Casi a diario, semanal, mensual y anual-caso actual en Venezuela-todos y cada uno de los intermediarios de todas las cadenas comerciales aumentan los precios de todos los bienes cada vez que les da la gana, cada vez que les conviene y cada vez que en la fábrica el explotador principal así lo decide.
Mientras tanto, los salarios y a duras penas, con sudor y lágrimas revueltas con sangre aumentan sólo una vez al año. Nos preguntamos: ¿cómo es eso de que el bodeguero o detallista aumenta casi a diario los precios y el consumidor tiene que calárselos o abstenerse de comprarlos, máxime si se trata de productos de la cesta básica?, ¿con cargo a cuáles ingresos?, ¿qué se propone el sistema capitalista vigente en Venezuela con semejantes desafueros económicos, acaso llevar la economía a tiempos ya superados, o sea, a que la mayoría de los venezolanos ya no puedan consumir lo suficiente y acostumbrarse de nuevo a una vida de hambre, en unas personas más, en otras menos?
Bien miradas las cosas, mientras ese detallista puede esperar con paciencia la llegada de sus clientes, el consumidor se ve obligado a realizar compras diarias, semanales o quincenales sin poder mantener una inmediata sincronización entre precios y salarios. Esto revela que algo anda y ha andado mal entre los empresarios y los trabajadores.
Eso nos lleva pensar en una contratación macrocolectiva de todos los trabajadores frente a todos los empresarios, al punto de que cualesquiera escaladas de precios automáticamente se traduzcan en incrementos salariales de obligatorio cumplimiento por parte de empresarios fabricantes, comerciantes y banqueros.
Es de suponerse que, en ese supuesto, los propios detallistas y fabricantes estarán vigilantes de verificar y corregir, avalar o sancionar subas injustificadas de precios