Las fábricas generan valor, mientras al mercado se limita a circularlo dándole precios a las mercancías producidas o importadas.
Repasemos la teoría: Marx asocia valor trabajo con el valor de las mercancías tanto la de los artesanos como la del fabricante capitalista, un valor que representaba las horas-hombre materializadas en la materia prima, en otros medios de producción presentes en el producto elaborado, y las horas de trabajo vivo empleadas por el trabajador para transformar utilitariamente aquella materia con ayuda de uno que otros medios de trabajo durante toda su jornada.
Para explicar por qué el patrono termina rico y el asalariado entra y sale pobre en la vejez, Marx pasa a investigar la fuente de la riqueza patronal y entendió que su ganancia debía corresponderse con el trabajo no pagado al trabajador. Así descubrió que el salario sólo cubría el valor que reponía la fuerza de trabajo, mientras que el uso de esta durante la jornada creaba un valor superior. La diferencia entre salario y valor agregado representó la plusvalía o plusvalor, el sobretrabajo impago.
Ahora, pasemos a explicar por qué Marx tuvo que manejar el valor-fábrica y también el precio de ese valor-fábrica en los mercados. Ocurre que la mercancía, por definición, es un valor dual: es valor de uso y valor de cambio. Como valor de uso satisface necesidades productivas y no productivas; como v. de cambio sirve para recuperar el valor del trabajo invertido en la fabricación de ese valor de uso, y la transacción comercial debe hacerse en una relación 1/1 o a la par con el v. de cambio de la otra mercancía, en caso de trueque, o con el monto de dinero, salvo que uno de los transaccionistas acuse pérdida, y otro ganancia.
El valor de uso no es vendible, -sólo es cedido*- ya que al ser trastrocado por un valor de cambio este no puede representar la utilidad de la mercancía como valor de uso y sólo expresa la cantidad de valor-trabajo contenido en ese v. de uso. El valor de uso le sirve al productor como soporte del valor de cambio, y al consumidor final como satisfactor de necesidades. Lo que vende el productor es el trabajo, privado y ejecutado con independencia de la producción privada de otros, depositado en valores de uso, y de allí el valor de cambio[1].
Digamos que lo que compra el consumidor es el valor de cambio cuyo aspecto es el de valor de uso, y paga el valor trabajo que haya costado la elaboración de este; recibe, pues, un valor de uso y entrega dinero equivalente a su valor de cambio. Como este dinero, en el caso del asalariado, lo recibió como pago por su trabajo, al final de cuentas en cada compraventa se perfecciona o concreta un intercambio de trabajo por trabajo ya que los materiales usados como objetos e instrumentos de trabajo son valores de uso per se, provienen de la Tierra y esta carece de valor de cambio. Se restablece así el carácter social del trabajo, en cada transacción de compraventa se materializan las relaciones colectivas de trabajo que entonces enfetichizadamente aparecen como relaciones entre cosas debido a que se trata de producciones privadas y aisladas unas de otras. Tal es el enfoque descriptivo del modo de producción burgués con su cadena circulatoria: fábrica-mercado, valor y precios de este.
Lo que Marx no consideró para ese entonces-era imposible apreciar lo que no ocurría en la práctica-fueron las fuentes irregulares no pertenecientes al modo económico burgués, sino al mercado. Su crítica se centró en el modo burgués libre de impurezas que sólo contribuyen a oscurecer el trasfondo económico del modo predominante.
¿Cómo hace el empresario parasitario para quedarse con buena parte de la Renta petrolera venezolana?, ¿cómo lo ha hecho? Valiéndose del Estado para dotarse de capital dinerario, de dólares. Efectivamente, al mercado libre burgués cualquier persona, empresario o no, puede llevar dinero no proveniente de las fábricas, puede llevarse parte de las rentas del Estado, puede llevarse, como en el caso venezolano moderno, los dólares correspondientes a la llamada Renta Petrolera.
Esa capacidad de compra a base de la renta petrolera no proveniente del trabajo en fábrica alguna ha permitido a la oligarquía financiera, industrial y comercial venezolana y extranjera recibir dólares con fines engañosamente solicitados para la cacareada "industrialización" de la economía nacional, para luego de explotar asalariados, enterar bolívares en el Banco Central, canjearlos por dólares y a estos sacarlos fuera del país, mecanismo que ha vendido practicando desde hace muchas décadas..
En los actuales momentos, solicitan dólares a CADIVI con igual justificación, y ya sabemos que sólo sirven de excusas para drenar la renta petrolera nacional. Se trata de una práctica que ha venido convirtiendo a esa burguesía parasitaria en auténticos sembradores del petróleo en sus parcelas patrimoniales, no sólo para enriquecerse, sino para frenar la capitalización nacional.
Se trata de un perverso mecanismo mediante el cual nuestra economía jamás ha tenido fondos de capital-en sentido amplio-para esa industrialización o ensanchamiento del aparataje productivo.
Sobre esas bases, venimos proponiéndole al Estado venezolano que no siga otorgando divisas a ningún empresario que no haya dado demostraciones palmarais de recapitalizarlos dentro de nuestras fronteras patrias. La fuga de dólares-de capital-debe frenarse de inmediato, ya basta bueno de seguir jugando el triste papel de Estado pendejo.
[1] Las relaciones de los productores-trabajadores- en las cuales se afirman los caracteres sociales de sus trabajos- su carácter colectivo-adquieren la forma de una relación social de los productos del trabajo. He aquí por qué estos se convierten en mercancías, es decir, en cosas que se perciben y no se perciben, o cosas sociales... Se trata sólo de una relación social determinada de los hombres entre sí, que aquí adquieren para ellos la forma fantástica de una relación de cosas entre sí.