Hace un par de días el Comandante Chávez arribaría a su cincuenta y nueve aniversario de su nacimiento. Una fecha que no pudo ver dado que la enfermedad del siglo, nos los quitó, nos lo apartó de la senda y lo sembró en el camino. Aun así Chávez ya se había convertido en un fueguito de esos que Galeano dice que cuando uno se acerca nos prende. Un fueguito que hizo que se encendiera la hierba mojada, en las mismas palabras de Galeano. Así pues el Comandante sigue siendo un fueguito, un fueguito eterno. Que no se apagará, pues habrá de aquí en adelante generaciones que encenderán sus conciencias con alguna de la parte de su existencia. De modo que Chávez, no ha muerto sino que vive de esta y otras muchas maneras.
Hoy quienes asumimos la difícil tarea de la construcción del socialismo, debemos preservar su memoria, su ejemplo de militante, preservarlo de quienes buscan asesinar esta memoria, su ejemplo. Estos asesinos son visibles en la derecha venezolana, pero los pocos visibles están entre nosotros. Entre nosotros hay quienes buscan asesinar el legado de Chávez y vivir de la expoliación de su imagen, al más claro estilo del eclesial romano, es decir sustraer la esencia de su legado y solo dejar la adoración, la contemplación. Algunos sin darse cuenta y otros con alevosía. Estos asesinos los tenemos en todas la posiciones: dirigentes políticos cuyo discursos son impecablemente revolucionarios y proporcionalmente inversos a sus estilo de vida; funcionarios y funcionarias públicas, vampiros de los recursos e indiferentes a las necesidades del pueblo; dirigentes comunitarios, que buscan hacer del trabajo social una alcabala en la que los demás deben pasar para tener acceso a lo que son sus derechos; sindicalistas “socialistas”, que tranzan cuantas veces puedas con el patrón, por una monedas; venezolanas y venezolanos que hacen de la trampa su palanca para acceder a una mejora de la calidad de vida y de la consumo. Son asesinos cotidianos del legado de Chávez, aunque se vistan de rojo rojito.
Afortunadamente, también existen quienes hacemos que Chávez, reviva cada día en esta patria, los que promovemos las participación de todos y todas, los que cuidamos que los recursos se ejecuten de la mejor manera, los que nos somos indiferentes a la necesidades del pueblo, los que vivimos del salario y rechazamos las ofertas dudosas (que nos califica en la lista de “guevones” del proceso), los que hacemos innegociables e irrenunciables los derechos de los trabajadores, los que nos alegramos de haber avanzado, quizás no mucho, pero juntos; los que creemos que no es posible construir el socialismo sin renunciar a las practicas que el capitalismo nos ha instalado en nuestra forma de ser. Los que en definitiva fuimos prendido por ese fueguito llamado Chávez. Ese pueblo prendido por Chávez.