A mí me encanta buscarles la lengua a los taxistas, porque, aunque usted no lo crean poseen un conocimiento envidiable. El conocimiento del taxista es más popular y de barrio que el conocimiento de los chóferes de ministros, y de todo aquel funcionario que, por la importancia de su cargo, le asignan vehículos con chófer. Ambos están bien informados, por las conversaciones que oyen. O cómo el de algunos taxistas, que no hay necesidad de motivarlos a hablar. Ellos solitos arrancan, sin haberles dado cuerda.
El tipo me soltó: “aquí donde usted me ve, manejando un carro, para poder sobre vivir, yo observo mucho, sobre las cosas que a diario suceden en esta ciudad. Por ejemplo, hay gente, que les hago el servicio, que despotrica de las empresas Polar. “Dicen esos son unos ladrones, son unos hambreadores del pueblo”. Y añadió: sin coger pausa: “Yo estoy cansado de oírles sus cosas. Y muchas otras. Dentro del carro son unos gallitos de pelea. Le vienen a uno con una de teoría, filosofía e ideología. Yo como no sé de esas vainas, me resbalan, y punto”.
“La otra vez le hice una carrera a cinco trabajadores de una empresa básica al edificio sede de la Corporación Venezolana de Guayana, o lo que queda de ella, en Puerto Ordaz. Y me atormentaron con el tema de que la culpa del desabastecimiento era de las empresas Polar, cuyo presidente es Lorenzo Mendoza. Bendije la hora de llegada. Me pagaron y “Chao pescao”. Más tarde me acerqué a comprar algo en un abastico, para llevar al medio día para la casa. Y cuál no sería mi sorpresa, cuando vi a los cinco, más un grupo numeroso tomando cerveza Polar con locura, con furia y todo. Tenían las cajas de cerveza rendidas a sus pies…”! No joda, me dije para mis adentro! Estos son los revolucionarios, y dizque están protestando por no sé que les debe la CVG. Y mírenlos, rajando caña de la buena, fabricada por Polar. Es decir, ellos mismos están haciendo más rico a Lorenzo Mendoza. ¿Qué clase de revolución es esa? Zape gato, ñaragato”.
“Dijo uno de ellos, antes de bajarse del carro: “Yo estoy contra las empresas Polar, y contra el monopolio de la comida, pero con este calor, le perdono lo de la cerveza. Esas botellitas bien frías, nos aliena, pero gozamos un puyero, mientras protestamos. Lo que le faltó fue gritar: ¡Qué viva la Polar!”. Mientras tanto yo seguía atento las palabras del taxista. Y no sé por qué de pronto e vino a la memoria, la conciencia de Alí Primera, el cantautor de la revolución venezolana, desde siempre. No ahora. Alí fue un visionario, y lo expresó en sus canciones y su posición política. El se negó a que lo explotarán comercialmente. Por eso no fue a la televisión. Para sus adentro se decía: “No puedo permitir estar al lado de quienes combato”. Eso se llama conciencia. Que falta nos hace a muchos venezolanos que nos llenamos la boca diciendo: “Yo soy revolucionario”. Como Teodoro Petkoff, que tiene los cojones de decir que sigue siendo un hombre de izquierda.
Antes de llegar a mi destino, el taxista me encrespó: ¿Usted cree en esos tipos? Esos son pura bulla. Ellos están por sus intereses y punto. Están, como dicen, los entendidos, alienados por el ron y la cerveza. Y cuando les da la gana trancan las calles o avenidas, yi nosotros somos los que pagamos los platos rotos, porque no nos dejan trabajar. Por mi madre, muerta, yo no entiendo a estos revolucionarios. Esos en el primer tirito al aire, salen en estampidas, pero con las cajas de Polar en el hombro”. Le pagué al hombre, me baje, y cuando subí a mi apartamento me senté frente a la computadora. ¡Se cansa uno! Volveré.
Teófilo Santaella: periodista, egresado de la UCV. Militar en situación de retiro. Ex prisionero de la Isla del Burro, en la década de los 60.
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