Desde hace mucho tiempo se ha conocido la figura del “quincallero” ambulante. Este comerciante al detalleo se encargaba de llevar a domicilio las mercancías que, de otra manera, el comprador debía adquirir en el llamado centro comercial del pueblo o de la ciudad, para lo cual debía cambiar de vestido, acicalarse, tomar un transporte, etc., y, lo peor, descuidar temporalmente sus oficios domésticos.
El incremento del tráfico automotor, el trabajo fuera de la casa, la inseguridad en las calles y otras causas no menos importantes, fueron configurando la necesidad de que aparecieran los primeros vendedores quincalleros en el propio centro de esas ciudades. Por supuesto, estos comerciantes al menudeo se vieron obligados a ocupar las aceras, esquinas y demás espacios aparentemente disponibles para el armado de sus tarantines.
Tal como hoy los conocemos, se han convertido en un verdadero dolor de cabeza para las Alcaldías, para los ciudadanos transeúntes de a pie y automovilistas en general, además de representar-aparentemente-un fuerte competidor ventajista del comerciante formal debidamente establecido, los contribuyentes de las alcaldías y con capital de mayor envergadura.
Estos comerciantes-aparentemente-perjudicados ven bloqueadas sus entradas para su clinetela, ya sus exhibidores pasan inadvertidos y son numerosos los clientes suyos que ya no van a esos centros congestionados de buhoneros y optan por alternativas libres de estos comerciantes menores o menos congestionados. Para los comerciantes de mayor capital, los “malls” han sido la solución.
Ahora bien, es bien conocido que la mayoría de los buhoneros carecen de capital propio, de transporte diario para sus mercancías y menos para su almacenamiento interdiario o semanal.
Allí entran en escena sus posibles financistas, o, más bien, los verederos y formales comerciantes entre los cuales bien podrían estar los mismos comerciantes aparentemente perjudicados. Por eso pensamos que estamos en presencia de auténticos tercerizados. Un personal contratado por comerciantes mayores para que les vendan sus mercancías y compitan eficazmente con aquellos pocos buhoneros que sí operan con sus pequeños capitales.
Estos tercerizados viene a representar una forma adicional de explotación burguesa; se trata de trabajadores carentes de todo tipo de prestaciones sociales sujetos al suministro leonino de inventarios, y sin derecho alguno a reclamos laborales.
Hay también muchos comerciantes que usan su espacio para colocar sus mercancías a manera de prolongación de su espacio. De esa manera ni emplean más personal y logran evadir la “plaga comercial” que para ellos representa el buhonero del caso.
Por cierto, estos tercerizados serían precisamente quienes venden a precios excesivos sin temor a que sus ventas bajen por cuanto sus inventarios no les pertenecen ni tienen apuros en su reciclaje.