La foto de la dama Keiderling sorprende. Muestra su menuda figura, aun mas avasallada, por el alarmante porte de un escudo de armas, cuyo símbolo capital es una águila que acecha hacia la izquierda. Y, cómo detalle que causa alarma, ella, -el águila- muestra una poderosa garra izquierda, con brutales tarsos que férreamente aprisionan un manojo de flechas. La figura toda respira bestialidad.
La funcionaria, fotografiada, parece,no le preocupa su publico, pues mira hacia la lejanía. Mas que en atisbo, sus ojos, propios de cualquier ave rapaz, son de movimientos rápidos que inquietan y amenazan. Muestra la foto, no identificada de El Universal, su boca entreabierta, y solo, sugiere agresiva palabra que correspondebien con el marco descomunal de la gigantografíaque enmarca la tramoya belicista que circunda a la señora.
El momento justifica todo este aparataje. A ella, sin duda, la domina el despecho por haber sido expulsada del juegode las tensiones que causaba con sus oficios diplomáticos, mal premeditados y arteramente dirigidos a operar preferentemente en el espacio de la conspiración y la desestabilización contra el país.
Duro eso de sentirse arrancada de la cancha a la mitad del juego. Sobre todo con la sanción publica y notoria de una tarjeta roja, rojita, debe ser algo que le dolió hasta al águila de su escudo. Peor aún, expulsada, por televisión de un país odiado y además en acto ejecutada por el mismo Presidente de la Republica.Sumemos a la afrenta el pequeño detalle de que, quién lo hace, exhibe un origen social y laboral, que no parece ser comparable al de los miembro del mundo de los diplomáticos, que a ella rinden culto y actúan como si pretendieran ser actores del jet set.
Ante esa agonía,por el honor tirado a la calle, la funcionaria, respondió, para dar salida a su furia y descompensación de emociones.Precisamente, por eso escogió, esa,expresamente esa, y no otra, una ampliada litografía de un ave de rapiña, el halcón,que muestra un pico grande, poderoso y puntiagudo, casi una lanza dispuesta, como es su función, para desprender la carne de sus victimas.
Mas clara amenaza e intención, imposible. El furor habló por ella, como lo demostró, no en el clásico e hipócrita lenguaje de sus besamanos propio de cocktails de media tarde. No parecía ser, en este rapto de furia, un miembro del mundo de los diplomáticos, que ayer nomas, le rendían culto. Y, hoy, fuera del poder de la Embajada, desprecian. Ante los periodistas solo exhibióel inhumano estilo que enseñó W. Bush, o copió de sus colegas de la CIA, mas aptos para un asesinato o secuestro, que para el lenguaje de una funcionaria de la cancillería.
Por eso, desde ese pulpito que el imperio le otorgó para la ocasión, con tono mas que amenazador, propio de procónsules, declaró: “si me reuní….. con quienes conspiran.. y qué”.
Reconoce que es ese su papel de conspiradora, es la parte de su trabajo, que mas ama. Sin rubor, declara, que ir a la Zona del Hierro o pasearse por Amuay para conspirar con quienes plantean sabotajes graves contra el país es lo que cualquier diplomático debe hacer. Para eso la mandaron aquí, no vino como asesora de relaciones comerciales, sino cual ave de presa, que es capaz de alzar en vuelo concazas mucho más pesadas que ella.
Felizmente, hoy es solo rostro abominable y mueca propia de una soez intervencionista.