El 28 de julio de 1954 nació en Sabaneta de Barinas, un bebé, que siendo ya un muchacho de seis o siete años, comenzó a tener contacto con la gente al salir a patear las calles de su pueblo a vender sus famosas “arañas”. Más tarde siendo zagaletón se le metió entre ceja y ceja que sería pelotero. Su ídolo era el pitcher del equipo Magallanes, el “Latigo” Chávez. Así creció y por esas cosas de la vida se fue a la Escuela Militar. En su mente llevaba un bate y una pelota. Pensaba que la Escuela Militar podría servirle de trampolín para convertirse en un gran pelotero, jugar con el Magallanes y hasta llegar a las Grandes Ligas. Pero…
Su mente se despojó del bate y la pelota, y fue ocupada por una pasión que no dejaría nunca más. La política. Siendo cadete empezó a tomar contacto con la realidad existente para aquel entonces, a nivel político. E inició su lucha. Lucha que no abandono, sólo cuando la muerte lo venció. Nadie lo había vencido en la arena política y en elecciones presidenciales. Sólo cayó vencido por la muerte prematura. Por ese cáncer agresivo y sospechoso. Moría un hombre que supo desde temprana edad por que luchaba.
¿Se ha planteado, usted, camarada, el por qué lucha? Y generalizado la pregunta: ¿Por qué luchamos? Es difícil saber por qué tanta gente se sumo al proyecto de país de Hugo Chávez en las elecciones presidenciales de diciembre de 1998. Izquierdistas, adecos, copeyanos e independientes se unieron para dar al traste con más de 40 años de gobiernos de la IV República. ¿Qué hizo que los militantes de los partidos tradicionales votaran masivamente por el hijo ilustre de Sabaneta, un desconocido, para el entonces? La insatisfacción. El desencanto. El cansancio. El descontento. Y así se logró una cantidad de votos abrumadora. Y de allí en adelante no hubo una elección presidencial que perdiera. Pero…
Estamos en una nueva realidad. Esa realidad requiere no sólo la cantidad mayoritaria de los votos de los venezolanos, sino la calidad de quienes depositan esos votos. Y esa calidad se refleja en la conciencia. ¿Por qué luchamos? ¿Somos conscientes de ello? ¿Luchamos por poder? ¿Luchamos or nosotros mismos, o por el país? ¿Luchamos por acumular dinero? Recordemos lo que hace días dijo el Papa Francisco: “Si las cosas, el dinero, lo mundano se convierten en centro de la vida, nos aferran, se apoderan de nosotros y perdemos nuestra identidad como hombres”. En otras palabras, nos alienamos. Y esto último que quiere decir?
Sería interesante preguntarse ¿por qué luchamos? Por conseguir una casa, un carro, un cargo, o LUCHAMOS POR TODOS. POR EL PAÍS ENTERO? Hay veces tenemos que luchar contra nuestros propios demonios, que nos invaden en el trayecto y se anidan en nuestras mentes y luego viene la confusión, la incertidumbre, el desencanto, la abulia, y pensamos que un Capriles podría hacerlo mejor. Que tal vez la derecha “salve a este país”. Esos demonios hay que derrotarlos. Sacarlos fuera de nuestras mentes. Para fortalecernos con la conciencia pura de un verdadero revolucionario.
Un revolucionario de puro corazón tiene que luchar contra la pobreza, la flojera, la corrupción, el burocratismo, los quintas columnas, los arribistas, los rojos, rojitos, con el corazón amarillo. Tiene que luchar contra el ego. La “subida de los humos”. La arrogancia. El engreimiento. El egoísmo. En fin, camaradas, la vida en sí es una perpetua lucha para sobrevivir. El revolucionario tiene que armarse de valor y luchar hasta el final, no por sus intereses, sino como lo hizo nuestro Comandante Supremo Hugo Chávez: POR SU PAÍS.
¡Chávez, vive Carajo. La lucha sigue para tener Patria!