El libre comercio para comprar y vender al antojo del comerciante[1], del fabricante, no solo ha permitido la compraventa de innecesarias bisuterías de toda índole, de mercancías de tercera calidad[2], dañinas, morbosas, pornográficas, degradantes de la niñez y la juventud, sino, además, ese libre comercio ha permitido que inescrupulosos capitalistas manipulen caprichosamente el valor de la moneda, acomoden a su arbitrio y conveniencia la paridad cambiaria hasta de las monedas de mayor poder adquisitivo en el mundo mercantil[3].
En cada transacción comercial, bien sea por el método del regateo, en el caso del distribuidor comprador, o bien por la tendencia a fijar sobreprecios especulativos con miras a posibles rebajas que suele solicitar el comprador final, en ambos casos, decimos, la paridad cambiaria oscila preferiblemente hacia el alza. Con ello, la moneda nacional vive un proceso devaluacionista permanente y al margen de la paridad oficial.
Por esa razón, en los llamados mercados negros del dólar-mercado paralelo- del dólar y de las demás monedas fuertes, allí, la paridad oficial es sólo una referencia para este comerciante. Conscientes, la bolsa de valores, sus corredores y toda la cadena de proveedores y acaparadores de dólares representados por los comerciantes de mayor giro comercial e internacional pasan a convertirse en fieles reflejos del movimiento incesante del valor de las monedas de todos los países, con lo cual los bancos centrales y las regulaciones estatales se hallan subordinados en materia cambiaria.
Ocurre, pues, que el verdadero control cambiario lo posee el tenedor de dólares, y si estos pasan en gruesas cantidades a manos comerciales privadas, son estas manos las que tienen y ejercen semejante control. El papel del Estado, de su Banco Central y de instituciones reguladoras afines pasa a ser meramente formal y burocrático. La regulación permanente de precios reivindicaría el rol oficial de esos bancos centrales y el de las posibles regulaciones cambiarias que coyunturalmente vayan sobreviniendo.
El ajuste cambiario sería muy muy sencillo: si el mercado es la fuente de ganancias, tal como lo sostienen los defenestradores del marxismo y los apologistas del burguesismo, entonces, el Estado debe fijar los precios, y a partir de ellos los empresarios ajustarían sus costes de producción y venta.
Sencillamente, los empresarios que no vean rentabilidad en tales productos, saldrán del mercado, pero ya está bueno de que sean los mismos empresarios quienes con sus ardides financieros estén constantemente fijando los precios, fijando el control cambiario.
[1] Arcana estrategia defendida, aplicada y divulgada por los clásicos de la Economía Política burguesa en defensa de sus personales intereses como capitalistas que fueron todos esos críticos de marras. Se le conoce como “dejar hacer y dejar pasar” en materia de comercio internacional. Era la época del desarrollo industrial de los ingleses quienes necesitaban proteger sus materias primas y por eso fueron furibundos proteccionistas, pero como vendedores abogaron para que sus clientes extranjeros dejaran sus fronteras abiertas a cuanta basura comercial ellos necesitaran vendernos, lo que los convertía en defensores forzosos del librecambio.
[2] La fabricación de mercancías frívolas y las de baja calidad representan uno de los más importantes despilfarros perjudiciales para toda sociedad. Sus insumos bien podrían tener una aplicación y un destino mejores.
[3] Recordemos que, sg. La ley de Gresham, las monedas de mayor poder adquisitivos suelen ser acaparadas o rebajan su velocidad de circulación-escasean y se encarecen-cuando las comparamos con las de menor poder adquisitivos.