Los últimos resultados electorales en los que de “chiripa” logramos ganar las elecciones para Presidente de la República, son un toque de alerta en cuanto el método de escogencia de nuestros candidatos para las próximas elecciones Municipales. Por lo que vislumbro y espero estar equivocado, la “dedocracia” esta vez semi disfrazada, pretende ser el medio para conservar el andamiaje que sostiene a muchos de los lideres, que en altas posiciones burocráticas, detentan pedazos sectoriales del poder, poder este que como un fin en sí mismo pretenden conservar a favor de sus intereses particulares (sea cual fuere la índole de los mismos), lideres estos que tanto daño han hecho a este proceso que se precia de ser revolucionario.
Como máscara para paliar cualquier brote de disidencia, este liderazgo pretende reivindicarse con el llamado a la unidad, para lo cual la alta dirigencia del PSUV se abre a negociar con los partidos aliados minoritarios, “pingajos” de poder. Como todo prototipo acomodaticio, el mensaje de este liderazgo, es el mismo mensaje gatopardiano de todos los seudo revolucionarios a lo largo de la historia, “cambiar para que nada cambie”. Por más que se le eche a la oposición la culpa del desabastecimiento y de la altísima inflación, lo cual es en buena parte cierto, se le echa “tierrita” a la alta responsabilidad que en ello tienen muchos de estos inamovibles personeros gubernamentales, así como a su jerarquizada cohorte de áulicos a todos los niveles de la administración del Estado; no dándose o no queriendo darse cuenta, que ya la gente no está dispuesta a soportar la ineficacia, sumada a la corrupción, adornada esta última con la impunidad con la que cualquier “pata en el suelo” de origen, por ejemplo, al poco tiempo de acceder a algún nivel de la administración pública, exhiba ostentosamente un nivel de vida no cónsono con el sueldo que detenta.
En estas elecciones se está jugando a la gobernabilidad del país, y la única manera de intentar recoger el agua derramada, es dejar que las bases revolucionarias organizadas, escojan directamente su propio liderazgo, liderazgo este, que tendrán que asumir en caso de equivocarse; de no ser así, cada vez se hará más sutil el velo que separa la contrarrevolución externa de la interna, hasta que no haya diferencia para el ciudadano en depositar su voto por el contrarrevolucionario externo representado por la oposición, o el contrarrevolucionario interno, representado por cualesquiera de los componentes de esas bandas de infiltrados, que solo velan por sus intereses; no hay que olvidar el pasado reciente representado por la IV república, en donde el dilema del voto se resolvía por el ¿quién ofrece más?, o con eslóganes como aquel de “con los adecos se vive mejor, porque roban y dejan robar”, quedando al final la abstención como una triste alternativa a seguir, por quienes se consideran verdaderos revolucionarios.
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