Antes de entrar al tema central de mi artículo, quiero dejar claro que mi crítica al presidente Maduro es una crítica sana y positiva. Me adelanto porque puede haber personas que no sepan interpretar el sentido de mis palabras. Reitero, estoy bastante lejos de criticar por criticar. Se, por naturaleza y experiencia, que la crítica constructiva ayuda a uno. Conmigo ha sucedido. Debo mucho a una crítica a tiempo, pero bajo la sana intención de ayudar a corregir un error, o una falla. Hecha esta aclaratoria, vamos a lo que nos toca.
Nicolás Maduro, desde sus primeros días dejó claro que Chávez era Chávez y que él era simple y llanamente el hijo político del Gigante. Eso lo dijo, repetidas veces. En efecto, he seguido con ojo clínico las acciones y la gestión de Nicolás Maduro. Y en su última intervención en cadena nacional, con motivo del anunció de las medidas anti guerra económica, estuvo presente el estilo de Chávez, pero deformado, naturalmente. Chávez era Chávez. Y no tiene dobles, ni ha sido clonado. Por eso es que me atrevo a decirle, al presidente, con mucho respeto, que llegó la hora de hacerse de un estilo discursivo propio. Donde la personalidad de Maduro salga a flote, y sintonice con el pueblo chavista, con naturalidad.
El poder de la palabra, está demás decirlo, es un arma poderosa, cuando es bien proyectada hacia los oyentes. Ese poder lo tenía Hugo Chávez Frías, y lo manejaba a su antojo. Fue en vida un comunicador excepcional, y eso le granjeaba aceptación, respeto, cariño y devoción, por parte de sus seguidores. Ángel Gámez, un experto en materia de comunicación, dice en su libro El Discurso del Comandante, lo siguiente: Sin duda alguna Hugo Chávez fue uno de los líderes más importantes que haya tenido Latinoamérica y parte del mundo en la historia política, al menos en esta era de información. Pudo llegar a millones con sus ideales y filosofía de vida, además de impactar en la vida de otros. El poder que tuvo sobe las personas en general fue gigantesco, lo que le llevó a mantenerse catorce años en la Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela.
Ángel Gámez, señala: Las definiciones de un discurso político pueden ser muchas, pero lo que más nos interesa de esa oratoria es su utilidad, y en todos los casos la utilidad de la oratoria es convencer y motivar a los seguidores. Podemos decir que el discurso es una herramienta elemental para persuadir, para vender una idea, para motivar a otros. Pero si contrario a eso las personas se aburren o se cansan cuando escuchan al líder, lamentablemente el discurso no va a lograr su objetivo demotivar.
Chávez era un fenómeno en eso de motivar a sus seguidores, a través de un discurso que, por largo en tiempo que fuera, mantenía la expectativa de la gente. Nadie se aburría. Nadie se cansaba. Nadie bostezaba de fastidio. Era tal el dominio que tenía Chávez en la palabra, que jugaba hacia todos los lados, contaba anécdotas y cuentos. Cantaba. Hacía participar a todos: desde un niño hasta un anciano o anciana. El sabía que su palabra era un poder. Y así la utilizaba.
Yo insto, muy respetuosamente, al presidente Nicolás Maduro a que defina su estilo de discurso y lo exponga frente a sus seguidores. Un estilo propio, identificado con su personalidad y que lo conecte con su público. El siempre lo ha dicho: No soy Chávez. Soy Nicolás Maduro. Pues, presidente, manos a la obra, como decía el ex presidente aquel. Sea usted mismo. Póngale salsa brava a su discurso y obtendrá los resultados apetecidos. ¡Volveré!
¡Chávez vive, la lucha sigue!