Esta opinión no va dirigida contra nadie en lo particular. Simplemente es una idea que resulta de un hecho real, objetivo, irrefutable y hasta lamentable para que nos demos cuenta que el impulso del odio individual no es el camino correcto para hacer política, para activar en la lucha de clases ni hacer militancia en un Partido político.
En el barrio donde estoy viviendo vive una familia dividida por tener pensamientos políticos diferentes: una está con el chavismo y la otra con la MUD. Son dos mujeres hermanas. Una tiene su casa al frente de la otra. Desde hace algunos años la “política” las separó y las distanció tanto que llegaron a odiarse, desearse la muerte la una a la otra y la otra a la una. No se trataban, se miraban con ojos de fuego como queriendo la una quemarle la piel a la otra para gozar sobre su cadáver achicharrado. Vomitaban, tanto la una como la otra –las dos hermanas pensantes de manera política diferentes-, odio por todas las partes de sus cuerpos y de la forma más visceral posible. Cada una con un puñal escondido esperando el descuido de alguna de las dos para por sorpresa partirle el corazón y la sobreviviente beber la sangre que llena de placer la egolatría perversa del odio personal. Los vecinos, casi a diario, hacían comentarios sobre ese odio que parte a una familia en dos pedazos irreconocibles porque al decir verdad, ninguna de las dos hermanas tiene doctrina en su cabeza y sólo les alimenta su odio el fanatismo.
Es cierto que la amistad es muy difícil que esté por encima de los principios políticos o ideológicos. Pero éstos, a nadie, absolutamente a nadie, recomiendan el odio personal como la luz que les haga determinar sus formas de convivencia social, incluso, si en una familia existe un hermano nazista y un hermano comunista. Que no se quieran, sería lo correcto. Que se combatan e incluso en un campo de batalla con armas de la guerra, no sería reprochable pero, por lo menos el comunista, jamás se dejaría guiar por el odio individual pero sí por el odio de clase. En la alta burguesía se odian por razones económicas y no políticas ni ideológicas. Eso es la generalidad. Y si algún burgués llega a odiar a los demás burgueses es no sólo porque ha abrazado la causa del proletariado sino que hace de la doctrina marxista su tendencia de pensamiento social y eso desborda o traspasa el individualismo para que su odio sea de clase, como debe ser el odio, ya que sin éste ninguna lucha revolucionaria toma impulso para desarrollarse hasta sus últimas consecuencias. No lo dijo Marx sino que lo expresó correctamente Hegel, que era idealista y no materialista.
Bueno, continuando con la familia que estoy poniendo de ejemplo sobre el odio personal que las separó, se agregaba que en medio de las dos hermanas estaba una anciana, la madre de ambas que sufría, no dormía, vivía pesadillas, cada día el dolor le iba recortando su vida. Lloraba de noche y de día. Ningún médico podía recetarle una medicina o fármaco para sanarle su profunda herida. Ningún sicólogo podía recomendarle alguna recreación que le hiciera olvidar la situación de su padecimiento doloroso. Ningún sociólogo con conceptos o categorías históricas podía aclararle y justificarle su drama y su tragedia. Ningún político tenía la fórmula para hacerle entender que la lucha de clases sea una doctrina cuya filosofía lleva ese germen irreconciliable del odio personal. Ningún astrólogo encontraba pronósticos divinos o milagrosos para hacerle entender que ese era su destino desde antes de hacerse madre: dos hijas que se odiaban al extremo porque una estaba con Chávez y la otra con Capriles.
Lo cierto es que la madre anciana entró en crisis, su estado de salud empeoró y la muerte amenazó con llevársela. Prefería morir que seguir siendo víctima del odio irracional y personal de sus dos hijas. Estas, no sé bajo influencia de quién, entendieron el drama y la tragedia y decidieron hacer las paces especialmente por la salud de su madre, respetando –cada una- el derecho de la otra a profesar la tendencia política de su preferencia. La madre anciana recobró fuerza, su estado de ánimo recuperó todo el espacio que había perdido y volvió la alegría a su espíritu. Ahora, la madre, con sonrisa a diario en menos de diez metros se pasa de una casa a la otra sin que ninguna de las dos huela a odio personal. Pero eso no quedó allí. Uno de esos revolucionarios que tienen el radicalismo extremo metido hasta los tuétanos con todo su sectarismo y con todo su dogmatismo y con todo su fanatismo, se dio cuenta que las hermanas hicieron las paces y se hablaron luego de largos años de odio personal que las hacían verse como irreconciliables en la amistad y en la convivencia social. Pues, ese revolucionario convirtió la buena nueva en un rumor, luego lo transformó en corrillo y después lo disfrazó de chisme llevándolo –todo deformado- a cierta altura de dirección política donde, sin justificación de ninguna naturaleza, tampoco aceptan que dos hermanos o dos hermanas de pensamientos diferentes se traten y acusaron a la camarada, a la que está resteada con el chavismo y con el proceso bolivariano –cosa que lo ha demostrado ante muchos vecinos y éstos lo pueden testimoniar- de haberse metido a escuálida, que de seguro había votado por Capriles, que había traicionado a la revolución, que ya no era confiable para la dirigencia del chavismo y otras cosas más. Casi la llevan al patíbulo para cortarle la cabeza a la entrada del barrio como escarmiento para aquellos camaradas que les hablan a sus familiares que están del lado de la MUD. ¡Terrible pesadilla!, que no aparece reseñada en ningún texto marxista.
Seguramente, colocándose capucha, algunos revolucionarios radicales extremos solicitarán también la cabeza del camarada Ernesto Villegas si descubren que le habla a su hermano Vladimir. Lo lamentable, es que el barrio carece de los servicios públicos esenciales y los que le reclamaron a la camarada acusándola de cosas inciertas jamás ponen sus pies en las calles de tierra y deterioradas para no ensuciarse o embarrialarse sus zapatos, no viven la tragedia de las moscas producto de un servicio de aseo urbano prácticamente que brilla por su ausencia, nunca se hacen eco de las necesidades de una comunidad que antes de cada 10 votos nueve eran para el camarada Chávez, pero que ahora la proporción es de 6 a 4. ¿Cómo ponerle coto a esa tendencia que aumenta al adversario y disminuye a los que estamos con el proceso bolivariano? Pues, que vengan los dirigentes revolucionarios y vean con sus propios ojos las realidades del barrio y con sus propios oídos escuchen las voces que creen que luego de muerto el líder dejaron nuevamente de tener voces. Me atrevo a decir que esos dirigentes, reprochadores de que un camarada le hable a un hermano o hermana de la oposición, alguien les preguntase ¿dónde está situado el barrio Valle Verde en el Municipio Iribarren?, seguramente, por lo hermoso de su nombre, responderían: “Al lado de la urbanización Santa Elena”, que es la de los ricos cuando en verdad queda casi en el corazón del Infierno, donde prácticamente los servicios públicos son nulos aunque –en buena hora- casi no hace presencia la violencia social o malandrería como dice el pueblo.
En lo particular, tengo un hermano, sobrinos, sobrinas, amigos y amigas que no comparten, para nada, ni el chavismo ni el proceso bolivariano y, mucho menos, el marxismo y comunismo. Por supuesto, ninguno ni ninguna llegan a la categoría de nazista y no andan criticando al proceso bolivariano con las armas de la guerra sino con palabras, palabrotas y hasta mentiras. Sin embargo, nos tratamos con respeto y los sobrinos y sobrinas cuando me piden la bendición les respondo: Que la revolución los crie y Marx les ilumine. Se ríen pero mi deber es tratar de ganarlos para la causa en la que creo. Por eso cuando hablo con ellos y ellas trato, en base a mi poco nivel de conocimientos, de utilizar argumentos, no me altero, no los maltrato, no los humillo, no me burlo de nada de lo que digan, les respondo con afecto, no los ofendo, no los maldigo ni los acuso de imperialistas, apátridas y menos de fascistas. El marxismo es tan rico que incluso sin mucho dominio de él, se puede argumentar las ideas y hacer de los buenos hechos, prácticamente, irrebatibles. Terrible sería que a la edad que tengo alguien me convenciera que el régimen imperialista es mil veces mejor, más humano y de mayor proporción a la creación de un nuevo porvenir colectivo que el socialismo y dejar que me vendan la mercancía teórica de Hobson -con su imperialismo- como una doctrina de justicia social mucho más revolucionaria, científica y dialéctica que el marxismo de Marx.