Por ahora, somos una sociedad de Comerciantes y no de Personas

Hasta el arribo de la sociedad burguesa, la sociedad humana se formaba a
base de esclavistas, patriarcas y señores feudales para quienes los
trabajadores, esclavos, familiares y siervos no formaban parte de ella,
salvo como instrumentos o animales de trabajo. Ningún trabajador tenía
autonomía de voz ni de voto. Sin embargo, los esclavistas, los comerciantes
de marras y los señores feudales o terratenientes eran personas, y entre sí
“no se pisaban la manguera”.


En la sociedad capitalista o burguesa, todos somos comerciantes y como tales
desconocemos o nos es impropio hacer amistades sostenibles, tratar a los
demás con sinceridad y honestidad ni así andar por estas calles, cumplir la
palabra empeñada, tratar con consideración y respeto a nuestros semejantes;
todo eso nos está vedado porque sencillamente, como comerciantes que somos,
no podemos exhibir esas debilidades. Cuando algún “comerciante” lo hace,
entonces es presa fácil del comerciante inescrupuloso que lo tratará como
pendejo.

Algunos fungimos de mercaderes y fabricantes, y otros, como compradores de
bienes y como vendedores de valor trabajo. En esta sociedad comercial todos
tenemos derecho al voto para participar en las elecciones de los burócratas
de mayor rango. Sin embargo, no nos respetamos y sí nos pisamos la manguera,
lo hacen los comerciantes entre sí, entre ellos y los fabricantes, y estos
entre sí mismos, y los proletarios también lo hacen. Es el individualismo
elevado a su máxima expresión.

Como sabemos, el fabricante compra mano de obra como compra patatas o
pulidoras domésticas. El trabajador vende su fuerza de trabajo como podría
vender gallinas si fuera propietario de medios de producción, y cuando
tiene dinero compra los bienes necesarios para su manutención.

Desde luego, todos compartimos todos los espacios geográficos, culturales,
educativos, deportivos y religiosos. Las calles y plazas son libes para que
por ellas transiten sanos y enfermos, gente honesta y malandros, hombres,
mujeres, niños, ancianos y jóvenes de cualquier color, tamaño y capacidades
técnicas, pero nuestras relaciones son meramente comerciales, nuestros
saludos son de simple cortesía, así como cuando un comerciante se dirige a
usted con el tratamiento de madame o de caballero para llamar su atención e
invitarlo a que compre sus mercancías, para que usted “pase adelante”.

Sólo la venidera sociedad socialista hará personas de nuestros trabajadores,
y en ella sólo existirán personas que trabajen con medios de producción
colectivos, y ni siquiera trabajarán para ningún estado porque este se
extinguirá con la extinción de las clases de sociales formadas hasta ahora
sólo por personalidades, por comerciantes. Tal es la importancia de la
comuna en formación.

En esta sociedad burguesa, la connotación de persona es un atavismo no
superado, y por esta razón, la figura de las personas no tiene una
concreción en la realidad a pesar de que la Constitución republicana así lo
contemple.


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Manuel C. Martínez


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