Quizás no sea exactamente cierto. Tal vez esté por allí pegando unos griticos cada vez menos bravucones y hasta reaparezca en algunos escenarios burocráticos de la Gobernación del estado Miranda, como para atornillarese un poco más al cargo que ha convertido en su tabla de salvación.
Lo que sí es cierto es que quienes diseñan las estrategias contrarrevolucionarias y golpistas, desde el imperio estadounidense, ya saben que Capriles Radonski es un bate quebrao, una ficha desgastada, alguien que –como corresponde- hasta terminará en prisión luego del debido proceso que la legislación venezolana tiene el deber de desarrollar contra este delincuente.
Henrique Capriles Radonski es ahora el mismo asesino, instigador a la violencia, propiciador del caos social con sus consecuencias y golpista, que está evidenciado en sus delitos de manera pública, notoria y comunicacionalmente evidentes. Sólo que ahora este burgués delincuente comienza a quedarse en solitario, pues el gran capital necesita seguir adelante con sus planes de frenar la Revolución Bolivariana y ejecutar el Golpe de Estado y la eventual intervención militar, con fuerzas mercenarias, -fundamentalmente extranjeras- y, para ello, este personaje ya no les resulta de ninguna utilidad.
La derecha alentada por el imperialismo yanqui, sigue haciendo su tarea destructiva. Recurre a la propaganda directa e indirecta, atenta de manera muy organizada contra los espacios más neurálgicos de la sociedad, en áreas como el de la producción de bienes, especialmente de consumo alimenticio, de distribución y venta de los mismos, creando desalientos que comienzan a masificarse y convertirse en una verdadera arma de guerra contra la Revolución Bolivariana.
Con clara planificación fascista, los golpistas de la ultraderecha, siembran dudas y desconciertos en espacios de concurrencia masiva, mediante infiltrados que difunden mensajes de agitación, basados algunos de ellos en denuncias reales sobre el desabastecimiento, el costo de la vida y el incremento de la inflación. Sin dejar de lado el preocupante tema de la inseguridad, cuya causa fundamental y originaria está en esta sociedad de clases, capitalista, basada en la explotación y el odio burgués.
Un cuantioso recurso económico, un intenso despliegue ideológico una planificación estratégica y una guerra permanente, constante e inagotable, de baja intensidad, están desplegados en el terreno de la Revolución Bolivariana y quieren comenzar por desgastar, sabotear, desprestigiar, destruir, el gobierno que por voluntad popular y democrática, preside nuestro camarada obrero, Nicolás Maduro.
Por eso, en esta coyuntura, en la que el ocultamiento, temporal o definitivo, del vocero Henrique Capriles Radonski, es un hecho, no debemos caer en la trampa de creer que la batalla está ganada y que la próxima habrá que librarla, de nuevo, en elecciones como las de alcaldías, cuya ejecución está relativamente cerca.
El enemigo imperial está en acecho constante. La derecha transnacional y su expresión en Venezuela, no se toman descanso. Quieren acabar con nuestra Revolución, con su ideólogo principal, el Comandante Supremo Hugo Chávez, con lo que representa él, el Libertador Simón Bolívar, nuestras y nuestros combatientes por la total y definitiva independencia y la construcción de la Patria socialista. El enemigo del pueblo venezolano, la oposición golpista venezolana y su mentores desde los Estados Unidos, están y van a seguir jugando duro en contra de los logros de la Revolución y por su invisibilización.
Qué nadie crea que hemos ganado la guerra. Esta Revolución Bolivariana requiere seguir fortaleciendo su conciencia con sabiduría y convicción de clase proletaria. Es el momento de arreciar la vigilancia y la lucha. La Patria socialista todavía no está a la vuelta de la esquina. La lucha es larga.
