Si no fuese por internet, lo digo por mi caso, ignoraría más del 90% de lo que me he enterado en los últimos meses. El imperialismo es tan poderoso y tan influyente en este mundo que ha convertido la ciencia política en un parlante de pronósticos venidos o creados o inventados, especialmente, por pitonisos de todo género, desde aquel que los descifra por medio de barajas (tarot), pasando por los que con sus ojos captan las realidades del futuro en bolas de cristal, los que perciben el destino en una franja de humo de tabaco hasta los que viendo los ojos de otros precisan con exactitud el éxito o el mal del que se va a morir.
La ciencia política se la lleva muy bien con aquellos que haciendo análisis correctos igualmente sacan sus conclusiones correctas. Pero esa facultad no la da la ciencia política. ¿Saben quién la da?: el método o la guía, que en el caso de los comunistas es el marxismo, por ser la única doctrina en este tiempo, con su armadura dialéctica, que resguarda al analista de desvaríos y de elucubraciones pesadas, ociosas y perniciosas. Es verdad que un médico está en condición de predecir una muerte temprana o a largo plazo basándose en el nivel o tipo de la enfermedad de su paciente como un ingeniero civil tiene la facultad de determinar si un edificio corre el riesgo de derrumbarse o de sostenerse ante un terremoto, por ejemplo, de 6 ó 7 grados. Lo que no pueden, ni el médico ni el ingeniero, es andar vaticinando la muerte de un paciente o el derrumbe de un edificio fundamentándose en unas barajas, en el humo de tabaco o en una bola de cristal. La ciencia, especialmente la natural, es incompatible o antagónica con los pronósticos de pitonisos o adivinadores. Ahora, la ciencia política, especialmente si el analista está bien formado en la doctrina marxista, facilita los instrumentos para prever acontecimientos. Esa es la grandiosa función, por ejemplo, de una dirección revolucionaria, de un Gobierno revolucionario.
No pocas veces, para leer algunas informaciones y hasta algunas opiniones, se hace necesario sentarse directamente sobre el piso, sea de tierra, de cemento o de cerámica, quitarse los zapatos, despojarse de la camisa y del pantalón para quedarse sólo en interior, tomarse un café tinto, estirar los brazos y rezar para que no se produzca un terremoto o un tornado. Es la única forma de no sentir ese ardor reumático que afecta las coyunturas del cuerpo. Bueno, lo cierto es que navegando en internet me encontré con la siguiente perlita científica que ni siquiera los metafísicos de antes o las brujas de Salem se las imaginaron: el tarotista (no sé en qué Universidad del mundo se estudie eso) José Iglesias anunció a la opinión pública, luego de quemarse casi todas las pestañas y las neuronas haciendo investigaciones científicas de todo género y especialmente- política mediante el uso de barajas, que el camarada Nicolás Maduro será derrocado antes de cumplir su primer año de Gobierno. ¡Agarren ese trompo en la uña!
Entre los argumentos usados por el tarotista José Iglesias destacan los siguientes:
.- Quiere sacar del camino a Capriles Radonsky por ser la piedra en el zapato que utiliza el camarada Maduro y, por supuesto, no lo deja caminar normalmente.
.-El camarada Maduro sabe que tiene muchos enemigos cerca y se está volviendo un tanto paranoico con la seguridad. El peor de todos sus enemigos lo tiene al lado.
.- Nuevas pruebas de fraude saldrán a la luz y cada vez son más contundentes.
.- Tibisay Lucena no vencerá el cáncer que la invade. No está tan mal todavía, pero tampoco está bien y otros pronósticos.
Los argumentos son esos que cualquier persona, por muy ignorante que sea, sabe que mientras exista lucha de clases, mientras existan gobiernos, mientras existan partidos políticos, mientras existan intereses de clase antagónicos, se manifiestan, unas veces, con mucha intensidad y, en otras, de forma muy insignificantes. Eso no es descubrir el agua tibia es, más bien, llover sobre mojado.
Que el camarada Maduro quiera que Capriles, por ejemplo, se retire de la política y se dedique al ejercicio de la abogacía o del derecho es comprensible, es incluso- algo humano desde el punto de vista de la política. Nadie criticaría a Capriles si deseara que el camarada Maduro mejor se dedicara a manejar alguno de los trenes del metro de Caracas. Ahora, si el tarotista pretende hacer ver que el camarada Maduro quiere eliminar físicamente a Capriles para sacarlo del camino, resultaría una acusación digna de la fantasía y de la mentira pero no de la verdad.
Que el camarada Maduro tenga enemigos cerca no es un descubrimiento que merezca un titular de primera plana en ningún medio de comunicación. Más de 7 millones de venezolanos y de venezolanas votaron en contra del camarada Maduro en el proceso electoral del 14 de abril. De una u otra manera, en política, son adversarios, enemigos del ideal que representa el camarada Maduro. Eso es inobjetable. Y ese poco más de 7 millones de personas, en su aplastante mayoría, viven en Venezuela. Lo más seguro unos cuantos cerca del Palacio de Miraflores y otros alrededor de donde vive el camarada Maduro, es decir, los tiene muy cerca. Y si el tarotista se refiere a militantes del PSUV no está tampoco descubriendo un misterio desconocido por los especialmente- chavistas. No creo, en verdad no creo, que todo el chavismo sin excepción- quiera al camarada Maduro como quería o sigue queriendo al camarada Chávez. Ambiciones políticas personales han existido siempre en un mismo partido y eso genera contradicciones, reservas, sentimientos encontrados y hasta cierto género de odio. El PSUV no es la excepción en la historia de los partidos políticos en el mundo. Eso ha existido, incluso, en los partidos comunistas que debe reconocerse, aunque no lo quieran aceptar, han sido y son los más homogéneos en lo político y en lo ideológico en toda la historia de partidos políticos.
Sobre las nuevas pruebas de fraude que saldrán a la luz pública el tarotista tampoco ha descubierto un dilema porque una y otra vez, casi a diario, la Oposición eso lo ha anunciado, lo cual se ha convertido en una especie de carta bajo la manga que en nada, absolutamente en nada, va a modificar el resultado y veredicto oficial dado por el CNE el 14 de abril reconociendo el triunfo del camarada Maduro.
Y, quizás, donde más hubo de romperse el cerebro el tarotista para anunciar su descubrimiento, fue en el de expresar que la doctora Tibisay Lucena no está tan mal pero tampoco tan bien debido al cáncer que padece. ¡Tremendo diagnóstico político basándose en la medicina! Yo, tengo cáncer y en verdad no estoy bien de salud pero tampoco estoy mal de la misma. Ahora, no es un importante descubrimiento decir que la doctora Tibisay puede morir de cáncer. Ojalá y la ciencia médica haga todo lo posible para que no sea así y dure muchos años.
Ahora, vayamos al sentido político de los pronósticos del tarotista José Iglesia. Un Gobierno revolucionario o que se proclame socialista debe asumir como una de sus misiones más sagrada la de formar a la gente en el espíritu de la ciencia como una fórmula de combate contra la superstición. Por eso está obligado a diferenciar muy bien lo que es científico de lo que es hechicería, lo que es un análisis con método científico de lo que es un pronóstico de pitonisos. Estos, terminan por ignorar o ser indiferentes al estado sicológico que crean con sus falsos pronósticos, con sus ideas subjetivas producto del uso de barajas o bolas de cristal. Sin embargo, nadie debe ignorar que muchos de los pitonisos actúan de manera muy consciente al servicio de una tendencia política determinada.
¿Qué debería hacer el Gobierno que preside el camarada Maduro? Algo muy sencillo: una vez cumplido su primer año de mandato gubernamental hacer que un tribunal de la República cite al tarotista José Iglesias y le exija explicación del por qué su sentencia no se hizo realidad, cuál era su motivación, que interés político lo llevó a formular tan falso pronóstico. Por lo menos eso, para que la opinión nacional se entere del meollo de esos pronosticadores sin fundamento científico de ningún género- que buscan crear condiciones para derrocar un Gobierno. Lo que ha dicho el tarotista José Iglesias es una manera de ampliar la superstición y ésta es incompatible con el espíritu creador de la ciencia. Si el tarotista José Iglesias se cree con derecho a lanzarle un pronóstico tan llamativo y peligroso a la opinión pública, no de cumplirse como no se cumplirá, también tiene el deber de decirle al país que mintió. Es todo.