Desde la conquista de América y en particular de Venezuela, aparte de los conquistadores españoles, y de los esclavos africanos, siempre hubo coleados de otros sitios de Europa que de manera individual lograron infiltrarse hasta llegar a esta tierra de gracia, así algunos italianos, portugueses (el rio Portuguesa debe su nombre, a una mujer de nacionalidad portuguesa, que se ahogo en sus aguas en tiempo de la conquista), holandeses (fundamentalmente judíos de origen sefardí provenientes de Pernambuco o de Curazao), y probablemente nativos de otros lugares, que por su pequeño número y capacidad de mimetismo lograron pasar desapercibidos para las autoridades españolas, o quizás algún tipo de pago, prebenda o favor les facilitó su ingreso, a la que para la época era una humilde Capitanía situada en los confines del Imperio Español. Dentro del mismo contingente español, con la creación de la Compañía Guipuzcoana a partir de 1728, es cuando ingresan en mayor número al país habitantes de las vascongadas. Luego después de la guerra de independencia, voluntarios y mercenarios de varios países, fundamentalmente irlandeses, ingleses y escoceses, que lucharon al lado de los patriotas, también sembraron aquí sus raíces. Se acentúa también en el país a partir de esa época post independentista el ingreso y asentamiento en la región Coriana de judíos de origen Sefardí provenientes de Curazao. También después de la independencia, habiendo prohibido nuestro gobierno el acceso a los españoles peninsulares, este quedó expedito para los nativos de las islas Canarias, que desde esa época y en forma continua fueron llegando sin muchas restricciones al país. Aunque algunos hacendados provenientes de las Antillas francesas, se habían asentado en la zona de Paria durante el siglo XVIII, es con la perdida de Trinidad por el Imperio español, a inicios del siglo XIX, que se acentúa desde esa isla la migración de hacendados franceses e irlandeses con sus esclavitudes a dichas costas orientales. La caída de Napoleón, las revoluciones populares de los años treinta y cuarenta del siglo XIX en Francia, las despiadadas persecuciones a los “carbonarios” en Francia, en Córcega, y diferentes lugares de lo que hoy constituye la República Italiana, además de los evadidos del penal francés de Cayena, y por supuesto la emigración de individuos o familias, que por causas particulares ajenas a las anteriores, deciden emigrar a nuestro país, engrosan también el numero de apellidos no hispánicos a todo lo largo y ancho de nuestra geografía. Para 1843 el gobierno conservador de José Antonio Páez había logrado asentar a emigrantes provenientes del Gran Ducado de Badén región de la Selva Negra (hoy perteneciente a la República Alemana), en número de 391 personas, en terrenos donados por el Conde de Tovar, hoy conocido como la Colonia Tovar (única planificación teórica migratoria que conozco, efectuada por el Estado Venezolano); las guerras civiles y la desidia gubernamental dejo en el abandono a estos colonos, que gracias a sus propios esfuerzos lograron salir adelante, hasta convertir a la Colonia en el pequeño emporio agrícola y turístico que hoy conocemos. A partir de 1874 hasta inicios del siglo XX hay cierto auge emigratorio desde Italia hacia Venezuela, con un total aproximado de 3.000 inmigrantes. Para esa misma época comienzan a ingresar los “turcos” al país, en número relativamente discreto, y provenientes fundamentalmente del Líbano, de donde emigraban, ya que siendo cristianos, debían pagar impuestos especiales al Imperio Otomano, al cual tanto el Líbano como los demás países árabes pertenecían, y por lo cual, sus pasaportes los señalaban como de nacionalidad turca; siendo desde esa época identificados como tales por nuestra población. Al finalizar la guerra civil española en 1939 estuvimos recibiendo emigrantes canarios, vascos, catalanes, y de otras regiones de España en cantidades apreciables, no solo por la cantidad (ampliamente superada posteriormente) si no por la calidad intelectual de los mismos, baste nombrar a Augusto Pisuñer, Juan David García Bacca, y Juan Nuño, entre los talentos más destacados de esta emigración. Pero el grueso de la emigración europea entra a Venezuela al finalizar la Segunda Guerra Mundial, fundamentalmente durante el gobierno del dictador Marcos Pérez Jiménez, los esfuerzos iniciados por Medina Angarita para derivar a estos emigrantes hacia una agricultura planificada se pierde dentro del aluvión de más de un millón de emigrantes, que de una sola vez en el lapso de diez años contribuyó significativamente a aumentar la población total de la Nación de cinco millones de habitantes en 1950 a siete millones en 1961. Mientras para la época, países como Estados Unidos se esmeraban en aceptar como emigrantes a los ciudadanos europeos laboralmente mejor clasificados, nuestros representantes consulares se cuidaban de hacerlo, su idea era impedir en lo posible, la entrada a quienes pudieran venir a competir con nuestra clase media en el ejercicio y desarrollo de las profesiones liberales, si el emigrante era un campesino analfabeto o semi analfabeto, tenía su entrada segura al país. Estos emigrados casi todos de origen campesino constituyeron el grueso de los obreros y maestros de obra, que levantaron la Caracas de cemento armado en época de Pérez Jiménez, igual que como lo hicieron con otras ciudades del país; sus hijos y nietos hoy profesionales universitarios, o dueños de importantes negocios, se olvidaron de su humilde origen, y engrosan en su mayoría las filas de la oposición, siendo su actitud hacia los humildes de nuestro país de discriminación y desprecio, además de sentirse extranjeros en el suelo que los vio nacer; valgan mis excusas a la minoría de los que si nos sentimos venezolanos, así nuestros padres hayan sido extranjeros. El ingreso a nuestro país de emigrantes provenientes del Continente Sur Americano no fue fácil hasta el final del mandato de Pérez Jiménez, fundamentalmente el ingreso de nuestros vecinos colombianos, que temían profundamente y con razón a nuestra Guardia Nacional, la cual no lo pensaban dos veces para devolver después de maltratar, a cualquier ilegal que traspasara la frontera proveniente del vecino país, o hacer desaparecer a los reincidentes, sin embargo a partir de 1950 el ingreso por vía legal se fue incrementando paulatinamente y a partir de 1970 ha sido una avalancha progresiva de inmigrantes, tanto legales como ilegales, hasta llegar a las cifras actuales de una población calculada entre cuatro a cinco millones de colombianos dentro del país. Con estos emigrantes de la nación hermana, no solo han entrado honestos e incansables trabajadores (gran parte de la actividad agropecuaria fronteriza, fundamentalmente en el Zulia, es sostenida por trabajadores colombianos), si no que ya desde hace años, modalidades delictuales y paramilitarismo también han entrado con ellos. A pesar de que una de las causas de la emigración de colombianos a Venezuela es el desplazamiento debido a su guerra interna, o en busca de mejoras económicas; estos emigrantes, contrariamente a lo que se pudiera pensar, dada la ayuda y facilidades otorgadas por nuestro gobierno, adversan y denigran del mismo en número importante, representando un peligro latente para nuestra Nación, en el caso de que estallara un conflicto armado con la oligarquía que rige los destinos de su país de origen. Otras oleadas migratorias han sido la proveniente de los países árabes fundamentalmente de Siria. Lo que se inició como una petición del Papa Pablo VI durante el primer gobierno de Caldera (1969-1974), a fin de que acogiera por razones humanitarias emigrantes cristianos provenientes de dicho país, terminó convirtiéndose en una avalancha inmigratoria, con la complicidad pagada a las autoridades durante la IV república, estos emigrantes “tenderos” y vendedores de “chawarma”, de muy bajo nivel cultural en general, y atenidos a sus costumbres ancestrales, que entre otras cosas les obstaculiza los matrimonios con ciudadanos(as) venezolanos(as), constituyen verdaderas “mafias” enquistadas a lo largo y ancho del país, mafias que habiéndose empapado de las triquiñuelas criollas para burlar la ley (fundamentalmente en materia de comercio), las manejan con maestría, teniendo contactos “a punta de billetes” en todos los entes gubernamentales. Quiero excusarme por la generalización hacia todo un grupo humano, reconociendo que aunque en minoría, con esta emigración han entrado al país personajes valiosos para nuestro desarrollo en general, además de un número importante de ciudadanos valiosos de ese origen nacidos aquí.
La inmigración china, discriminados, despreciados, y obstaculizada su entrada a Venezuela desde la independencia hasta casi todo el siglo XX, hoy constituyen un volumen migratorio en número importante hacia nuestro país, es más, pareciera como si en cuanto a discriminación las “tortas” se hubiesen volteado, así en días pasados pude observar como en tanto los venezolanos que llegábamos del extranjero, debíamos hacer una cola interminable para chequear nuestros pasaportes, a los ciudadanos chinos funcionarios de emigración los reunían y hacían pasar en grupo, por delante de los que estábamos en la cola, no teniendo siquiera que recoger su equipaje, ya que este era apartado antes de de que el resto de los equipaje pasaran por la correa de distribución. Entiendo que la barrera idiomática es para ellos un obstáculo, pero ¿no lo es también para cualquier emigrante al entrar en cualquier país? Estos detalles no tan triviales, son los que abonan en cualquier parte del mundo el chauvinismo y la discriminación. Para terminar quiero abordar las dos caras de la inmigración china; por una parte gracias a los convenios científicos tecnicos con la República China, un buen número de especialistas se han trasladado al país para apuntalar áreas importantes en la llamada transferencia de tecnología, fundamentalmente más que en la producción en el ensamblado, ya que hasta ahora no he sabido de fabricas para la producción de motores, por ejemplo. El otro grupo mucho mayor de emigrantes chinos, son los que trabajan en los miles de abastos y quincallas a todo lo largo y ancho del país, por lo general de origen Cantonés, se trata de un grupo auto excluido de todo lo que significa nuestro acervo cultural y de costumbres, más renuentes aun que la inmigración árabe a mezclarse con el criollo, aunque siendo el árabe por lo común atento con la clientela que acude a sus tiendas, no sucede así con el chino que luce inexpresivo y desatento (ni siquiera se molestan en aprender nuestro idioma), su conducta ahorrativa se puede resumir con el dicho “no mean para que la tierra no chupe”, sin embargo no escatiman gastos en cuanto al juego se refiere, infiero que estos jugadores sean los dueños de los negocio, explotadores hasta la saciedad de sus mismos paisanos; al parecer aparte de la mínima subsistencia, los empleados de los abastos y negocios chinos pagan con trabajo por un largo periodo de su vida, los gastos “inflados” en que incurrió su empleador para traerlos desde China.
En resumen, aparte de hacer crecer la población (lo cual no quiero catalogar como bueno o como malo), el grueso de la inmigración masiva que nos han tocado, no han impulsado en lo más mínimo el desarrollo productivo del país, si italianos, portugueses y españoles llegados a Venezuela después de la segunda guerra mundial cumplieron al menos el papel de constructores de la superestructura citadina; árabes, chinos, colombianos, y otras minorías, viven y sobreviven en nuestros centros poblados dedicados al comercio de artículos de consumo, desde las grandes tiendas y supermercado hasta la buhonería informal.
Recuerdo las críticas demoledoras, a quienes hace ya largos años, en comunicado público nos opusimos a la creación de la zona franca de Margarita, luego derivada en Puerto Libre. Catalogados como “enemigos del progreso”, proponíamos como alternativa el impulsar el desarrollo pesquero, oficio harto conocido por los habitantes del otrora paraíso tropical, que solo necesitaban la ayuda gubernamental para masificar su oficio con metodología moderna, y llevarlo a una industrialización total. Por supuesto que tanto los gobiernos regionales como el gobierno central de aquella época no se tomaron la molestia de al menos sopesar dicha probabilidad. El resultado está a la vista, cientos de tiendas propiedad de extranjeros (árabes en su mayoría), quienes a pesar de no pagar impuestos al fisco nacional, especulan con la venta de sus productos a precios prohibitivos, muchas veces por encima de los precios (ya de por si inflados), de dichos productos en tierra firme. En una isla de pobladores llanos y sencillos se sembró la prostitución, el crimen y la droga, al final, el grueso de dicha población que era el que debía beneficiarse, terminó como empleados mal pagados de los mayoritariamente patrones extranjeros. En contraste, y a pesar de la poca o ninguna ayuda gubernamental, los pobladores de la parte oeste de la isla (Macanao), desarrollaron en forma aun primitiva, su propio método de pesquería, y hoy venden buena parte de su producto en dólares, a las Antillas circunvecinas, siendo el ingreso de cualquiera de dichos pescadores (aun los no propietarios de los instrumentos de pesca), hasta diez veces o más, por encima de lo que pueda ganar cualquiera de las empleadas de una de las tiendas antes aludidas.
En definitiva y acorde a mi criterio, en términos generales nuestra política migratoria creo no ha sido la más acertada, ya que no ha contribuido o a contribuido muy poco a nuestro desarrollo productivo como nación, el ingreso de extranjeros al país solo ha servido para incrementar el comercio de importación. Y es un axioma bien definido el que sin producción es imposible la instauración del socialismo en cualquier nación.