El acuerdo logrado en Cuba, entre las Farc y gobierno colombiano, que podría conducir a la paz en el país vecino, sueño y esfuerzo del presidente Chávez, descalifica la presencia de las 7 bases militares de EEUU allí, es al mismo tiempo, un golpe contra la política agresiva de este último.
La paz en Colombia, es también para nosotros y contraria a los guerreristas que planifican a mediano y largo plazo, por los recursos de esta parte del continente, la manera de invadírnosla y controlárnosla militarmente. Eso explica la absurda posición de Uribe, contra el proceso de pacificación en su país y el acuerdo reciente.
EEUU, frente a la gestión para poner fin a la guerra en Colombia, ha estado desarmado. ¿Cómo oponerse? Es más que difícil, imposible. Es un anhelo del pueblo colombiano y de Sur América y el Caribe, por decir lo menos. Pero no creían ese acuerdo se alcanzase. Bastó se anunciase lo acordado en La Habana, para que el vicepresidente gringo, Joshep Biden, se apareciese en Bogotá, con un doble fin, igualmente macabro.
En la formal declaración, después de su entrevista privada con Santos, Biden anunció que su país, palabras más o menos, veía con buenos ojos aquella circunstancia. ¿Quién puede creer eso? Absolutamente nadie cuerdo.
Pero tal manifestación, ante la imposibilidad de oponerse abiertamente, tuvo un costo.
Casi inmediatamente, los círculos periodísticos y extra diplomáticos, anunciaron que el presidente de Colombia recibiría al candidato perdedor de las elecciones en Venezuela.
Una manera de abrirle a los opuestos al gobierno venezolano una ventana diplomática, un escenario y un intento de deteriorar las relaciones entre nuestros dos países, a la espera que volvamos a la etapa de la confrontación de cuando Uribe. Cosa que tendría un nefasto saldo para los pueblos de ambos países.
¡Así de sucio juegan gringos y oposición venezolana!