Creo que la gran escritora, camarada Mariadela Linares no tiene del todo claro, tan analista política que es ella, la importancia y trascendencia que en la sociedad de hoy, en la nuestra por ejemplo, tienen las redes sociales y el dominio que de ésta está teniendo el movimiento revolucionario bolivariano, chavista y socialista, como una de las importantes trincheras para enfrentar la guerra de cuarta generación que desde el Norte revuelto y brutal que nos desprecia se tiene contra nuestra Revolución.
Cuando la camarada Mariadela Linarez tituló su artículo poco generoso con la realidad cuántica de quienes conformamos la Tropa tuitera que alcanza la nada despreciable cifra de 4.214.307 seguidores, me trajo el recuerdo de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Yo era muy joven, apenas 15 años aquel año de1957 cuando el Partido Comunista de Venezuela lanza la línea unitaria a AD, URD y Copei para crear un frente político que se materializó en la creación de la Junta Patriótica que comenzó a llenar a Caracas y las principales ciudades venezolanas de volantes, octavillas que aquel crucial año de 1957 regaríamos de disímiles formas para levantar la voluntad del pueblo venezolano e ir construyendo un proceso insurreccional que, en alianza con los militares revolucionarios, derrocara la dictadura.
Pérez Jiménez sintió el efecto demoledor de aquella propaganda clandestina salida de la imprenta que dirigía el camarada Guillermo García Ponce e imprimía en condiciones de clandestinidad absoluta, un aguerrido equipo de militantes comunistas en una vivienda de El Junquito rural de entonces.
Las hordas asesinas de la policía política que dirigía el chacal de Güiria, el agente de la CIA norteamericana Pedro Estrada, siniestro jefe de la Seguridad Nacional, se lanzaron como hienas a tratar de detener el creciente riegue de volantes subversivos, dar con la imprenta de la Junta Patriótica.
En vano, mientras más reprimía la seguranal, la policía municipal, la Guardia Nacional a los revolucionarios y al pueblo amedrentado, mientras más reprimía a los activista de la Junta Patriótica, más se recrudecía el activismo político. Eran días decisivos. El pueblo había repudiado el plesbicito, sólo votaron los inmigrantes extranjeros italianos, portugueses y españoles y el pueblo los repudió.
El dictador ensoberbecido sacó a relucir, en una alocución por la televisión, un manojo de volantes firmados por la Junta Patriótica donde se llamaba a derrocar su gobierno. Tronó, entonces, iracundo el dictador: “¿Creen que van a tumbar? Papel de imprenta no tumba gobierno”, y lanzó al piso el manojo de volantes.
Aquello fue echarle gasolina al fuego. El 21 de noviembre la entonces heroica y aguerrida Universidad Central de Venezuela llamó a una huelga de estudiantes contra el régimen hasta su derrocamiento, paro a los que se sumaron combativos liceos como el Andrés Bello, el Fermín Toro, el Caracas y muchos más que se lanzaron a la calle a combativas manifestaciones que se enfrentaron a la policía y al ejército.
El 1º de enero de 1958 se produce un alzamiento de la aviación de Maracay que bombardea el palacio de Miraflores, simultáneamente el coronel Jesús María Castro León se alza con los tanques de guerra y los dirige a Miraflores. Ambos intentos fracasan momentáneamente pero el país se inunda del papel de imprenta, ese mismo que decía Pérez Jiménez que no tumbaba gobierno. 23 días después, en el marco de una huelga general que comenzó el 21 de enero y concluyó el 23 de enero, cayó el dictador y huyó al centro del crimen donde reinaba el genocida Rafael Leonidas Trujillo, Chapita, en la República Dominicana, en el avión que el pueblo había bautizado como “la vaca sagrada”.
De manera compatriota Mariadela que parafraseando el título de su artículo de opinión, no es que tuiter va a tumbar el gobierno revolucionario que ahora dirige Nicolás Maduro, pero si podemos, en esta guerra de cuarta generación que nos tiene aplicada el imperialismo mediático y sus cipayos, repito, dar importantes batallas de ideas en ese difuso campo de batalla que es internet donde convergen millones de millones de internautas que luchan contra la dictadura mediática mundial del imperialismo yanqui.
Imagínese usted 4 millones de tuiteros marchando a una sola voz, por ejemplo, “Capriles asesino”, como ha ocurrido para desenmascarar ese canalla y criminal que llamó a sus seguidores a un golpe encubierto en una insurrección con el saldo de 150 heridos, 11 compatriotas chavistas asesinados, dos de ellos niños, incendios de clínicas CDI y sedes del Psuv y del CNE. No en balde el cuerpo de inteligencia israelí Mossad, la CIA, el terrorismo cubano/mayamero, el paramilitarismo que dirige el capo Álvaro Uribe montaron el bodrio contra Mario Silva buscando sacarlo del aire y su programa La Hojilla porque, entre otras cosas, en un tiempo record le arrebató a la derecha el control mundial de tuiter e impuso las políticas de la revolución. Era vital para la derecha sacar como fuese el combativo programa que había abierto un enorme sendero por los caminos de los movimientos sociales donde la derecha se había enseñoreado y parecía imbatible.
Quizás estos argumentos, más los contundentes del compatriota Fermín Osorio en Aporrea logren persuadirla a Usted, brillante pluma y aguda analista y opinadora, de la importancia en estos momentos del tuiter y las redes sociales. La historia se mueve en espiral y las herramientas que un día fueron útiles a los revolucionarios de ese período, como el que señalé, de la lucha contra un dictador, sólo que ahora el dictador es más grande, muy poderoso y tiene dientes atómicos pero, como decía el gran Mao Tse Tung, tiene los pies de barro sino que lo digan los coreanos en la guerra de 1950/1953 que hicieron morder el polvo de la derrota a los yanquis; los cubanos que en tan solo 72 desbandaron y derrotaron a las bandas mercenarias invasoras que mandó Kennedy a invadir Cuba para derrocar a Fidel en 1961, o los vietnamitas que igualmente los hicieron correr en 1975.