Para asegurar la independencia de medio continente, Simón Bolívar no escatimó esfuerzo alguno. A su innegable condición de conductor y estratega militar exitoso, se unían una férrea voluntad y una personalidad política fraguadas a través de su formación ideológica autodidacta, sus lecturas selectas, su reflexión acertada y su contacto directo con personas que pudieran ampliar y enriquecer su visión del mundo, incluyendo a aquellas que fueran sistemáticamente segregadas por el injusto sistema de castas impuesto por el régimen colonial español, cuyos brazos y corazones ansiosos de libertad hicieron posible la Patria nueva de América. En este esfuerzo interminable por construir un modelo de sociedad republicana que sirviera de luz a los pueblos de la Tierra, El Libertador visualizó que ello sería posible librando más batallas contra el colonialismo heredado, implementando una nueva concepción educativa, cuyos fundamentos básicos exaltaran los valores que constituirían siempre la conciencia republicana y/o ciudadana de todos y todas, de modo que ya no existiera ninguna desigualdad ni privilegios basados en el color de la piel, la condición económica ni el lugar de origen.
Todo esto, a la larga, tendría que materializarse en la conformación de una gran nación que -a diferencia de las ex colonias británicas al norte de nuestro continente, lo mismo que de Europa, pese a lo iniciado por los franceses en 1789- se destacara más por sus virtudes cívicas y demócratas que por la extensión de su territorio y sus grandes riquezas materiales, en donde cualquier hombre y mujer vivieran realmente en libertad, “buscando sólo el mérito”, según lo expresara el mismo Libertador. En tal sentido, a esto último habría que agregar lo que afirmara el Maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa de este insigne caraqueño respecto a que éste “pensó en un hombre moral, capaz de hacer justicia y de pedirla para los otros, soldado de la libertad, respetuoso de la ley y amante de la Patria, es decir, el ciudadano completo”. Con ello siempre en mente, Bolívar veía en una educación popular ampliamente extendida y sustentada en la idiosincrasia del pueblo la vía más que adecuada para alcanzar realmente la independencia integral de nuestra América.
Por eso mismo, “ese Bolívar ilustrado, librepensador, activo, fecundo, curioso, insatisfecho, inagotable -al decir del poeta Gustavo Pereira en su obra “Simón Bolívar, escritos anticolonialistas”- no había asumido la lucha emancipadora suramericana cual simple y pura rebelión para cambiar las formas. A diferencia de los aristócratas mantuanos a los que por orígenes pertenecía, su compromiso es de transformación total, no sólo de la realidad política. Su postura ante el mundo es la de quien se sabe instrumento no de un deber -deber, más que mandato expreso de las masas populares desposeídas, incorporadas en gran medida durante los primeros años de la guerra a los ejércitos realistas- sino de acendrados ideales de ruptura de un orden, de sed de gloria justiciera, de aquel fuego sagrado que impulsaba su voluntad a contrapelo de decepciones y descalabros”. En esto radica su vigencia y su grandeza, por lo que Bolívar, el hombre diáfano y de las dificultades a quien tanto temen las oligarquías internas y externas de siempre, seguirá viviendo en nuestras luchas y nuestras esperanzas revolucionarias de construir un mundo cada vez mejor que el actualmente existente.-