El período romántico, hizo uso de la idea, poética, o por la simple creencia que así era, que los sentimientos, afectos, se anidaban en el corazón. Quizás por aquello que un estado emocional, emotivo, tierno, producía alteraciones en el ritmo de funcionamiento del órgano, se llegó a creer que aquello se engendraba y atesoraba allí. Hasta una arritmia cardíaca podía diagnosticarse simplemente como “un mal de amores”.
-“Ese muchacho es de muy buen corazón”, se decía para referirse a alguien buena persona o generoso.
-“Te amo o te odio”, el sentimiento era indiferente, “con todo mi corazón”.
También se solían decir cosas como estas:
-“En ese combate, fulano echó el resto, puso todo su corazón” o “vamos a ponerle corazón a ese asunto y enfrentarlo como es debido”.
De modo que en el corazón alojaban voluntad, empeño y hasta arrojo o valentía. ¡Las loqueras también!
“Esa pobre mujer tiene el corazón destrozado, no come ni duerme, sólo llora desde que descubrió que su marido le engañaba”.
El lenguaje pedestre, procaz y hasta simplemente coloquial, no por eso menos cursi y poco romántico, optó por bajar del corazón a los testículos. No es que “hiciera de tripas corazón”, sino de corazón hizo bolas.
Así se dice en cualquier lugar, ahora cada vez menos oculto, solitario o refinado:
-“Amo a esa mujer con dos bolas”.
-“Fulano de tal le echó un camión de bolas al asunto”.
-“En este país lo que faltan”, dicen unos; “sobran”, dicen otros, “son bolas”.
De la cursilería pasamos a la ramplonería para decir lo mismo. Pues, el mismo tipo de gente, dama, caballero o simple “limpia tuerca” de ahora, en donde sea, apela a los testículos y pocas veces al corazón para expresar esos sentimientos. Se dice en el rancho pobre, la calle, el “regio salón”, como decía Luis Mariano Rivera, y hasta en la Academia.
Pero hay una diferencia notable. Las mujeres no tienen bolas, física o fisiológicamente hablando, no sé la palabra precisa, tampoco voy a buscarla porque me aburre el diccionario o ahora no tengo bolas para consultarle. Lo que haría la expresión muy machista.
Aunque no es poco frecuente que uno escuche decir:
-“Esa mujer tiene las bolas bien puestas”.
Cuando se trata de alguien a quien se le califica de muy valiente o arrojado, capaz de enfrentar las mayores dificultades, algo así como Simón Bolívar, se dice en tono admirativo:
-“¡A ese carajo las bolas le ruedan por el suelo!”
Estas meditaciones vienen a cuento porque hoy, no sin asombro, he leído en la prensa que Capriles en algún sitio, que no es Miranda, dijo algo más o menos parecido a esto:
-“El gobierno anda diciendo que me meterán preso”. Para agregar de inmediato de manera si no procaz, por lo menos muy retadora y amenazante, “échenle bolas”. Para terminar diciendo, palabras más, palabras menos, en ese caso “el pueblo sabe qué hacer”.
No hay duda que la impunidad, uno no sabe cómo, es un desafío a la ciencia que se ocupa del organismo humano, hace crecer las bolas. Cuando alguien habitualmente incurre en delitos y se percata que hasta él no llega la “larga mano de la justicia”, los testículos le crecen, tanto que pueden rodarle por el suelo, no habiendo tampoco suspensorio que los sostengan. El delincuente comienza por lo pequeño, lo insignificante y al ver que nada pasa, nada le sucede, se arriesga a más y más. No es que desde el principio haya actuado con arrojo y corriendo todos los riesgos, sino que se descubre invisible e inatrapable. Muchos asaltantes de bancos y banqueros mismos, empezaron robándole los libros a los compañeros de escuela.
Aquella aciaga noche del abril pasado, se le “chisporroteó”, como dice El Chavo, por estar ofuscado y frustrado, lo de “salgan a desatar sus arrecheras” y hubo 12 muertos. Pagaron los pendejos, como dijo Fernando Soto, “muchos de estos son simples obreros, pobres que salieron a atropellar a su propia gente”.
Hizo un descubrimiento. Y se dijo para sus adentros, puedo desatar mi rabia, tomar los medios, incitar, como hizo Orson Welles, con aquello de “Los marcianos invaden a la tierra”, provocar una desgracia y “los muertos que entierren a sus muertos”, porque todo queda como antes estaba para seguir haciéndolo. La vaina se empeora si quien así razona y planifica, se sabe o cree protegido por la mano de los “Amos del Valle” y el Pentágono.
Por supuesto, en verdad, no mencionó a Orson Welles y su importante obra, porque “él no había nacido cuando eso”, pero si llegó al razonamiento general.
Todavía hay quien, dentro del chavismo oficial, quienes se “arrechan” porque oyen hablar de impunidad.
Por lo anterior Capriles reta, “échenle bolas, el pueblo sabrá que hacer”. Eso pudiera decir, si antes hubo 12 muertos, ahora los recogerán en carretillas.
De paso, eso dejaría a quien así actúa, con la aureola que “las bolas le ruedan por el suelo”. Si algo admira la gente, la culta y hasta el más humilde de los hombres, en mayoría, es a aquellos que cree no consiguen suspensorios a su medida.
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