A propósito de la realización del seminario ¿De dónde viene nuestra Revolución? (marzo, 2004), concretamente, sobre el tema de la trascendencia de la misma, algunas preguntas saltaron a la palestra: “… ¿qué es una revolución? ¿El proceso bolivariano es una revolución?...”. En otras palabras,…”lo que está pasando ahora, en Venezuela, es o no es una revolución…” (Acosta, 2004). “…Al respecto, tengo una respuesta, tengo una lectura, tengo una interpretación. Este es una proceso revolucionario en marcha, que todavía no es totalmente una revolución, pero que va camino de serlo y lo será con la participación popular, con la lucha popular y con la democratización, cada vez más profunda, de este país. Porque aquí hay una transferencia de poder a nivel de clases sociales y de eso no hay duda…” (Acosta, 2004).
Se ha desatado una gran una discusión “justa y necesaria”; impostergable e histórica. El gobierno de los Estados Unidos, la CTV, FEDECAMARAS, los Medios de Comunicación Industriales Masivos, los militares golpistas, la izquierda intelectual gravitacional, la jerarquía católica y otros traidores han declarado al unísono, con desespero histérico y cadencia afectada: un fantasma recorre a Venezuela. El fantasma del comunismo. Y apenas hemos hablado del socialismo del siglo XXI.
Todo lo que atente contra los intereses de los oligarcas, en todas sus formas, será antidemocrático, comunista, castrista, revolucionario. Recuerdo la campaña de Televen cambiando la palabra revolución por evolución, borrando la r. La evolución es democrática…la revolución es dictadura. En todo caso, y por lo menos, aquí se ha iniciado un proceso, paulatino y seguro, de pagar una inmensa deuda social. Ese es el primer deber de todas las revoluciones.
Esa pregunta general sobre el proceso bolivariano nos conduce a una pregunta particular: ¿se está sucediendo una Revolución Cultural en la Venezuela Bolivariana del siglo XXI? Cuando el presidente en su programa asomó la palabra Revolución Cultural, quizás se experimento la desagradable sensación que el asunto consistía en quitar a unos gerentes para poner a otros. Muy a pesar de estar de acuerdo con la necesidad de separar de su cargo a todas las personas que ejercían puestos de libre nombramiento y remoción, el asunto planteado de esa manera produjo esa impresión, la cual no dejo de ser cierta. Pronto, en el marco de la inauguración de la Casa José Martí, el mismo presidente, nombrando al ahora Ministro de la Cultura, dejo caer esta máxima: “No hemos encontrado el camino de la cultura”.
Quizás, la respuesta a esa contundente realidad, sabiamente, expresada por el mismo Comandante, se intentó resolverse con la Misión Cultura. La gestión cultural revolucionaria tiene que trascender esa propuesta, no obstante válida y significativa. La Misión Cultura permite el encuentro del Campo Cultural Académico con el Campo Cultural Residencial. La Misión Cultura constituye una respuesta a una línea estratégica de la política cultural relacionada con la formación y capacitación permanente de los recursos humanos culturales. Pero la política cultural es más amplia, definitivamente, más amplia.
Por ejemplo, la línea estratégica que tiene relación con la promoción cultural ha pasado de ser nacional a ser internacional. 16 eventos internacionales en un año. No estoy negando el evento como producto de la investigación cultural o la respuesta política. El peligro es que se pase de un eventismo-extensionismo nacional a uno internacional. Esto compromete la gestión cultural pública del ejecutivo nacional. En otras palabras, se podría estar transitando del eventismo nacional de la IV al eventismo internacional de la V.
El paradigma de la democracia participativa tiene cuatro palabras claves. Una de ellas es la evaluación de la gestión pública, en forma suficiente, efectiva y oportuna Ello se traduce en la máxima gerencial católica: por los frutos los conoceréis. Esa evaluación es impostergable realizarla con seriedad y firmeza.
Pero, no hay que olvidar la máxima del Presidente-Comandante, Hugo Rafael Chávez Frías: “No hemos encontrado el camino de la cultura”. Esa lapidaria afirmación se dejaría caer luego de tener tres Vice-ministros. Uno que huyo despavorido. Dos que participaron en el golpe y en la conspiración. El primero se marcho con cucurucho de maní y el otro declaro a El Nacional que espera las instrucciones del dictador Carmona para continuar la gestión iniciada. Fin de Mundo.
Los cultores populares, en un encuentro que llevaría el nombre: La Tradición llegó a Miraflores, a propósito de la realización de la muestra de Velorios de la Santísima Cruz, el 28 de mayo de 2005, redactamos un documento, cuyo punto tercero, es definitorio: La Revolución debe ser Cultural. Dos objetivos parecen fundamentales: primero, la organización de los poderes públicos culturales y el desarrollo orgánico de los derechos constitucionales. Sólo así estaremos en sintonía con los objetivos del Nuevo Mapa estratégico.