El día sábado 17 de septiembre de 2005, fuimos convocados a una asamblea para discutir el Proyecto de la Ley de Cultura, en la parroquia El Junquito, en la Casa del Poder Popular, lo cierto fue que las personas responsables de dicha convocatoria, voceros de la Alcaldía Mayor, nunca llegaron, sin embargo, los asistentes nos dimos un espacio para discutir los artículos que la constituyen, en grupos y luego realizamos una plenaria. Esta experiencia me llevó a reflexionar sobre lo que no se siente en la Ley de Cultura, reconociendo mi ignorancia en el campo del derecho, pues solamente soy una artesana, mujer del pueblo que lo que sabe hacer es crear con su cabeza y sus manos cosas que nacen de la historia, mi historia y del amor.
En la Ley de Cultura, no se sienten políticas claras para alcanzar la transformación cultural, que requerimos todos los ciudadanos y ciudadanas para lograr los objetivos que se encuentran explícitamente expuestos en la Constitución Bolivariana de Venezuela. Pareciera que el Ministerio de la Cultura, se convertirá en otro ente burocrático del país, donde las políticas no serán las de favorecer la construcción con el pueblo, cuando deberían ser los primeros en dar el buen ejemplo, promoviendo un cambio en las relaciones de poder.
Desde esta ley es que se deberían exponer los qué y los cómos para deslastrarnos de esta cultura neoliberal-capitalista a la que hemos estado sometidos los venezolanos por años. Cómo sanaremos las huellas del individualismo, mercantilismo, la no cohesión, la carencia de ética, el asistencialismo, el no sentido de pertenencia, la vergüenza étnica, los patrones de consumo, el no tomar la palabra, la enfermedad de la no participación, de la desmemoria, la competencia, de dominación sobre el otro, etc. Creo yo, que eso solamente se puede lograr desde una revolución cultural. Si esto es así, ¿a quién le corresponde impulsar dicha transformación cultural?
Se requiere construir una postura ideológica que favorezca alcanzar la democracia socialista o para otros, el socialismo del siglo XXI. Bajo una concepción humanista, donde nosotros como pueblo aprendamos: la participación ciudadana efectiva, la corresponsabilidad en la transformación del país, la legislación, la eficiencia, el trabajo en colectivo, nuestra historia nacional y local, valoremos y apliquemos el pensamiento y el hacer para el desarrollo endógeno. Para ello es necesario generar espacios de formación ideológica, política y cultural.
Pareciera que dicha ley requiere conjugar objetivos culturales y económicos, donde lo segundo, se observa que tiene mayor peso y no se percibe prioridad en el desarrollo humano.
Este proceso de trasformación se hace cada día más cuesta arriba, por todo lo escrito anteriormente, se observa en todas las instituciones del estado, como se maneja el discurso revolucionario pero en el hacer, seguimos aplicando las mismas culturas burguesas con nuevos autores. No es entonces, una “REVOLUCION CULTURAL” de fondo, lo que se requiere. De no darse, seguramente este proceso revolucionario quedara como el sueño de muchos, un sueño que nunca se logro materializar y mantenerse por la enfermedad cultural que nos acompaña.
Si todo esto esta explicito en esta ley, por lo menos yo no lo siento, ¿será que no tiene espíritu? Tal vez, ¿qué sé yo? Solamente respondo a mi instinto de pueblo.
* Artesana. Parroquia El Junquito
Correo-e: a_bordones@hotmail.com