Según la Dra. María G. Portugal Flores, “Cultura es todo aquello, material o inmaterial (creencias, valores, comportamientos y objetos concretos), que identifica a un determinado grupo de personas, y surgen de sus vivencias en una determinada realidad. Dicho de otro modo, cultura es la manera como los seres humanos desarrollamos nuestra vida y construimos el mundo o la parte donde habitamos; por tanto, cultura es el desarrollo, intelectual o artístico. Es la civilización misma”.
Visto desde esta óptica parecería que las poblaciones se caracterizan y diferencian por su cultura, es lo que las marca indeleblemente, salvo en las situaciones en las que se produce una transculturización por agentes exógenos, como sucede en el fenómeno de las invasiones.
Es así que vemos con cierto horror lo vivido desde hace muchos años por diferentes países que, de una forma o de otra, han sido objeto de invasiones Imperiales.
La destrucción cultural en Irak fue y es un acto deliberado de Estados Unidos para borrar la memoria de la cultura iraquí, debilitar la identidad del pueblo y de esa forma comenzar el proceso de transculturización en Medio Oriente.
Nuevos territorios permitieron a las naciones colonizadoras la constitución de un andamiaje para la idea de progreso histórico, lo que trajo aparejada también la destrucción de su memoria histórica- cultural. La identidad del pueblo iraquí se ha visto trasquilada y resquebrajada de forma premeditada. Estoy convencida de que el gobierno de Bush hijo planificó esa catástrofe cultural para transculturizar la nación entera. Bush insiste en que su objetivo fue llevar la libertad a Irak, pero es un hecho público y notorio lo ocurrido en ese país. ¿Cómo puede hablarse de futuro si el pasado ha sido arrasado?
Basta decir que durante el saqueo del Museo Arqueológico de Bagdad, en el año 2003, se perdieron 15.000 objetos que siguen sin aparecer. Se quemaron aproximadamente un millón de libros y 10 millones de documentos de la Biblioteca Nacional. La expoliación y el pillaje de los asentamientos arqueológicos se mantienen todavía. Más de 150.000 objetos se sustrajeron de los asentamientos sólo en 2004. Un pul conformado por las fuerzas militares de EE.UU., Inglaterra e Italia, participaron en esta aberrante acción.
Parte de esta realidad ha sido reflejada en la novela, que como reflejo de las expresiones culturales nos permite rastrear la historia de la barbarie en América, en África y en Asia. La conquista ha sido el desastre para que los pueblos invadidos colapsen en sus propias culturas. El ataque contra el patrimonio cultural enfrenta a una sociedad con su orfandad más cruda.
Parecería desprenderse de todo lo que en esta materia han emprendido los imperios del mundo, que el que domine el pasado tendrá el poder del futuro en sus manos.
Otro caso emblemático que nos toca muy de cerca es el de la invasión de EE.UU. a Puerto Rico en el año 1892 en la llamada “guerra hispano-estadounidense”. Han sido incesantes los intentos por destruir la cultura puertorriqueña, sustituir su idioma de español por inglés y eliminar toda la identificación de su pueblo con una identidad nacional propia.
Se haría interminable nombrar los incontables casos de invasión imperial a países con mayor vulnerabilidad que la de los invasores. Pero lo que ha sido una constante es que la cultura de nuestros pueblos, se ha convertido en un elemento de seguridad de Estado. Y no puede ser de otra manera cuando ésta ha sido considerada por el invasor como objetivo de prioridad uno en cuanto a estrategia militar se refiere, pues lo han asumido como el enemigo taciturno, latente y pertinaz.
Traspolando esta realidad que agobia a muchas naciones del mundo, y siendo menester de un Gobierno que se precie de ser abanderado del socialismo y humanismo como el de nuestro Comandante Hugo Chávez, es por lo que se hace vital y un elemento de SEGURIDAD DE ESTADO, la cultura popular, aquella que le da sentido a nuestras creencias, costumbres, en fin a lo que nos da identidad nacional, sentido de pertenencia de lo propio, de lo nuestro. Un pueblo que no tenga sentido de identidad y pertenencia ante su cultura no será capaz de defender su soberanía ante las pretensiones colonialistas e invasoras de cualquier potencia, y no lo hará en el análisis más elemental porque no le duele lo suyo, lo que lo hizo venezolano, en fin no siente su gentilicio. Estamos en uno de los mejores países del mundo, los que algunos han denominado “tierra de gracia”, pero para que siga teniendo esa connotación es necesario visualizarla cada vez más en comunión con su cultura. Ya afectada en el siglo pasado por la transculturización a que nos sometieron los gobiernos anteriores en sus constantes coqueteos con Estados Unidos, en el entendido que todo lo del norte era mucho mejor. Qué baja autoestima la de nuestros incultos gobernantes para nada representantes de la verdadera y mágica venezolanidad, para ellos la historia tendrá su juicio.
El llamado es para las autoridades en materia cultural, a nuestros cultores, muchas veces héroes anónimos de nuestra revolución, a que sigan perseverantes en su lucha por construir un mundo mejor, donde el ser humano sea el eje central de todas las acciones, o sencillamente como dijo nuestro padre cantor Alí Primera, que hagamos “que sea humana la humanidad”.
Virginia King
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