Quien en la política se aferra, para conquistar sus méritos, en el oportunismo político siempre termina despreciado por las masas o éstas alejadas de aquel. Pienso que el éxito o el fracaso de un Gobierno Nacional pasan, entre otras cosas, no sólo por el éxito o el fracaso de los gobiernos regionales sino, especialmente, de los municipales, porque éstos son los que mantienen o no el contacto directo y en vivo con las comunidades. Si nosotros, los que apoyamos al Proceso Bolivariano y al Gobierno que preside el camarada Maduro, pretendemos fundamentalmente- que el Presidente y los ministros estén todos los días en todos y cada uno de los municipios del país, mejor deberíamos dejar la política a las buenas de Dios que es el único, según la Biblia, que está al mismo tiempo en todas partes viendo las realidades del mundo y escuchando al mismo tiempo a todos los pobladores del planeta: ricos y pobres, negros y blancos, hombres y mujeres.
Si un Alcalde, por ejemplo, realiza un buen Gobierno tiene o se gana la primera potestad para influir en los sentimientos de la comunidad y hasta para inclinar a la mayoría de los pobladores a votar por las opciones que aquel le presente. Pero si realiza un mal gobierno, la mayoría de la gente, por muy disciplinada que sea desde el punto de vista de la militancia política, se inclina a abandonarlo porque aquel pierde toda o casi toda la credibilidad que antes tenía y la que permitía que lo eligieran como Alcalde.
Una Revolución no ejecuta su programa de Gobierno basándose en el oportunismo. A éste lo combate a capa y espada porque produce demasiado daño. Ninguna Revolución está más pendiente de las necesidades de las comunidades que la que sueña con construir el socialismo. Eso la diferencia, entre tantas cosas, radicalmente de la Revolución capitalista. Por eso, la demagogia social hay que dejarla en manos de políticos al servicio de explotadores y opresores pero no en manos de emancipadores sociales.
La Revolución Socialista es la única Revolución que reconoce la inteligencia de los pueblos, su enorme capacidad para captar la esencia de las realidades cuando los momentos alcanzan un clímax de tensión e, igualmente, ese instinto que a diario los va haciendo construirse una sólida conciencia en luchar o defender las políticas que les representan sus sueños, sus intereses y objetivos supremos. Pero las comunidades viven el acontecer o, mejor dicho, lo que les beneficia o perjudica a diario, las veinticuatro horas del día y sacan sus conclusiones políticas de ese acontecer. Y en ese diario acontecer tienen que vérselas con los mercados, que es donde se enfrentan a los altos precios de las mercancías de primera necesidad y, además, con algunos servicios públicos que aún no son realmente eficientes y sí bastante caros. Las comunidades, con una capacidad bastante desarrollada después que llegó el camarada Chávez al Gobierno y mucho les habló, saben distinguir al buen político del mal político, al demagogo del que se sacrifica o lucha por resolver sus necesidades, al oportunista de aquel que se hace consecuente en la búsqueda de hacer realidad sus sueños, al hipócrita de aquel que se hace eco desinteresadamente de sus inquietudes y las eleva a instancias superiores para encontrarle soluciones a favor, precisamente, de las comunidades. Ya no hay fórmula de engañar todo el tiempo a toda una comunidad.
Vayamos ahora al ejemplo, a la verdad irrefutable porque una Revolución Socialista tiene éxito en la medida que se haga eco de verdades y no de mentiras, en la medida en que acepte las críticas constructivas y no reaccione a las mismas con descalificaciones, en la medida en que reconozca las políticas erradas (principalmente de manera pública) y las rectifique llevando soluciones a los problemas o necesidades de las comunidades y, muy especialmente, en la medida que resuelva las más urgentes necesidades materiales y espirituales de la gente.
Vamos pues al ejemplo: el día miércoles 12 de junio se corrió como pólvora que el camarada Presidente Maduro estaría en Barquisimeto y visitaría el día 13 (jueves) algo en el barrio Villa Guadalupe, pero para llegar a éste por vía terrestre- obligatoriamente hay que atravesar el barrio Valle Verde. Ese mismo día 12 llegaron máquinas para tapar huecos y quitarle enormes arrugas a las calles para que el camarada Maduro no viera esa realidad y creyera que las instituciones competentes están pendientes de las necesidades de la comunidad del barrio Valle Verde y, además, se las soluciona. Nunca, desde la última vez que el camarada Chávez visitó el Complejo Educacional de Villa Guadalupe, se habían preocupado por resolver necesidades del barrio Valle Verde y que no pasan de paños de agua tibia. Valle Verde no tiene cloacas (pero según ya fue aprobado el presupuesto para construirlas), no tiene asfaltado, casi nunca es visitado por empresa de aseo urbano a recoger la basura lo que se traduce en una insoportable situación para la comunidad: la de tener que convivir, como si fuesen vecinos o familiares, con zancudos, moscas, ratas, cucarachas y gusanos. Y, por si fuera poco, cuando llueve el que camine por las calles del barrio Valle Verde corre el riesgo de perder sus zapatos entre el barro. Y de paso, necesariamente por medidas de protección a niños y niñas, se suspenden las clases, especialmente, en la escuela y el Simoncito porque las aguas que corren por una quebrada dificultan el tránsito de personas y de vehículos. Pero allí no se detuvo la movilización creyendo que el camarada Maduro puede ser engañado como si fuese un niño completamente inocente de todo cuanto le rodee o por no estar en capacidad de interpretar las realidades ni obtener conclusiones sobre las mismas sin que las mire directamente con sus propios ojos. Una máquina rompió un tubo del agua y dejó a la comunidad sin el preciado líquido durante dos días. Es justo reconocer que ya fue arreglado el problema.
La comunidad ansiaba que el camarada Maduro pasara por el barrio Valle Verde porque eso obligaba a la Alcaldía a que mandara a recoger la basura acumulada de varias semanas en cada casa del barrio. Lo cierto es que el camarada Presidente no visitó a Villa Guadalupe ni pasó por el barrio Valle Verde y, por consiguiente, la gente se preguntaba ¿cuántas semanas más tendremos que calarnos la basura? Es justo también reconocer que después de varias semanas pasó el aseo, pero ahora se entra en el nuevo dilema que ya es vicioso: ¿cuándo volverá a pasar el aseo?
Una comunidad (para no hablar de pueblo) puede ser indiferente o sacrificada a las adversidades que padece hasta por un buen tiempo por una de dos razones esenciales: por miedo al despotismo gubernamental (y ese no es el caso de la comunidad de Valle Verde) o porque cree en el programa o ideal del Gobierno (que en su mayoría es el caso de la comunidad de Valle Verde). Sin embargo, las comunidades tienen ojos y ven y tienen oídos y escuchan. Es imprescindible que las políticas nacionales se mezclen con las regionales y municipales para bien del país. Eso es lo que está planteando, en cierto sentido, el Gobierno de Calle aunque aún podamos encontrarle muchas o pocas fallas.
Un Gobierno que se compenetre con los problemas de las comunidades, que las atienda, que se entere de sus inquietudes y necesidades y haga todo lo humanamente posible por solucionarlas, se gana la admiración de su gente y resulta difícil que le metan gato por liebre a la hora de las elecciones. Ninguna Revolución transforma una nación de la noche a la mañana. Esto es un abc de la política. Cada paso que mejore las condiciones socioeconómicas de las comunidades es una sólida base que se crea para fortalecerla, consolidarla y que la hace invencible. Por eso: el oportunismo no suma y más bien resta. Todo es cuestión de tiempo pero el tiempo es también hechos objetivos y subjetivos.