Ahora los 14 asaltos serán conmigo

A Ninoska Lazo:
Temprano en la mañana, a las 5.30, leo su texto en Aporrea.
Usted tiene dos ventajas sobre mi y una desventaja.
Las ventajas de su parte son, primera, una mayor disponibilidad de tiempo para escribir, seguramente sin tener que quitarle tiempo a las escasas horas de sueño y segunda, el hecho de no ejercer un cargo público, lo cuál la sitúa en disposición de disparar con mayor libertad, digamos que menor prevención a producir daños colaterales.
La desventaja es que usted está demasiado cargada de animosidad hacia mi, animosidad cuyo origen desconozco y no comprendo bien, y eso le hace perder, a mi juicio, objetividad y serenidad en sus planteamientos.
Quiero apostar a que usted es bolivariana, como usted misma afirma y reafirma, y apelar a esa condición para intentar convencerla de que usted maneja un punto de vista equivocado con respecto a mi persona, lo cual no me preocupa tanto, pero sobretodo con respecto a la gestión pública que el equipo actual realiza desde el Ministerio de la Cultura. Quisiera apostar a convencerla con ideas y con hechos, no con descalificaciones.
El relación a mi persona, y para zanjarlo de una vez por todas, quiero resumir en pocas líneas que me considero un revolucionario y que he dedicado mi vida desde que cumplí diecinueve años a trabajar por una revolución como la que estamos viviendo y construyendo, esto es, una revolución que signifique un cambio irreversible en las relaciones humanas. El Presidente Chávez expresa esta idea de revolución con más inteligencia y acierto que yo y me remito, por lo tanto a sus palabras. Hay una cita del Presidente con la que me identifico totalmente: “Una revolución verdadera, como la nuestra no se fundamenta sólo en la construcción de un nuevo, justo e igualitario orden político, económico y social, sino en la generación de un modo de vida plenamente humano, de un universo de valores que tiene a la solidaridad en su centro, de un nuevo entendimiento de las relaciones entre los hombres, de una nueva sensibilidad”.
Le aclaro entonces que por una revolución así, como la que describe el Presidente, he luchado toda mi vida y, créame, sigo luchando y lo seguiré haciendo hasta ese final que a todos y a cada uno le llega. Mal pudiera yo, por consiguiente ser un socialdemócrata neoliberal. Y mucho menos contrarrevolucionario, como usted insinúa cuando habla de “crítica fundamentada y constructiva a acciones gubernamentales inconstitucionales, contrarrevolucionarias..”
Por favor, Ninoska. Un poco de medida. Voy a pasar por alto las descalificaciones y constantes insultos suyos que no considero dignos de un debate entre compañeros de causa. Como cuando dice: “Usted tiene por ahora, el poder, los medios y la gente para dispersar, distraer, comprar, amedrentar y dividir muchas asambleas de creadores revolucionarios en Caracas y el interior”. Y como cuando escribe: “hay cantidad de disfraces saboteadores, traidores y operadores del gran capital”.
Suena feo y maligno. Y no es justo. Ni ayuda a la revolución. No creo que sea de revolucionarios la ofensa permanente, el insulto, la descalificación, la tergiversación.
Esa no es la manera. Una cosa es la crítica y otra el sectarismo. Usted cita una frase de Fidel que yo respaldo, pues siempre he dado la bienvenida a la crítica oportuna, firme y argumentada. Pero se olvida del Fidel Castro que ataca fuertemente al sectarismo. Del Fidel que dice el 2 de diciembre de 1971:
“El divisionismo, producto de toda clase de prejuicios, ideas falsas y mentiras; el sectarismo, el dogmatismo, la falta de amplitud para analizar el papel que corresponde a cada capa social, a sus partidos, organizaciones y dirigentes, dificultan la unidad de acción imprescindible entre las fuerzas democráticas y progresistas de nuestros pueblos. Son vicios de crecimiento, enfermedades de la infancia del movimiento revolucionario que deben quedar atrás. En la lucha antimperialista y antifeudal es posible vertebrar la inmensa mayoría del pueblo tras metas de liberación que unan el esfuerzo de la clase obrera, los campesinos, los trabajadores intelectuales, la pequeña burguesía y las capas más progresistas de la burguesía nacional”
Bien se ve que, en nuestro caso, Usted ni siquiera me considera pequeño burgués. ¿Tan mal me considera?
Pero yendo a las ideas y a los hechos:
Voy a copiar textualmente un párrafo suyo, con comillas incluidas.
Usted escribe: “Sonríe porque está convencido, para su bien, del modelo efectista, donde usted habla de “la” cultura como “sector”, “materia” reducida a “espectáculo y efectismo”, además “la va a llevar por todo el territorio”, donde la va a “sembrar” y por si fuera poco “la va a municipalizar”.
Bueno, Ninoska. Dígame usted con citas textuales (y esto es un desafío, si se quiere) en dónde he hablado yo en esos términos. Y si no consigue los textos, dígame al menos que hemos hecho para que usted piense que esa es nuestra política. Voy a aclararle. Nunca le he llamado Sector a la cultura. Jamás lo he hecho. Ese término viene de la metodología del presupuesto nacional que divide a la administración pública por sectores. Es, pues, una calificación de origen y destino presupuestario. Ni la inventé ni la uso. Por otra parte, jamás he pensado que la cultura es una materia. Estoy absolutamente en contra del efectismo y el espectáculo en el sentido en que usted lo expresa. (Esto sería largo de explicar y lo dejo para otra oportunidad). Nunca he dicho que voy a sembrar la cultura. Y menos que la voy a llevar por todo el territorio, ni a municipalizarla. Dígame Usted en dónde he dicho esas cosas o las he avalado. Es falso.
Por el contrario, hemos expresado claramente que nadie lleva la cultura a nadie. Hemos hablado de acompañar al pueblo, del que formamos parte, en su proceso de autotransformación revolucionaria. Hemos afirmado en todas partes que nuestra responsabilidad es la de la “gestión pública de la cultura” puesto que la cultura la hace el pueblo. Inventamos el lema que identifica nuestra gestión con ese reconocimiento: el pueblo es la cultura. De modo que lo que llevamos a toda Venezuela no es la cultura sino la gestión, vale decir, la presencia del Estado. Vamos al encuentro del pueblo que hace la cultura, para cumplir nuestro papel como Estado.
A propósito de esto, ¿cómo puede calificar usted de neoliberal una gestión que desde hace tres años ha intentado reforzar al máximo la capacidad del Estado para impulsar y promover directamente sus políticas. ¿A una gestión que ha tratado de dotar al Estado de instrumentos y herramientas que no tenía?
Creo, hasta donde sé, que eso es, justamente, lo contrario al ejercicio de una política neoliberal. Vamos a tomar como ejemplo al Cine. ¿Sabía Usted que Venezuela ha creado la única distribuidora estatal de cine en América Latina, aparte de la que existe en Cuba? Estamos montando este año, veinticuatro salas de cine en todo el país, de propiedad pública, insurgiendo contra los dos grandes circuitos privados de exhibición. ¿Es eso una política neoliberal? Montamos la Villa del Cine como instalación pública para la producción cinematográfica. ¿Es eso hacerle el juego al gran capital? Estamos montando la fábrica de discos y DVD en la que podremos reproducir y masificar la películas de nuestros creadores. ¿Le parece que eso es inconveniente?
Usted podrá decir lo que quiera, que eso no es prioritario o cualquier otra cosa. Pero reforzar el papel del Estado para la creación y distribución de productos culturales, no es ni contrarrevolucionario ni cuarto republicano. Y le digo más: rompe absolutamente con el paradigma del pasado.
¿Quiere que hablemos de la diversidad cultural? ¿Le interesa ese tema, como esencial en el reconocimiento de nuestras culturas constitutivas de la venezolanidad? Déjeme decirle que por primera vez en Venezuela (y en eso somos pioneros en América Latina) hay un Ministerio que aborda directamente ese concepto. De hecho tenemos un despacho de viceministro de Identidad y Diversidad Cultural. ¿Le parece contrarrevolucionario?
¿Le parece contrarrevolucionario el Censo del Patrimonio Cultural realizado por las comunidades de todo el país, asistidas por técnicos pero no subordinadas a ellos, y que arrojó un resultado de más de cincuenta mil fichas, que se están publicando en 335 tomos a color, uno por cada municipio para ser colocados en las escuelas y bibliotecas públicas. ¿Le parece eso neoliberal e inconstitucional? ¿Se lo parece el programa de encuentros de la diversidad cultural que se está realizando en todos los estados, con cientos de horas de registro audiovisual, también con la participación mayoritaria de las comunidades?
Usted a cada rato menciona al poder popular. Si es así, estamos en lo mismo, coincidimos en ello, Señora Ninoska. Por nuestra parte estamos intentando colaborar en su construcción hasta donde el Estado pueda hacerlo. La Misión Cultura no tiene sino ese objetivo. Ningún otro. Así mismo, la transformación profunda del Conac para convertirlo en un instrumento de municipalización de la gestión pública nacional de la cultura, y que ahora se orienta hacia los consejos comunales, no tiene sino ese objetivo. No llevamos la cultura. Nunca lo hemos dicho. Usted está equivocada. Acompañamos al pueblo en la construcción de su poder de base como sostén de los otros poderes, eso si.
Luchamos por construir el poder popular. Pero el poder popular no es usted, Ninoska. Está abajo, en la base. No es con autodenominados líderes con quienes tenemos que entendernos. Es tocando la tierra. Con los pobres más pobres, con los más débiles, con los anónimos.
Usted a cada rato habla de ideología. No me gusta mucho esa palabra, ideología, aunque la acepto y la entiendo en su acepción común. Pero me da un poco de miedo, porque sirve para excluir y establecer categorías entre quienes tienen la debida posición ideológica y quienes no. En nombre de ello se han hecho muchos desastres en el pasado. Yo estoy con Marx. Como usted sabe, a la palabra ideología Marx le daba una connotación negativa. Prefiero hablar de conciencia. Soy, además, en eso, guevarista.
Usted escribe en Aporrea en nombre de unos Trabajadores Revolucionarios de la Cultura. En un escrito anterior yo ironizaba al respecto. Pero ahora no quiero hacerlo. Más bien le pregunto con todo el respeto. ¿A quién incluye y a quién excluye en esa firma? Para mi no hay trabajadores revolucionarios de la cultura, incluso a pesar de que la Constitución nombra en su artículo 100 a los trabajadores culturales. Creo que eso tiene que ver más bien con un carácter funcional del término. Pues en el espíritu de la Constitución, la cultura la hacemos todos, todos, absolutamente todos, la hacemos y la disfrutamos. Del mismo modo que el modelo bolivariano de la sociedad participativa, elimina la existencia de los políticos profesionales, pues ahora todos somos políticos o debemos serlo.
La labor de equipo que hoy dirige el ministerio ha sido la de una constante lucha por desmantelar el poder de las élites en la gestión cultural. No me refiero a una caza de brujas de quienes antes estaban en puestos de gerencia pues no se trata de personas, sino de una práctica, de una visión, de unos intereses. No se trata de sustituir a unas personas por otras. Se trata de cambiar el paradigma. Podemos cometer errores al hacerlo y para eso están las críticas y las autocríticas, pero lo que no se puede es dejar de reconocer que hoy día las políticas de inclusión y democratización revolucionaria han cambiado radicalmente el panorama.
Lamento que Usted no pueda verlo.
Bien, el tiempo no alcanza. El escrito se extiende. Y me doy cuenta de que para detallarle una a una las grandes estrategias de cambio, las políticas de estado, los proyectos estructurantes y las acciones más importantes, necesitaría mucho más tiempo y espacio.
Valgan estos ejemplos que he anotado, apenas, como pinceladas.
Por mi parte estoy satisfecho con el trabajo que hemos venido realizando en estos tres años. El pueblo venezolano ha aprobado la refundación del país. El Presidente nos lo ha exigido a los ministros. Él nos ha dado el encargo de refundar la institucionalidad. Eso es lo que ha concentrado la mayor parte de nuestros esfuerzos. Le aseguro que, en lo personal, no he hecho otra cosa más que seguir los lineamientos del Presidente.
Por último, Usted me reta a debatir en público. Sea. Acepto.
Como Ministro no tengo la disponibilidad de tiempo para debatir a cada rato. Pero en este caso, me parece que sería una buena oportunidad de airear las ideas. Tal vez salgamos todos enriquecidos.
Pongámonos de acuerdo en el lugar, el momento y la forma de hacerlo. Por mi parte le pongo a la orden la hora completa de TV TODOSADENTRO que se transmite por Venezolana de televisión. ¿Le parece bien Blanca Eekhouth como moderadora? Únicamente tendríamos que acordar los temas y las reglas de juego. En los próximos días Ivan Padilla se comunicará con Usted.
Bienvenido el debate. Déjense de lado los agravios .
Atentamente

Farruco Sesto.


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Farruco Sesto

Arquitecto, poeta y ensayista. Ex-Ministro de Estado para la Transformación Revolucionaria de la Gran Caracas. Ex-Ministro de Cultura.

 @confarruco

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