses[3]. Por ejemplo, el capitalista cede  como “préstamo” de hecho sus medios de producción a sus asalariados quienes no sólo reintegran el monto del capital recibido-el salario más el valor de las amortizaciones  de maquinarias, equipos, materias primas y la paga de su personal de confianza: abogados, gerencia, custodios contables, supervisores y afines, sino que igualmente le cancela por anticipado los intereses económicos que fija la jornada de trabajo “convenida”, aunque impuesta y constitucionalmente fijada por los gobiernos burgueses o no  socialistas, unos intereses que termina  embolsillándose  el prestamista en especie con el eufemismo de ganancias, un interés que la literatura marxiana llama plusvalía.

Otra variante o máscara del préstamo dinerario: Si el fabricante vende total o parcialmente a crédito sus mercancías y le concede los famosos períodos de gracia a su clientela comercial, ¿qué otra cosa hace que no sea prestarle en especie el valor de las entregas solicitadas por el prestatario? La forma particular que reviste este préstamo en especie es cobrarle por anticipado al asalariado, en términos de plusvalía,  los intereses que pertenecerán a su clientela comercial, habida cuenta que ya la plusvalía o interés de fabricación  subsume la parte que como intereses también retirará el prestatario correspondiente-el intermediario-en forma de ganancia comercial que   recibirá, en este caso, por acortar los períodos de entrega y recepción de los bienes y ponerlos en las manos de los consumidores en cuestión. 


ramcam@cantv.net

 


 

[1] Tomado del Primer borrador de la Segunda Entrega de Praxis de El Capital , Manuel C. Martínez M. 

[2] Sin evasión del personalismo que me asiste en este particular caso, mi abuela fue víctima frecuente de esta variante de usura preburguesa que todavía perdura, que ha sobrevivido y escapado rezagadamente del desarrollo de las fuerzas productivas. Cabe señalar aquí que este desarrollo no incluye, por supuesto, a ningún burgués ya que, por naturaleza propia, los capitalistas y su personal de íntima confianza no son trabajadores creativos, sino custodios y organizadores del capital prefabricado por el asalariado, y sin trabajo creativo es inconcebible que alguna persona pudiera desarrollar su cerebro y el resto de sus tejidos inherentes. Esto que sirva de explicación al rezago sociológico, económico y filosófico que caracteriza el pensamiento burgués. Quien nunca ha trabajado creativa o productivamente posee un aparataje cerebroespiritual  cuestionable en materia de evolución de las especies. 

 

[3]La forma más aberrante del préstamo dinerario con  intereses fue aplicado en la Venezuela prechavista; se le conoce como usura anatocista y que consiste en cobrar intereses capitalizables aun dentro del intervalo convenido para la capitalización anual. De esa manera, el prestatario ve agigantado el monto de deuda sin haber convenido en ello por causa de, por ejemplo, alzas sostenidas en los cambios cotidianos de la paridad del dólar sujeto a vaivenes arbitrariamente inducidos por los principales agentes financieros internacionales, vaivenes que la literatura apologista y burguesa   defiende con los bien llamados economistas vulgares o “técnicos” en Economía.



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Manuel C. Martínez


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