La recién estrenada película venezolana titulada: AZÚ, alma de princesa, nos llega gracias a los estrenos de la distribuidora cinematográfica Amazonia Films, en perfecta coexistencia pacífica del cine comercial con el del arte y ensayo, al cual nos acostumbró la Cinemateca Nacional durante la cuarta republica, sobre todo para quienes pagábamos poco y aprendíamos algo de lo que aun llaman el séptimo arte, siempre con una diferencia en el valor de las entrada de esta sala y las salas comerciales, que hoy en revolución es bastante sustantiva cuando apenas con solo cuatro(4) BsF, (Bolívares Fuertes) o sea menos de un Dólar USA$ o un Euro al tipo CADIVI, en comparación con lo que pagas en las actuales salas comerciales, sin incluir el combo de cotufas y su correspondiente bebida globalizada, mas allá del mercado paralelo, por no decir negro, de las divisas fuera de control y en manos de la gente.
Desde que escuche de esta producción me generó expectativas positivas que logre concretar una vez de haberla visto dos veces, pues en la primera ocasión no pude ver el barco negrero llegando a las costas venezolanas donde venía desde algún lugar de la costa atlántica africana la joven personaje protagonista, Azú, que según su guionista Dario Soto junto al destacado cineasta e historiador Luis Alberto Lamata y basada en una idea de Patricia Kaiser, hacen aparecer en la escena una primera convulsión epiléptica, como aporte al desarrollo del tema del secuestro de las personas del Africa subsahariana, a finales del siglo XVIII y del espíritu libertario para quienes le acompañaran posteriormente en la búsqueda del ansiado cumbe (espacio libertario de los cimarrones y cimarronas) donde aparece otro gran personaje con el imaginario nombre del Yanga, igual que el de Gaspar Yanga o Nyanga, cimarrón afromexicano supuesto descendiente de la realeza gabonesa quien por el año 1570 en las cercanías del hoy Veracruz, quien lideró la creación de una de las primeras colonias libres de los afrodescendientes en nuestramérica “San Lorenzo de los Negros”, coincidencialmente en sotavento en las tierras donde se dice estuvieron los africanos negros antes de la llegada de Cristóbal Colón, gracias a Soundiata Keita, fundador del Imperio Maliano que hoy se mantiene gracias al aporte de la cultura mandinga y personajes como Abu- Bakari II, Mansa Musa y otros ( mandinka, malinké, mandé o manden) persistentes en muchos países del Africa occidental subsahariana.
La pedagogía del cimarronaje se hace presente en este y en otros filmes sobre el tema de la esclavitud de los afro, y como dice un amigo afrodominicano, “mientras existan negros habrá discriminación” y de ser esto cierto el sistema educativo tendrá permanentemente este reto en el proceso enseñanza- aprendizaje, basado en el respeto como primera reacción ante el relacionamiento humano. En segundo lugar profundizar en el tema africano y en el sus descendientes a nivel continental como aporte a la afroepistemología.
En esta película también se evidencia el tema de la religiosidad a través de los rituales africanos de algunos grupos étnicos originarios, así como en la religiosidad cristiana impuesta por el imperio español, como es el caso de la vida, pasión y muerte de Jesucristo, su sagrado corazón que también forma parte de nuestro imaginario popular y que se hace presente en las diferentes manifestaciones de nuestra cultura popular tradicional, como en el caso de las fiestas de diablos del Corpus Cristi, San Juan, San Pedro y otras.
Se deja constancia del reencuentro generacional de una misma cultura africana dentro de la diversidad cultural afro, en la relación de Azú con el Afrodescendiente y líder religioso-espiritual Yanga, mostrándonos simbologías similares a las de la religiosidad bantú, yoruba, mandinga, etc. y la postura endoracista de la esclavizada cimarrona que pensaba como blanca y se creía ama, por el uso que le daba su patrón y amante español, que al final se reconoce como Afrodescendiente, luego de una serie de acontecimientos que contribuyen a su incorporación solidaria en la búsqueda definitiva del Cumbe, al final de la obra, que nos deja viva la reflexión de cómo pudo haber sido posible la existencia de estos espacios casi temporales, de quienes hicieron posible la practica del cimarronaje dentro de una fuerte relación de dominación por parte de los invasores europeos y donde posiblemente no encontramos en el filme, la presencia de pueblos y comunidades los pueblos originarios indígenas que de seguro por el hecho de conocer mejor el terreno y los espacios mas seguros de coexistencia lejos de los colonizadores, se fueron a los lugares mas seguros, donde todavía coexisten con la gran diversidad socio cultural nuestromericana.
Esta realización venezolana con excelente fotografía de los espacios de Solavento y Barlovento, es un importante aporte a la cinematografía del tema de la esclavitud en el Caribe, me hizo recordar la obra del ya fallecido cineasta cubano Tomás Gutierrez Alea con su célebre producción titulada “La Ultima Cena”(1976), donde se pone de manifiesto la actitud asumida por cada uno de sus personajes en cuanto a la tan ansiada libertad que finalmente se logra a través del cimarronaje. En este caso a través de dos mujeres con sicologías diferenciadas que se resumen al final de este trabajo y que para algunos jóvenes al final de la función decían que era una cosa novedosa comenzando por la venezolanísima expresión Cumbe, equivalente a Quilombo, Palenque, Free Cities, etc. en otros contextos de la intraculturalidad afro en nuestro continente.
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